David Brooks llama “odisea” al periodo de incertidumbre e inestabilidad que hoy media entre la juventud y la edad adulta, y que se ha alargado en los últimos tiempos (The New York Times, 9 octubre 2007).
Si antes se solía hablar de cuatro etapas en la vida (infancia, juventud, madurez, vejez), ahora -dice Brooks- hay que añadir dos más: la “jubilación activa” y la que denomina “odisea”, esa “década de andanzas que se sitúa entre la juventud y la entrada en la edad adulta”. Durante ese tiempo, los veinteañeros “estudian e interrumpen estudios. Viven con amigos y en casa. Se enamoran y desenamoran. Prueban un trabajo y después otro”.
Sus padres se preocupan porque “no perciben ninguna dirección clara en la vida de los hijos”. Algo incomprensible para ellos si se tiene en cuenta que para la generación del baby boom “la entrada en la vida adulta estaba marcada por el cumplimiento de ciertos objetivos: irse de casa de los padres, independencia económica, matrimonio y formación de una familia…” “En 1960, casi el 70% de las personas de treinta años había alcanzado estas metas; en 2000, menos del 40%”.
Aunque los “años de odisea” constituyen un fenómeno reciente, algunos sociólogos ya se han ocupado de estudiarlos. En su artículo, el autor se refiere en concreto a los trabajos de William Galston, de la Brookings Institution, y a Robert Wuthnow, de la Universidad de Princeton, que ha publicado el libro After the Baby Boomers.
Estas investigaciones perciben la “fluidez” que caracteriza la juventud de hoy. “Crecen en ambientes fuertemente estructurados, observa Wuthnow, pero tras los estudios entran en un mundo marcado por la incertidumbre, la diversidad, la búsqueda y los ajustes”. Las fórmulas del éxito de la generación anterior ya no sirven, pero los jóvenes se desorientan porque no se han establecido nuevas normas.
“El mercado laboral es fluido”, continúa. Los graduados ya no entran en una empresa donde harán una carrera hasta jubilarse, sino que encuentran un vasto menú de opciones en la economía de la información. La balanza de poder entre los sexos se ha modificado. Las mujeres con estudios ya no necesitan comprometerse con un hombre para conseguir sus objetivos; por sí solas pueden alcanzar independencia económica, estatus social, etc., y les resulta más difícil encontrar al hombre adecuado. Todo ello ha terminando afectando también al matrimonio. Los noviazgos se alargan y se reduce la presión para casarse, por lo que muchos jóvenes optan por la cohabitación.
Sin embargo, por ahora los estudios demuestran que los jóvenes inmersos en la “odisea” todavía conservan las aspiraciones tradicionales. De hecho, atribuyen a la paternidad mayor valor que la generación de sus padres. Brooks piensa que esta fase de “odisea” se acentuará en los próximos años, dando lugar a nuevos ritos e instituciones. “Estamos asistiendo a la creación de una nueva fase de la vida, igual que sucedió con la adolescencia hace un siglo”.