En Turquía, el país más «laico» del mundo islámico y aspirante al ingreso en la Unión Europea, la libertad religiosa, más que avanzar, retrocede. «La situación de los cristianos en Turquía es cada vez más difícil y el miedo crece», declara a «Avvenire» (22-02-2006) Mons. Luigi Padovese, vicario apostólico católico para Anatolia.
Las escasas iglesias y sacerdotes de la comunidad católica están bajo custodia de la polícía, después de que el 5 de febrero fuera asesinado el sacerdote italiano Andrea Santoro a raíz de la crisis de las caricaturas de Mahoma. El que le disparó al grito de «Alá es grande» fue un chico de 16 años, que había estado en tratamiento psiquiátrico y que, según se ha dicho, no estaba en contacto con grupos fundamentalistas.
Pero no se trata solo de un episodio violento en un momento de crisis, sino de una campaña orquestada de amenazas que arranca de antes y se ha amplificado. En la prensa, explica Padovese, «los cristianos son acusados de hacer proselitismo y de atentar contra la identidad de una tierra que debe seguir siendo ‘turca y musulmana’. Es una acusación que se coordina con los ataques de los círculos nacionalistas y de grupos islámicos radicales, pero que es totalmente infundada. Basta tener en cuenta que los católicos de diversos ritos son 30.000 dentro de una población total de 70 millones».
«La verdad -explica Padovese- es que el proselitismo es una coartada para reavivar una polémica anticristiana y antioccidental». Así, la mujer del ex primer ministro Ecevit declara en la televisión que «la religión islámica se nos está yendo de las manos y son muchos los musulmanes que se hacen cristianos». Un general ya jubilado asegura con palabras incendiarias que Turquía se está transformando en un país «donde los misioneros pueden actuar a su aire». En realidad, los escasos sacerdotes que viven en Turquía apenas pueden hacer más que dar testimonio. «Como cristianos en esta tierra, transmitimos un mensaje de reconciliación», había declarado el padre Santoro en un documental meses antes de morir.
En los cines está teniendo gran éxito una película sobre el conflicto de Irak, «El valle de los lobos», en la que unos Rambos en versión turca se dedican a combatir a unos soldados americanos malísimos capaces de todas las brutalidades imaginables, mientras un médico judío extrae órganos a los heridos para trasplantes en Nueva York o Tel Aviv. La película está siendo también un éxito entre los turcos en Alemania. La película, dice el vicario Padovese, «transmite una ecuación incendiaria: Occidente cristiano igual a violencia contra los musulmanes».
Padovese advierte que buena parte de la población turca no hace suyas estas actitudes, pero los círculos nacionalistas y fundamentalistas las utilizan como ariete contra el proyecto del primer ministro Erdogan que busca el ingreso en la Unión Europea. «En Turquía -explica Padovese- es como si hubiera dos Estados: uno oficial y otro paralelo, constituido por una mezcla de burocracia, nacionalismo y radicalismo islámico, que perdería su poder real si el país ingresara en la Unión Europea».
La tolerancia hacia los cristianos varía según las zonas. En las grandes ciudades hay minorías de activistas que tratan de envenenar el ambiente, sin que la mayoría comparta estas actitudes pero tampoco las frene. En el norte el fundamentalismo tiene más seguidores y condiciona la opinión pública; en el sur no hay grandes problemas para los católicos. Las relaciones entre cristianos y musulmanes estarán en el centro del viaje ya confirmado de Benedicto XVI a Turquía del 28 al 30 de noviembre. El gobierno turco atribuye gran importancia a este viaje, dentro de su estrategia para impulsar la candidatura a la UE. Cuando aún era cardenal, Ratzinger expresó su opinión de que nunca Turquía había pertenecido a la cultura europea.