El proyecto, promovido por el gobierno británico, para reformar la Ley de Embriología y Fecundación Humana, que el 19 y el 20 de mayo superó una nueva fase de su tramitación en la Cámara de los Comunes (ver noticia en Aceprensa), incluye varios puntos muy discutidos. Uno de ellos, por ahora aprobado, es la autorización para crear embriones mixtos de humano y animal. Poco antes del debate en la Cámara, Neil Scolding, profesor de Neurociencias Clínicas en la Universidad de Bristol, sostenía en The Tablet (17 mayo 2008) que la justificación de esa medida se basa en falsas expectativas sobre la utilidad de los embriones híbridos para descubrir nuevas terapias.
“¿Cuántas veces hemos leído durante las recientes discusiones sobre la Ley de Embriología y Fecundación Humana que la investigación con embriones híbridos de humano y animal es vital para conseguir remedios contra el alzheimer o el parkinson?” Según el primer ministro Gordon Brown, la ley permitirá encontrar terapias que “pueden salvar y mejorar la vida de miles de personas, millones al cabo de un tiempo”.
“Deslumbrado por las promesas, el público se inclina ante la ciencia. La Autoridad de Embriología y Fecundación Humana permite todo: no ha rechazado ningún proyecto de investigación con embriones. Los científicos partidarios de hacerlos tienen dóciles portavoces en políticos y periodistas cautivados por las promesas. ¿Cómo podría alguien oponerse a esas curas milagrosas? En los esfuerzos de algunos de los defensores del proyecto más motivados políticamente hemos podido ver una confusión de cuestiones y un clásico juego de manos”.
Células adornadas con méritos de otras
En primer lugar, señala Scolding, se han usado los progresos en terapias con células madre adultas para ilustrar y justificar las muy hipotéticas posibilidades terapéuticas de las células embrionarias. Un ejemplo son estas declaraciones de Gordon Brown: “Las células madre adultas ya se están usando para tratar enfermedades como leucemia, inmunodeficiencia severa combinada o enfermedades coronarias, y los científicos ya están cerca de lograr los descubrimientos que permitirán usar las células madre embrionarias para tratar una variedad mucho mayor de enfermedades”.
Scolding ofrece otro ejemplo: “En el Times del sábado pasado [10 de mayo], un suplemento de 12 páginas (patrocinado por la Wellcome Trust y publicado -curiosamente- dos días antes del debate en el Parlamento) no cesaba de cantar las excelencias de las terapias y la investigación con células madre, mediante historias conmovedoras de curaciones e informaciones impresionantes sobre progresos científicos. Pero había algo que no se mencionaba: todos los casos de tratamientos a pacientes eran con células madre adultas; todas las informaciones sobre células embrionarias eran de experimentos o de ensayos con animales, o de estudios que especulaban sobre el potencial futuro de tales células. No se ha tratado ni a un solo paciente, ni siquiera en ensayos, con células madre embrionarias: sería demasiado peligroso”.
Eso no es sorprendente, añade Scolding, a la vista de los problemas que presentan las células madre embrionarias: propensión a formar tumores, inestabilidad y anomalías genéticas y cromosómicas, peligro de rechazo y de infecciones en el caso de las células de donante. Por eso, hace tres meses, el New England Journal of Medicine (28-02-2008), tenaz defensor de la clonación y de la investigación con células embrionarias, se lamentaba así: “Quizás, como era previsible, las dificultades técnicas y las complicaciones éticas de esta opción [células madre de embriones clónicos], la hacían impracticable desde el principio”.
En cambio, recuerda Scolding, las células adultas se pueden obtener con mayor facilidad en el organismo del propio enfermo. De ahí el éxito de ensayos clínicos con pacientes de enfermedades tan diversas como infartos, diabetes, isquemia de extremidades, incontinencia de estrés y retinopatías.
Células madre adultas: nacidas para reparar
Además, las ventajas de las células madre adultas obedecen a una razón biológica profunda. “Nuestra idea de la medicina regeneradora ha cambiado notablemente en los últimos años. Las propiedades básicas de las células embrionarias (capacidad de proliferar ilimitadamente y de diferenciarse en células de cualquier tipo) se consideraban claramente ventajosas sólo cuando entendíamos la terapia celular como un simple reemplazo de células perdidas. En realidad, esta idea simplista es aplicable en muy pocas circunstancias clínicas. La reparación tisular es infinitamente más compleja. Implantar neuronas derivadas de células madre, por ejemplo, y esperar que curen el alzheimer viene a ser como meter unos cuantos engranajes, ruedas y muelles dentro de un reloj estropeado y esperar que vuelva a funcionar”.
Pues bien, “el uso de las células madre adultas, presentes en muchos órganos especializados, si no en todos, ha evolucionado hacia la reparación: esa es la función que tienen [en el organismo], y la cumplen de muchos modos. Pero esto es apenas relevante para la nueva ley”.
Viene ahora el juego de manos. “Se ha convertido el debate, falsamente, en un referéndum sobre la investigación con células embrionarias. Lo que se propone es en realidad ‘sólo’ autorizar que se creen varias clases de embriones mixtos de humano y animal como posibles nuevas fuentes de células madre. Pero todos los argumentos aducidos para justificar los experimentos con cíbridos (embriones humanos que contienen una pequeña cantidad de material genético animal [por haberse formado sustituyendo el núcleo de un óvulo animal por el de una célula humana]) están basados en la falsedad de que son vitales para desarrollar, a partir de células embrionarias, terapias contra enfermedades temibles”.
Opción estrambótica
Eso es pura tergiversación, dice Scolding, que cita a un defensor de la investigación con embriones, Roger Highfield, responsable de la sección de ciencia del Daily Telegraph. Los biólogos celulares que entienden la complejidad de los cíbridos, advierte Highfield, dudan seriamente que esos embriones puedan siquiera dar alguna información remotamente útil sobre enfermedades humanas. Y James Sherley, del Programa de Cáncer y Biología Regeneradora de Boston, ha dicho: “Habría que despreciar gruesos tomos de biología molecular y celular fundamental para justificar la investigación con cíbridos. No hace falta ni un solo experimento más para saber con certeza que la clonación humano-animal no puede proporcionar modelos válidos para la clonación humana”.
Scolding prosigue: “Sospecho que esta falsa ecuación -la derrota del proyecto supondría una derrota para toda la investigación con embriones- ha sido el toque de clarín que ha movilizado al establishment científico del país en apoyo del proyecto. En verdad, pocos científicos serios que trabajan con células madre embrionarias hablarán en favor de los cíbridos por la utilidad intrínseca de estos embriones para la investigación terapéutica; la mayoría, obviamente, hablará a favor de la investigación embrionaria en general. (Aunque incluso entre estos, una parte defiende el proyecto de ley más por el principio de que no se debe poner límite al trabajo de los científicos que por las células embrionarias en sí mismas.)”
Finalmente, Scolding recuerda que desde el año pasado existe una alternativa al uso de embriones: las células madre pluripotentes inducidas, que se obtienen por reprogramación genética de células diferenciadas del organismo. Esta técnica produce células “prácticamente idénticas a las embrionarias, y es muchísimo más fácil que la clonación humana (y no digamos que la clonación de cíbridos)”. “Científicos de todo el mundo se están pasando a la reprogramación; incluso investigadores británicos que trabajan con células madre dicen que la reprogramación anuncia el fin de la experimentación con embriones humanos. En ningún otro sitio despierta verdadero interés la opción, bastante estrambótica, de producir cíbridos, y menos aún híbridos”.