La Iglesia católica y la Iglesia armenia pusieron fin a 1.500 años de disputas teológicas con una declaración conjunta firmada el 13 de diciembre por Juan Pablo II y el Patriarca Karekin I, cabeza espiritual de unos seis millones de armenios.
La declaración, con la que se concluyó la visita oficial al Vaticano del Patriarca armenio, supone un paso adelante para lograr la «plena comunión» entre ambas Iglesias, separadas todavía por el modo de concebir el primado de Pedro.
El punto superado ahora se refiere a las discusiones sobre la naturaleza de Cristo, que surgieron a partir del concilio de Calcedonia (451). La declaración señala que esas disputas, por las que la Iglesia armenia fue asimilada a los monofisitas (que propugnaban que Cristo tenía sólo una naturaleza), estuvieron motivadas por razones «lingüísticas, culturales y políticas» más que por causas verdaderamente doctrinales. Y que las controversias «derivaban a veces de modos divergentes de expresar la misma fe».
En la declaración conjunta se habla claramente de la naturaleza divina y humana de Cristo, «en una unión que es real, perfecta, sin confusión, sin alteración, sin división, sin ninguna forma de separación».