La pobreza ya no solo es un riesgo para los desempleados: cada vez hay más trabajadores a los que el sueldo apenas les alcanza para llegar a fin de mes. Según Eurostat, este tipo de pobreza (in-work poverty) afecta al 9% de los trabajadores de la UE, y tiene especial incidencia entre los trabajadores con contrato temporal (15%), a tiempo parcial (15%), y entre los autónomos (23%).
España está levemente por encima de la media en “pobreza laboral” –aunque por debajo de Grecia, Polonia o Italia–, pero esta es especialmente alta entre los autónomos (35%) y los que tienen un contrato temporal (17,5%), que son casi un cuarto de todos los empleados, una de las tasas más altas de Europa. También es muy alta entre los trabajadores a tiempo parcial (19%), aunque en el conjunto de la fuerza laboral estos suponen una proporción más baja que la media de la OCDE.
¿Salario mínimo o transferencias?
Ante este panorama, algunos gobiernos están estudiando la posibilidad de incrementar el salario mínimo. No es la única manera de enfrentarse al problema de la desigualdad, ni quizá la más efectiva: hay quien ha propuesto, por ejemplo, una renta mínima universal o sujeta a ciertas condiciones. Sin embargo, frente a otras opciones, la medida de aumentar el salario mínimo tiene una ventaja: es relativamente sencilla, y políticamente muy rentable. Sin embargo, entre los economistas no hay consenso sobre los efectos que tendría en la contratación.
En Estados Unidos uno de cada cuatro trabajadores a tiempo completo cobra menos de dos tercios del salario medio. De ahí que el debate sobre el salario mínimo haya pasado a un primer plano. El tema se ha convertido en una lucha entre demócratas (partidarios) y republicanos (contrarios).
Entre los expertos americanos, algunos piensan que sería más eficaz aumentar el Earned Income Tax Credit (EITC) –un subsidio federal para hogares con pocos ingresos– que el salario mínimo. Lo primero asegura que las ayudas vayan destinadas a quienes realmente lo necesitan, mientras que lo segundo no distingue entre las diferentes situaciones familiares de las personas con bajos sueldos (desde aquellos que realmente necesitarían más dinero para mantener a sus familias, al estudiante con recursos que trabaja solo para ganarse un dinero extra). Además, incrementar el EITC no desincentiva la contratación, algo que, según algunos analistas, sí implica subir el salario mínimo.
La compleja relación entre salario mínimo y pobreza
Un reciente informe de la OCDE compara la cuantía del salario mínimo en 28 de los países miembros (en otros 8 países no existe) y qué porcentaje de los trabajadores lo reciben. En cuanto a esto último, España aparece como uno los países con un porcentaje más bajo, menor al 5%. Sin embargo, estas mediciones suelen tener importantes limitaciones. La de la OCDE no cubre las empresas pequeñas (menos de diez empleados), mientras que la de Eurostat, además, tampoco tiene en cuenta a los trabajadores a jornada parcial. Una información de El País, con datos del INE, situaba la cifra en el 12% para 2012.
En cuanto a la cuantía del salario mínimo, la media de la OCDE (en paridad de poder adquisitivo –PPA–, es decir, teniendo en cuenta el diferente coste de una cesta de la compra estándar según el país) rondaba en 2013 los 5,5 dólares por hora, una vez descontados los impuestos y contribuciones sociales. Por arriba destacan Australia, Bélgica, Irlanda, Francia y Holanda (entre 9,5 y 8 dólares); en los últimos puestos están México, Letonia, Chile y Estonia (entre 1 y 3 dólares). Estados Unidos (6,2 dólares) se sitúa algo por encima de la media, pero por debajo de países con una riqueza per cápita inferior como Reino Unido, Alemania o Canadá
España se encuentra aproximadamente en la media (5,3 dólares a la hora, 11.752 al año), y no tiene por delante a ningún país con menor riqueza per cápita (los últimos datos de Eurostat dan una cifra algo más baja). El poder adquisitivo al que daba acceso el salario mínimo tocó techo en 2010. Los dos años siguientes bajó bruscamente, y desde entonces prácticamente se ha mantenido igual. Sin embargo, España sale mal parada en otro indicador: es uno de los países donde una familia con dos hijos que solo ingresara un salario mínimo tendría más difícil superar el umbral de pobreza.
Comparado con el salario medio
Otra forma de medir el salario mínimo en un determinado país es compararlo con el sueldo más común. En 2013, el valor de esta ratio en la OCDE era de 0,47 (el salario mínimo suponía un 47% del de un trabajador medio), una cifra superior a la del año 2007, antes de la crisis. Turquía, Chile y Francia ocupaban los primeros lugares (por encima del 60%).
No obstante, estar arriba en esta clasificación puede significar cosas muy distintas: mientras que en Francia el poder adquisitivo al que da acceso el salario mínimo es alto (19.414 dólares PPA frente a los 13.143 de media en la OCDE), en Turquía y Chile es muy bajo (9.000 y 7.000 dólares respectivamente), solo que los sueldos medios también lo son. Por la misma razón, hay países como Estados Unidos, Japón, Canadá u Holanda donde la ratio es baja, pero porque el salario medio es alto, no porque el SM condene a vivir en la pobreza. En otros casos, como España o Grecia, el salario mínimo es bajo tanto en términos de poder adquisitivo como comparado con el sueldo medio.
Los impuestos aplicados a salarios mínimos suelen ser menores que los aplicados a los medios. España es uno de los países donde la diferencia es mayor: 16 puntos porcentuales (6% y 22% del importe bruto respectivamente) frente a los siete puntos de media en la OCDE (15% y 22%). Esto, unido a que las personas con salarios mínimos –comparadas con las desempleadas– no ven recortadas significativamente otras ayudas sociales, hace que sea el país donde una subida de la cuantía implicaría una mayor ganancia neta para el receptor.