Doce de las principales revistas médicas del mundo han publicado un editorial conjunto en el que advierten a la industria farmacéutica y a los gobiernos que solo publicarán los resultados de los ensayos clínicos cuando los investigadores hayan tenido acceso a todos los datos y los patrocinadores no hayan puesto trabas a la publicación de los resultados.
Las revistas recuerdan en el editorial que los ensayos clínicos con nuevos medicamentos tienen la capacidad de modificar los tratamientos convencionales. La publicación de un ensayo clínico que haya tenido éxito puede suponer enormes beneficios económicos para la empresa farmacéutica propietaria del nuevo medicamento o aparato médico.
Hasta hace poco, investigadores independientes -normalmente de universidades- se encargaban de diseñar el ensayo, reclutar a los pacientes e interpretar los resultados. Sin embargo, los experimentos se han vuelto más complejos. Se estima que sacar al mercado estadounidense un nuevo medicamento cuesta alrededor de 500 millones de dólares. Esto explica que las empresas farmacéuticas hayan desarrollado los contratos con organizaciones de investigación (CRO), cuyos trabajos son más baratos que los ensayos clínicos académicos. El año pasado en Estados Unidos, los CRO recibieron el 60% de los fondos que la industria destina a ensayos clínicos, y los académicos, el 40%.
Las publicaciones advierten que estos estudios son más vulnerables a los intereses de los patrocinadores. Como comenta The Economist, a nadie sorprende que los científicos del McDonald’s Centre for Obesity Research recomienden una hamburguesa al día para reducir los niveles de colesterol. Pero otra cosa es organizar ensayos clínicos con el único fin de aprobar un nuevo fármaco; impedir el acceso a todos los datos; prediseñar el estudio; o limitar la participación de los científicos en las conclusiones, como ha ocurrido con algunos estudios recientemente, según dicen las revistas.
Para evitarlo, las publicaciones están elaborando un documento que contiene los requisitos mínimos para publicar un estudio en las revistas. Entre otras cosas, los editores exigirán al responsable del estudio firmar una declaración en la que se responsabiliza de todo el ensayo y de la decisión de publicarlo.
Los patrocinadores podrán revisar el estudio antes de su publicación durante un periodo (entre 30 y 60 días), para tener tiempo de patentar el nuevo medicamento, pero no podrán suprimir los aspectos perjudiciales para sus productos. Al parecer, se han dado casos de empresas que bloquean la publicación de un estudio o la retrasan durante años. El editorial aclara que aquellos requisitos se aplicarán también a las investigaciones financiadas por los gobiernos, pues podrían contradecir sus políticas sanitarias.
La situación se complica si se analizan los criterios de las propias publicaciones. El año pasado, Richard Smith, editor del British Medical Journal (BMJ) y profesor de periodismo médico en la universidad de Nottingham (Inglaterra), defendió en un editorial que las revistas tienen derecho a publicar estudios financiados con dinero de una tabacalera. Hace poco, en cambio, protestó contra la donación de 5,4 millones de dólares de la British American Tobacco a la Universidad de Nottingham. El BMJ inició una encuesta entre sus lectores, que opinaron que la universidad debería devolver el dinero y Smith dejar la universidad si la universidad se niega. Smith ha prometido hacerlo; la universidad, no (The Economist, 11-IX-2001). Quizás faltaba la pregunta acerca de los criterios de selección de las revistas para publicar determinados estudios.
Las revistas que han publicado el editorial son: Annals of Internal Medicine, Journal of the American Medical Association, New England Journal of Medicine, Canadian Medical Association Journal, Ugeskrift for Leger, The Lancet, MEDLINE/Index Medicus, New Zealand Medical Journal, Tidsskrift for Den norske Laegeforening, Nederlands Tijdschrift voor Geneeskunde, Medical Journal of Australia, Western Journal of Medicine. El BMJ publicará su propio editorial pero con la misma política.
Médicos: ojo con los regalos
Otra cuestión de deontología médica es la que plantea una campaña educativa recién iniciada por la Asociación Médica Americana (AMA), la organización profesional de los médicos de Estados Unidos. La AMA gastará un millón de dólares en difundir unas normas éticas sobre los regalos que los laboratorios farmacéuticos suelen hacer a los médicos. La campaña se dirige a médicos en ejercicio, estudiantes de medicina, médicos internos residentes y representantes comerciales de laboratorios. El año pasado, la industria farmacéutica norteamericana gastó unos 4.000 millones de dólares en enviar a las consultas de los médicos material de promoción de medicamentos, según la organización IMS Health.
Las normas fueron elaboradas por la AMA en 1992, y ahora se trata de que sean más conocidas y practicadas. En suma, establecen que los médicos solo deben aceptar regalos que supongan una ayuda para atender a los pacientes y sean de pequeño valor. También pueden aceptar modestos regalos personales para su trabajo, como artículos de escritorio. Pero han de rechazar obsequios caros, cenas, viajes o dinero, así como cualquier otro regalo que esté condicionado a su actuación profesional, por ejemplo, un «premio» por prescribir determinado medicamento. En efecto, el principal motivo por el que se publicaron en su día estas normas era que las atenciones de los laboratorios influyen en la elección de los fármacos que recetan los médicos.
La AMA difundirá las normas mediante 5.000 paquetes de material educativo y una área de información en Internet (http://www.ama-assn.org/go/ethicalgifts). Dos tercios del costo de la campaña han sido pagados por nueve de los laboratorios más poderosos, lo que no ha dejado de provocar suspicacia. Según los críticos, que la misma AMA haya aceptado donaciones de la industria farmacéutica resta credibilidad a la campaña.