En muchas partes del mundo, los cristianos sufren acoso y violencia física por causa de su fe o de su acción social. Contra lo que suele pensarse, esto no ocurre únicamente en países islámicos, ni solo donde los seguidores de Jesús son minoría.
Cuando en Egipto, en pleno clima de tensiones, estalla una bomba ante una iglesia y ocasiona decenas de muertos, los espectadores del telediario sacan una conclusión rápida: Oriente Medio, con toda su saga de fundamentalismos islámicos, es el sitio donde más corre la sangre de los cristianos. Son minoría al fin y al cabo, en un océano musulmán…
No solo cuando son minoría
Ciertamente se ha agravado la persecución en el entorno árabe-musulmán (las noticias sobre Iraq, Siria, Egipto y el norte de Nigeria así lo corroboran). Pero el islam radical no es el único origen de los ataques, y los cristianos son víctimas también en sitios donde no son minoría.
Según datos del Pew Forum, apenas el 10% de los cristianos del mundo viven en sociedades en las que constituyen pequeños núcleos. Sin embargo, si se hurga en la historia del siglo XX, se advierte que la mayor parte de los cristianos que padecieron violencia no vivían en países musulmanes, sino en otros de tradición mayoritariamente cristiana, como Rusia y Ucrania. Asimismo, en América Latina, muchos cristianos fueron víctimas de los regímenes dictatoriales que asolaron el continente.
En su obra “La guerra global contra los cristianos” (1), el periodista John L. Allen Jr. desnuda algunas de las ficciones que rodean esta a veces sutil, a veces descarnada guerra contra los seguidores de Cristo. Las cifras son testarudas, y asombra saber que sitios donde los cristianos son teóricamente mayoría, pueden ser muy peligrosos para quienes viven su fe con radicalidad.
Allen cita, en tal sentido, el reporte de la agencia FIDES sobre los agentes pastorales asesinados en todo el mundo durante 2011. “Se registraron –apunta– 26 muertes, y lo chocante fue que, de ellas, solo una ocurrió en un país donde los cristianos son minoría: la del catequista laico Rabindra Parichha, asesinado en Orissa, en el oriente de la India. Todos los restantes murieron en sitios donde son mayoría”.
La lista de 2011 es, en todo caso, un segmento de la larga cadena de asesinatos contra cristianos. Países “católicos” como Filipinas, Italia y Colombia, por solo citar tres ejemplos, son sitios donde los creyentes pueden caer por diversos motivos: si no como objetivos de una persecución sistemática por causa de la fe, sí por promover la libertad religiosa, la amistad entre los diversos credos o el poder transformador del perdón, o bien por solidarizarse con los pobres, o por comprometerse con la defensa de la cultura de la vida.
A la mano está el testimonio del arzobispo de Cali, Isaías Duarte, quien denunció repetidas veces la violencia de la guerrilla y los narcotraficantes en Colombia, y que fue tiroteado por dos sicarios en 2002 (cfr. Aceprensa, 27-11-2002); y el del fraile Fausto Tentorio, asesinado en Filipinas por un militante de ultraderecha que lo creía “comunista”; y el de don Pino Puglisi, asesinado en 1993 por animar a los jóvenes a no dejarse seducir por las bandas mafiosas de Palermo, y por trabajar por el perdón y la reconciliación (cfr. Aceprensa, 30-05-2013).
“Bien se puede decir –afirma acertadamente Allen– que si un sacerdote católico no está seguro ni en Italia, no se necesitan más pruebas de la vacuidad del mito de que esto solo ocurre donde los cristianos son minoría”.
Autor:
John L. Allen
Colorado Springs (2013).
320 págs.
25 $ (papel) / 12,99 $ (digital).
El “asombro” de las autoridades
“Fue algo inesperado. ¡Nadie lo vio venir!”. Así exclamarían algunos cuando, en vísperas del viaje del Papa Benedicto XVI a Chipre, en junio de 2010, un ciudadano turco asestó varias puñaladas al obispo católico de Anatolia, Luigi Padovese (cfr. Aceprensa, 9-06-2010). La muerte del prelado fue atribuida oficialmente al presunto “desequilibrio mental” del victimario, quien fungía como su chofer.
Es el mito de la “sorpresa”. La realidad, sin embargo, es que se fue pavimentando el terreno para tal desenlace, sin que las autoridades movieran un dedo para atajarlo. Que un obispo católico muera a manos de un fanático musulmán en Turquía, no puede verse disociado de antecedentes como la muerte del sacerdote Andrea Santoro en 2006 (cfr. Aceprensa, 1-03-2006), o los ataques a otros tres pastores ese mismo año, o el asesinato de Hrant Dink, un activista protestante por los derechos humanos, en 2007 (cfr. Aceprensa, 21-11-2007).
La “sorpresa” queda aún más desacreditada al constatarse cuán poco se esfuerzan las autoridades turcas por desactivar el clima anticristiano. La cristofobia palpable en el mensaje de los medios de prensa y en el cine, es compartida por los servicios de seguridad. En 2005, un reporte de inteligencia sobre “elementos reaccionarios”, desvelado por el diario Cumhuriyet, metía en el mismo saco de los “peligrosos” a los grupos terroristas islámicos y a los misioneros cristianos “que cubren Turquía como una telaraña”.
Afirmaciones como esta sintonizan perfectamente con los resultados de un sondeo financiado por la UE en 2008, el cual arrojó que un tercio de musulmanes turcos no desearían tener vecinos cristianos. Asimismo, más de la mitad expresó que debería prohibírseles a estos expresar públicamente sus puntos de vista religiosos, así como servir en el ejército.
¿Vale sorprenderse entonces con la reacción del empleado de Mons. Padovese, como si fuera un electrón suelto, una oveja negra que se salió de un redil tradicionalmente “respetuoso y tolerante” con los demás?
En Corea del Norte, se estima que entre 50.000 y 70.000 cristianos languidecen en las cárceles por causa de su fe
Millones de personas en situación de riesgo
La idea del islam como el enemigo fundamental de los cristianos no encaja con la realidad de la milenaria presencia cristiana en países como Iraq o Siria. Ha sido solo muy recientemente que estas comunidades de creyentes han implosionado, como fruto del auge de facciones terroristas que atentan no solo contra la religión de la cruz, sino incluso contra las variantes poco “ortodoxas” –léase extremistas– de la religión de la media luna.
Según explica Allen, mientras en sitios como Kazajstán o Indonesia –el país con la mayor población musulmana del mundo– se evidencian relaciones de cooperación con la minoría cristiana, en muchos otros lugares del planeta acecha una “galaxia de amenazas” que no tiene nada que ver con el islam.
Una de ellas es el totalitarismo, que atenaza no solo a la diversidad política. Lo saben bien los cristianos de Corea del Norte, que se arriesgan a ir a prisión con toda la familia si son sorprendidos con una Biblia (cfr. Aceprensa, 26-07-2013). En ese paupérrimo reducto de estalinismo asiático, se estima que entre 50.000 y 70.000 cristianos languidecen en las cárceles por causa de su fe. Más al norte, en la vecina China –“comunista” en sus manuales políticos y fieramente capitalista en la práctica económica–, los católicos que no se integren en la Asociación Patriótica –suerte de Iglesia oficial– se arriesgan a ver dramáticamente vulnerados sus derechos.
El crimen organizado y los intereses económicos espurios pueden constituir otra grave amenaza. Al ejemplo del P. Puglisi se puede sumar el de las víctimas del narcotráfico en México, o el de los defensores de los derechos de los pueblos aborígenes, como sor Dorothy Stang, una religiosa norteamericana que murió tiroteada por dos matones en la selva brasileña. “Incluso allí donde los cristianos no están enfrentando explícitamente al crimen organizado –acota Allen– pueden convertirse en víctimas simplemente por estar en el lugar”.
El cóctel de amenazas, a lo que se ve, tiene de todo: lo mismo las acciones violentas de los fundamentalistas hindúes en la India, que las de los budistas en Sri Lanka, que el odio de quienes, sin religión, llenan las paredes de los templos con pintadas como “¡Quema tus iglesias!”, fatal invitación escrita en las fachadas de varias parroquias francesas en 2010, que las autoridades no se tomaron con demasiada preocupación.
Quizás por ello el autor de “La guerra global contra los cristianos” no se anda por las ramas: “La muy esperada reforma del islam hacia la moderación puede llegar mañana mismo, que de todas formas, millones de cristianos aún permanecerán en situación de riesgo”.
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(1) John L. Allen Jr., The Global War on Christians: Dispatches from the Front Lines of Anti-Christian Persecution, Image, Colorado Springs (2013), 320 págs., 25 $ (papel) / 12,99 $ (digital).