Por primera vez en muchos decenios, el debate público sobre la libertad de enseñanza en Italia empieza a considerarse como una cuestión de libertad para toda la sociedad, y no sólo como el deseo de las escuelas católicas de recibir fondos públicos. El cambio de mentalidad se reveló gráficamente durante la manifestación que el pasado 30 de octubre concentró a unas doscientas mil personas en la plaza de San Pedro. El lema más repetido por los participantes, que recibieron el aliento del Papa, fue precisamente el de «¡libertad, libertad!».
Contrariamente a lo que ocurría hasta hace poco, la libertad de enseñanza no la reivindican en solitario los católicos. Personalidades de la industria y de la cultura, de la llamada «área laica», han hecho de la batalla por una enseñanza libre la piedra de toque de la modernización del país. Con ese fin, han constituido el movimiento Scuola libera!, cuyo manifiesto parte del principio de la libre concurrencia entre instituciones educativas. Los promotores consideran un contrasentido que se considere un avance la retirada del Estado de la gestión directa de empresas y servicios, y se olvide este principio cuando se trata de la enseñanza. Los firmantes del documento, entre los que figuran, entre otros, hombres de empresa como Cesare Romiti, e intelectuales como Carlo Bo, Dario Antiseri y Sergio Romano, afirman que la cuestión de la libertad de enseñanza no se puede reducir a un aspecto de las relaciones Iglesia-Estado, como ha ocurrido hasta ahora.
Sin embargo, la marcha hacia la libertad de enseñanza no será rápida. Existe, por un lado, la ambigüedad de la misma Constitución italiana, que reconoce el derecho de crear centros de enseñanza pero sin cargas económicas para el Estado. En ese equívoco se amparan algunos para sostener que el reconocimiento de la libertad de enseñanza exigiría una reforma de la Constitución. De hecho, el gobierno acaba de rechazar una ley regional de Lombardía que promovía el cheque escolar (la región recurrirá en apelación, como ya hizo, con éxito, con una ley similar la región Emilia Romagna).
Está muy arraigada, además, una cierta mentalidad que mezcla el estatalismo con el anticlericalismo. Un buen ejemplo podría ser el título que Eugenio Scalfari, fundador del diario La Repubblica, daba a un largo artículo de opinión sobre este debate: «Nuestros dineros para las escuelas de los obispos». Naturalmente, el autor no se refería a una supuesta financiación de los seminarios (que son las «escuelas de los obispos»), sino que reducía el debate sobre la libertad de enseñanza a la financiación de los colegios católicos.