Uno de los medicamentos más prescritos en Estados Unidos, al que se atribuía una amplia gama de efectos beneficiosos, resulta ser en realidad casi inútil y en algunos casos perjudicial. Millones de mujeres que durante años han recurrido a la terapia hormonal para aliviar los síntomas de la menopausia aseguraban sentirse mucho mejor. Pero cuando se ha hecho un estudio científico, se ha descubierto que tal aumento del bienestar era en su mayor parte imaginario.
Esas píldoras -una combinación de estrógenos y progestágenos- se recetan para combatir las molestias que ocasiona la menopausia: dolores, sofocos, sudores nocturnos que perturban el sueño. Pero gran número de mujeres han seguido tomándolas mucho después de pasar esa etapa de la vida. Según las mismas usuarias, tenían maravillosos efectos rejuvenecedores: les daban claridad de mente, mejoraban la memoria, aumentaban la libido y el vigor físico, subían el ánimo.
Sin embargo, no había pruebas objetivas. Una organización privada, la National Women’s Health Network, consiguió que el gobierno iniciara una investigación clínica, que se hizo con una muestra de 16.600 mujeres. Durante varios años, unas tomaron Prempro (la terapia hormonal más famosa, producida por los laboratorios Wyeth) y a las otras se administraron placebos. Los primeros resultados se dieron a conocer en julio pasado, cuando se suspendió el ensayo al observar un aumento de riesgos para la salud en las pacientes que tomaban hormonas. En concreto, se detectó una frecuencia ligeramente superior a la normal de accidentes cardiovasculares, trombos y cáncer de mama. Las ventas de Prempro bajaron un 50%. En enero, la autoridad sanitaria obligó a los fabricantes a incluir un aviso de los riesgos en las cajas de ese fármaco y los demás del mismo tipo.
Pese a ello, muchas mujeres siguieron tomando esos medicamentos, convencidas de que los riesgos eran compensados de sobra por los evidentes beneficios que ellas notaban. Pues bien, no hay nada de eso, según las conclusiones definitivas del experimento, dadas a conocer la semana pasada. The New England Journal of Medicine publicará el estudio en su número del 8 de mayo; pero los editores de la revista han considerado los resultados tan importantes que no han querido retenerlos hasta entonces. En suma, los datos muestran que los beneficios de la terapia comunicados por las usuarias («tengo más fuerzas», «duermo mejor»…) se reducen prácticamente a cero cuando se les aplican medidas objetivas. Solo se observa mejoría en tres síntomas: perturbaciones del sueño, dolores y vigor físico. Pero las diferencias no son significativas: 0,4 puntos en una escala de 20 en el primer caso, aproximadamente lo mismo en el segundo y menos de la mitad en el tercero. Y desaparecen a los tres años de tratamiento. De las otras ventajas no hay rastro.
Esto no significa que la terapia hormonal carezca por completo de utilidad. El estudio no excluye que sirva para la minoría de mujeres menopáusicas que sufren síntomas graves, pues por eso mismo ninguna de ellas fue elegida para participar en el experimento. La conclusión es que esos fármacos pueden proporcionar algún alivio si se toman durante la menopausia; pero es inútil y peligroso seguir usándolos después. No son las «pastillas del bienestar» que pacientes y médicos creían haber encontrado.