El reto de superar el retraso escolar entre hijos de inmigrantes
Amsterdam. Lograr que los hijos de familias inmigrantes aprovechen bien la enseñanza es un problema cada vez más presente en las escuelas europeas. Estos alumnos tropiezan con un doble obstáculo: en su mayoría pertenecen a ambientes desfavorecidos y además deben adaptarse a una cultura y una lengua ajenas. No es extraño que el retraso escolar les afecte especialmente. En este problema común a bastantes países europeos, resulta interesante examinar la experiencia de Holanda, que lleva 25 años invirtiendo millones de florines y aplicando proyectos especiales para erradicar el retraso escolar.
Como en toda Europa, la inmigración ha coloreado el panorama humano de los Países Bajos. A los holandeses del otro lado del océano, antillanos y surinameses, que vinieron a establecerse aquí, se unieron otras razas. Turcos y marroquíes, ghaneses, afganos, iraquíes, eritreos y gentes de otros pueblos fueron llegando a Holanda como trabajadores, o gracias a la ley de reintegración familiar o como refugiados políticos.
Sus hijos siguen hablando su propio idioma en casa, con los amigos del barrio y con los compañeros de colegio, por lo que la asignatura de lengua es la que más se resiente en la escuela. Aunque los padres, por el simple hecho de querer un mejor futuro para sus hijos, les empujan a estudiar, no pueden acompañarles en el proceso de aprendizaje por su desconocimiento de la lengua o del sistema holandés.
En la sociedad holandesa y en los medios de comunicación se denomina escuelas negras a los colegios con más de un 70% de inmigrantes. Estas escuelas se han multiplicado por cuatro de 1985 a 1995 y en los últimos años han aumentado en un 10%. De todas formas, desde el punto de vista de la mezcla racial, en Holanda no existen guetos ni una clase baja permanente. Pero los resultados de estas escuelas son hasta siete veces peores que los registrados en los centros con predominio de niños holandeses.
Contra las cuotas
Ante el crecimiento de las escuelas negras y por temor a que el sistema escolar se polarice, dividiéndose en colegios blancos y colegios negros, una de las soluciones es dispersar a los niños extranjeros, para que no lleguen a sobrepasar el 40% del alumnado. Este intento no está resultando, porque los padres, por lo general, llevan al niño al colegio más cercano y porque los colegios confesionales, acogiéndose al artículo 23 de la Constitución, que protege la libertad de enseñanza, pueden dar preferencia a los niños de su religión, evitando una proporción elevada de alumnos de otras creencias. Las escuelas públicas, pues, se van convirtiendo en escuelas negras con más rapidez que las confesionales: el hecho es que los padres holandeses, creyentes o no, buscan para sus hijos colegios con mayoría nacional.
«Las escuelas negras no lo hacen tan mal. En muchos casos consiguen el nivel requerido según los baremos nacionales, al igual que los otros colegios», afirma Peter Gramberg con datos en la mano, ya que acaba de doctorarse con una tesis sobre este tema. «No hay que confundir calidad de enseñanza con integración. La sociedad y el gobierno son los responsables de la integración de los inmigrantes; la escuela, de educar y de que los alumnos salgan bien preparados para el mundo laboral. En una buena escuela negra, esto se consigue, y la integración viene como consecuencia, aunque llegue más tarde».
Peter Gramberg, que ha hecho la tesis doctoral en el Centro de Estudios sobre el Medio Urbano de la Universidad de Amsterdam, asegura que si los colegios negros utilizan todas las subvenciones previstas, pueden resultar más eficaces para los hijos de inmigrantes, ya que les ofrecen una enseñanza especial y más atención a los padres para integrarlos en el proceso educativo. Gramberg está en contra de mezclar a los niños conforme a unas cuotas para conseguir una distribución racial preestablecida. Si un niño con retraso escolar cae en un colegio de elite, corre el riesgo de que no le llegue la misma atención individualizada que recibiría en un colegio con niños que encuentren las mismas dificultades. Es preferible tratar de que niños holandeses e inmigrantes se mezclen en actividades extraescolares, por ejemplo.
Peter Gramberg ha pinchado un tabú y por ello se ha convertido en una voz imprescindible en el debate escolar.
Proyectos para inmigrantes
En la financiación de los planes contra el retraso escolar, el Ministerio de Educación formula exclusivamente los criterios relativos al tipo de proyectos para los que destina subvenciones, por ejemplo, fijando la edad de los niños o definiendo el problema que se trata de solucionar. Los ayuntamientos gestionan los planes, junto con los colegios, y son los responsables de distribuir las subvenciones estatales. En el presupuesto anual para 2001 se destinaron 24 millones de euros extra para afrontar el problema educativo en las cuatro ciudades holandesas con mayor concentración de inmigrantes.
Bartjan Commissaris trabaja en la escuela de primaria Het Klaverblad y además es coordinador de escuelas básicas del sureste de Amsterdam, una zona de alta concentración de extranjeros. «Nosotros no hablamos de escuelas negras. No es un término racista, pero tiene una connotación más bien negativa. Oficialmente se llaman escuelas mezcladas con el 70% o más de extranjeros. Y para más precisión, los alumnos no son todos negros. Hay niños latinoamericanos, de la antigua Europa del Este, chinos y de más colores».
A partir de los dos años
El Centro de Investigación para la Enseñanza (CITO) ha diseñado un método, llamado «Piramide», para desarrollar el conocimiento del idioma y las habilidades sociales de niños con un nivel deficiente de neerlandés. Junto con «Kaleidoscoop», adaptado del americano «Scope», es el sistema más usado en el país. El método se aplica a partir de los 2 años y medio hasta los 6, y está obteniendo buenos resultados. Ahora se está implantando un nuevo proyecto, «Nieuwkomers» (recién llegados), con el que se ofrecerá una fase de adaptación y acompañamiento en la lengua del inmigrante hasta empalmar con los grupos de la enseñanza básica holandesa.
Se están poniendo en práctica también otras ideas originales. En la escuela De Knotwilg (Amsterdam) utilizan las artes dramáticas para ayudar a expresarse a los niños. Se recurre al gesto como mensaje, unas veces completando, otras incluso sustituyendo a la palabra.
Una iniciativa más, también en la capital, es la que recurre a la colaboración de los ancianos: es la figura del «Verhalenman» (el narrador de cuentos). Seis ancianos de Surinam, Marruecos, Turquía y Holanda visitan las 11 escuelas básicas de Amsterdam Norte (cuatro escuelas negras, dos de mayoría holandesa, una musulmana y otra para niños con problemas de aprendizaje) para contar cuentos tradicionales de sus culturas. El fin es mejorar el dominio del lenguaje por parte de los niños. Pero el proyecto también se propone transmitir normas y valores, junto con el respeto por los ancianos. Estos, a su vez, son entrenados por el promotor de la iniciativa, Karel Baracs, y ponen tal énfasis en los relatos, que hasta en los grupos más tumultuosos consiguen captar la atención de los niños.
Tutores de la misma nacionalidad
El Montessori College Oost (MCO), en Amsterdam, es un ejemplo de colegio de enseñanza profesional de grado medio con un 98% de alumnos inmigrantes. El MCO acaba de estrenar edificio, diseñado por Herman Herzberger, uno de los arquitectos holandeses más prestigiosos en materia de instalaciones escolares. «Una pequeña ciudad en una ciudad»: así lo definen por su cantidad de rincones, unidades, ensanches y escalinatas que hace que los alumnos pierdan la sensación de ser una masa. Este colegio recibe subvenciones ministeriales extra por tener alumnos de minorías culturales y aulas de primera acogida, es decir, grupos especiales para chicos que llegan sin saber nada de holandés o incluso analfabetos.
Los mayores problemas son peleas entre los chicos por asuntos de honor familiar: los noviazgos entre ghaneses y marroquíes pueden provocar guerras de clanes, y hoy día, con el teléfono móvil, se puede movilizar en un segundo todo un clan en los alrededores del colegio. Pero sobre todo hay jóvenes que abandonan los estudios, intimidación, amenazas, absentismo… «aunque la situación no es tan negra como la pintan los periódicos. El 25% de los alumnos falta alguna vez a clase, no habitualmente», puntualiza la directora, Marian Everhardt.
El colegio trata de solucionar sus problemas internamente con un equipo de ortopedagogos, monitores, logopedas y demás. Y no lo hace mal: el 96% de los alumnos aprueban el examen final. En MCO existe una figura especial, una especie de tutor o consejero para cada grupo étnico, que escucha a los alumnos y que, apelando a sus sentimientos para con la patria de origen, les motiva para que no den una mala imagen de su pueblo ante los holandeses.
No dejar de lado la religión
Desde mediados de 1920 goza la enseñanza holandesa de tipo confesional de los mismos derechos y financiación que la pública. Esta situación, única en el mundo, fue el resultado de la lucha de protestantes y católicos por la libertad de enseñanza y en igualdad de condiciones.
En cuanto a los contenidos, la identidad de los colegios se va difuminando en la práctica. Pero aún existe la posibilidad de fundar escuelas confesionales, y acogiéndose a ella los musulmanes han empezado a poner sus propios colegios. En 1999 había 30 escuelas primarias de este tipo y se autorizó la primera de enseñanza secundaria (cfr. servicio 138/99).
Sin embargo, la escasez de niños ha obligado a realizar fusiones de centros, y el gobierno ha dado base legal a la cooperación entre escuelas públicas y escuelas confesionales con una enmienda al artículo 23 sobre la libertad de enseñanza.
«El actual gobierno pasa de la religión como si no fuese un elemento esencial en el proceso de integración hacia una sociedad multicultural», reprocha Adriaan van Ginkel, doctor en Historia por la Universidad de Leiden que dejó la empresa para dedicarse a la enseñanza.
Van Ginkel da clase de Historia en el Albeda College, un gigantesco conglomerado escolar con varios tipos de enseñanza media, y habla desde su experiencia con alumnos kosovares, armenios, albaneses, turcos… «La historia les interesa: vienen de países que viven todavía en el pasado, y mi asignatura es un recorrido en busca de su identidad, de sus raíces». Van Ginkel aboga por defender la religión de cada alumno porque esta actúa como catalizador social. «Si creamos estabilidad para los musulmanes, si les damos la posibilidad de crear sus propias escuelas, educaremos ciudadanos responsables. No hay que tener miedo a los musulmanes. Yo temo más a un musulmán que bebe y se droga que a uno educado en sus propios valores, al cual tendemos enseguida a llamar fundamentalista».
Faltan profesores
La lucha contra el fracaso escolar se ha concentrado demasiado en los problemas de los extranjeros, declaraba el concejal de Enseñanza del Ayuntamiento de Amsterdam, Van der Aa. «Hacemos como si todos los niños holandeses fuesen hijos de catedráticos. Hay que quitar las barreras del retraso para todos los individuos, y estas barreras no coinciden siempre con la nacionalidad: también muchos niños autóctonos necesitan ese empujón».
El problema de la educación multicultural se agrava con la alarmante falta de profesores que sufre el país. Exceso de trabajo, mala imagen, salarios muy bajos, especialmente comparados con los de la empresa privada, disuaden a las nuevas generaciones de trabajar en la escuela. Y ese es un problema que puede complicar la integración escolar de los hijos de inmigrantes. Las investigaciones revelan que el retraso no se ha superado, a pesar de las grandes sumas invertidas. Pero también es verdad que la mayoría de los hijos de inmigrantes han llegado más lejos que sus padres.
Carmen Montón