Durante un año y medio, Napster permitió a millones de internautas compartir canciones, sin comprarlas, a través de Internet. El mes pasado suspendió pagos y cerró, a consecuencia del pleito que le pusieron las cinco mayores multinacionales discográficas por violación de derechos de autor. Pese al fracaso, Napster ha servido para comprobar que existe gran demanda de música digital y discos que el usuario pueda hacerse a su gusto. Las mismas compañías que la derrotaron en los tribunales intentan ahora explotar ese mercado. Pero no ofrecen tanto como los nuevos servicios de intercambio, que son mucho más populares.
La larga agonía de Napster comenzó hace un año, cuando suspendió su actividad para intentar transformarse en un servicio por suscripción (ver servicio 103/01). Con ese fin empezó por pagar 26 millones de dólares a los propietarios de los derechos de las canciones presentes en la base de datos de la era gratuita. Pero pasó el tiempo sin que Napster consiguiera adaptar su sistema para filtrar las descargas. Ahora Napster está muerto, y su marca es propiedad de Bertelsmann, que compró la empresa pocos días antes de la quiebra.Una idea feliz
Desde su inicio en 1999 hasta que las cinco grandes multinacionales discográficas la hundieran con un pleito, Napster tuvo un éxito fulgurante porque era una idea feliz. Su fundador, Shawn Fanning, es un mago de la informática que a los 18 años inventó un programa eficaz y fácil de usar para intercambiar archivos mp3. Napster permitía que un número ilimitado de usuarios compartieran la música que tuvieran en sus ordenadores personales, convenientemente catalogada en una base de datos central. Los aficionados -jóvenes, sobre todo- respondieron de manera entusiasta: Napster llegó a servir 2.800 millones de descargas en un mes.
El problema era que los derechos de reproducción de las canciones pertenecen a las casas discográficas. AOL Time Warner, Bertelsmann, EMI, Sony y Vivendi Universal se querellaron contra Napster, al que acusaban de complicidad en la violación del copyright por parte de los usuarios. El juez dio la razón a los demandantes, y obligó a Napster a garantizar que nadie pudiera utilizar el servicio para descargar gratis música de esas compañías. No lo logró.
De todas formas, los fans de Napster no eran simples piratas; también eran clientes potenciales sin proveedor. Gracias al formato digital, la música ya no está ligada al soporte físico. No hay por qué comprar un CD entero si interesan solo un par de piezas. En vez de almacenar discos en estanterías, uno puede tener su música preferida en el ordenador, más fácilmente accesible y catalogada como mejor le convenga. Mediante una grabadora de CD, producto asequible y popular, cabe hacerse álbumes a la carta, con el contenido que se quiera. Todo eso era posible, y estaba gratis en Napster; pero nadie lo pagaba porque no se vendía. Las discográficas rehusaban atender a la demanda de música on line, que consideraban una peligrosa amenaza a su rentable negocio de vender discos.
Las grandes llegan tarde
Tarde y con dudoso entusiasmo, las cinco grandes anunciaron poco después de la condena judicial a Napster que pondrían sus propios portales de música (de pago, naturalmente). Después aparecieron sitios independientes, a los que unas u otras discográficas dieron licencia para distribuir la música de sus sellos. (Ver abajo, «Referencias en Internet».)
Los portales de pago son aún hoy incipientes, y la lentitud de las discográficas ha hecho que aparezcan sucesores de Napster, con mayor éxito incluso. En febrero de 2001, justo antes de la sentencia, Napster alcanzó la cima, con 13 millones de usuarios. En esa fecha, los otros servicios de música gratuita tenían 1 millón de usuarios. Napster cayó drásticamente a partir de julio siguiente, cuando suspendió la actividad por orden judicial, mientras los sitios alternativos no paraban de crecer. En marzo pasado sumaron 23 millones de usuarios. Para entonces, Napster había perdido casi todos los suyos.
Más pleitos
Las discográficas han iniciado acciones contra los sucesores de Napster, pero esta vez no lo tienen tan fácil. Napster alegaba que solo permitía el intercambio de copias privadas; pero sus servidores, aunque no almacenaban los archivos, guardaban una base de datos con las canciones que los usuarios habían puesto a disposición de todos. Esta segunda generación de servicios no funciona de la misma manera. Los programas con que se usan (Kazaa, Morpheus, Grokster, eDonkey, Audiogalaxy Satellite) se basan en el sistema P2P (peer to peer, de igual a igual). Buscan y transmiten los archivos mp3 o de vídeo sin que intervenga un servidor central que guarde catálogos de canciones disponibles. Se limitan a localizar las canciones en los ordenadores de quienes están conectados en ese momento. Los nuevos napsters argumentan, pues, que no controlan las descargas: la industria tendría que demandar a millones de internautas.
La amenaza de ir a juicio ha dado ya algunos frutos. A finales de mayo pasado, la Recording Industry Association of America (RIAA), la organización empresarial de las discográficas norteamericanas, se querelló contra el portal Audiogalaxy. El 18 de junio, Audiogalaxy accedió a un acuerdo extrajudicial por el que procedió a bloquear el acceso gratuito a la mayoría de las canciones. Siguen pendientes de resolver las demandas de la RIAA contra Kazaa, Morpheus, Grokster y otros programas P2P. StreamCast Networks, la empresa propietaria de Morpheus, ha declarado que no tiene dinero para pagar abogados y se resignará a ser juzgada en rebeldía.
Pero los servicios gratuitos siguen ganando la partida. Según un estudio publicado a finales de abril pasado por Websense, empresa que analiza las tendencias en Internet, los sitios de intercambio de música habían alcanzado hasta esa fecha 38.000 páginas, lo que supone un crecimiento del 535% en un año. Mientras que los portales de pago cuentan sus abonados por decenas de miles a lo sumo, Kazaa y Morpheus han sido bajados más de 150 millones de veces. En CNET, uno de los sitios más usados como fuente de herramientas informáticas, el 30% de las descargas son de software P2P.
Los discos dan más dinero
Esto muestra que la piratería cunde o que la música on line constituye un vasto mercado, según se mire. Las discográficas afirman que sus ofertas en Internet -con tarifas en torno a 10 dólares al mes- resultan razonables y atractivas. Por su parte, los internautas les encuentran desventajas. Los catálogos de grabaciones disponibles son limitados, pues cada sitio tiene solo las de los sellos que le conceden licencias. A esto hay que añadir las restricciones de uso. Por lo general, solo se permite cierto número de audiciones en línea; el límite de descargas es aún más bajo, y no se pueden copiar canciones en un CD, salvo en algunos sitios, y con limitaciones.
Los analistas de Webnoize, una asesoría de negocios electrónicos, señalan que los portales de pago solo prosperarán si realmente llegan a ofrecer servicios que no puedan dar los gratuitos. Tienen a su favor que la descarga desde sus servidores es más eficiente que por el sistema P2P, que mantienen verdaderos catálogos de las canciones en venta y que no necesitan molestar al usuario con publicidad. Pero las casas discográficas, con su resistencia a dejar que su música quede almacenada fuera de los discos que ellas venden, no satisfacen aún la demanda del público.
Los discos son el negocio de la industria, no tanto de los intérpretes. Los artistas no viven de los derechos de autor, sino sobre todo y fundamentalmente de las actuaciones en directo; pero saben que si quieren llenar conciertos, necesitan vender discos y tener el respaldo de algún sello poderoso. De hecho, el reparto de los beneficios de la venta por Internet ha dado lugar en Estados Unidos a una disputa entre los cantantes y los servicios Pressplay y MusicNet. Cuando una pieza se usa para acompañar una película, un anuncio publicitario o un sitio de Internet, los derechos se distribuyen a partes iguales entre el autor y el sello. En cambio, cuando se vende un CD, los autores se llevan el 15%, por término medio, y de esa cantidad se deducen además gastos como el empaquetamiento de los discos o los ejemplares de promoción. Pressplay y MusicNet pagan a los intérpretes en torno al 15% de cada canción vendida, y siguen aplicando la deducción acostumbrada aunque en la venta por Internet no se incurre en los gastos adicionales propios de los discos. Total: los artistas se llevan unos 0,23 centavos por canción, algo más del 9%. Reclaman el 50%, y algunos han exigido que su música sea retirada de los portales.
La música puede ser barata
La industria va dando algunos pasos para satisfacer a los internautas. El 1 de julio Universal anunció que había autorizado la venta de su música en Rhapsody, que se convierte así en el primer portal con acceso a los catálogos de las cinco grandes discográficas. Pero Rhapsody, propiedad de Listen.com, es al mismo tiempo el sitio con más restricciones: no permite descargar canciones ni grabarlas en CD, a excepción de la música clásica. El mismo día se conoció otro acuerdo: Warner ha dado la licencia necesaria para que su música se pueda copiar en CD a través de MusicNow, el nuevo portal de Full Audio. Estos movimientos parecen alentados por la investigación que tiene abierta el Departamento de Justicia de EE.UU., por la sospecha de colusión entre las cinco grandes para dominar la distribución de música por Internet.
Las discográficas están entrando en el negocio de la música on line porque temen perder mercado. Según el último informe de la International Federation of the Phonographic Industry (IFPI), el año pasado las ventas mundiales de grabaciones bajaron un 6,5% en volumen y un 5% en valor, hasta 33.700 millones de dólares. La IFPI atribuye el descenso a la piratería. Es posible; pero las ventas vienen disminuyendo, con algunos altibajos, al menos desde 1996 (sumaron 39.800 millones de dólares en ese año), antes de Napster y los CD grabables.
Sin pretender disculpar a la piratería, hay que reconocer un hecho: el formato digital demuestra que la música puede ser mucho más barata (ver servicio 13/99). Tal vez el público esté dispuesto a pagar por la música, pero no de la manera en que se empeñan las discográficas. No parece justificado vender a precio de novedad recopilaciones de Elvis Presley, un artista con el que las discográficas han ganado ya montañas de dinero.
Tal vez la industria de la música tenga que replantearse el negocio. Hasta ahora, han hecho más por combatir a los piratas que por convertirlos en clientes. Como dice un analista al que hemos podido consultar: «Las grandes compañías discográficas saben que van a estrellarse contra un iceberg (los nuevos sistemas de consumo de música), del que solo se ha visto por el momento la novena parte. Saben que no pueden esquivarlo. Saben que pretender mantener el modelo de negocio vigente es como defender la supervivencia del telegrama frente al correo electrónico. Y han decidido denunciar al iceberg».
Alberto FijoLas radios de Internet tendrán que pagar derechos por emitir canciones
Otro frente de lucha para las discográficas es el de las radios en Internet, llamadas webcasters. En Estados Unidos han proliferado estas emisoras (hay unas 50.000, muchas sacadas adelante por meros aficionados), que cuentan con pequeñas audiencias, interesadas en algún tipo peculiar de música, o que buscan alternativas a los éxitos comerciales. Sobreviven económicamente porque hacen uso de material por el que no pagan derechos de autor.
Ya no será así. El pasado 20 de junio, James Billington, bibliotecario del Congreso (la autoridad competente en esta materia en Estados Unidos), puso fin a la irregularidad. A instancias de la RIAA, ha resuelto imponer a las emisoras on line cuotas por derechos de autor de la música. Si hubiera accedido a las exigencias de la RIAA, casi todas estas radios habrían ido a la ruina.
Pero Billington ha suavizado las condiciones. Las radios on line pagarán 0,07 centavos por emisión y oyente, lo mismo que las convencionales cuando retransmiten sus programas por Internet. Si la radio no es comercial, la tarifa se reduce a 0,02 centavos También se han reducido ligeramente los derechos por copias no permanentes para uso de las emisoras. Pero, contra las pretensiones de las radios, la referencia para calcular las cantidades debidas por derechos de autor no serán los ingresos de las emisoras -lo que habría ayudado a garantizar la continuidad de muchas, sobre todo las más pequeñas-, sino la audiencia y el número de canciones emitidas. Este decreto tendrá efectos retroactivos hasta octubre de 1998, momento en que entró en vigor la ley de copyright, por lo que las emisoras tendrán que pagar los derechos de las canciones emitidas desde entonces.
Los defensores de la radio on line sostienen que las tarifas son excesivas y no dan posibilidad de subsistir más que a las retransmisiones por Internet de las emisoras convencionales. Las webcasters pequeñas, dicen, desaparecerán por centenares.
Ricardo Calleja Rovira
También el cine
Mediante el sistema P2P circulan diariamente por la red, además de canciones, entre 300.000 y 500.000 archivos de películas, según cálculos de la consultora Viant en un estudio publicado en agosto de 2001. Películas como Spider-Man, El Señor de los Anillos o El ataque de los clones circulaban por Internet antes del estreno en las salas. Con Morpheus es posible descargar películas en formato digital. El catálogo llega a unos 5.000 títulos.
Pero es dudoso que esta piratería cinematográfica robe espectadores a los cines o videoclubs, pues las copias sacadas de la red dan un rendimiento notablemente inferior al de la pantalla grande y aun al del vídeo doméstico.
Según dice un aficionado al cine con una amplia colección de películas en distintos soportes: «Una cosa es bajarse Spider-Man -que, por cierto, es muy raro que no la veas en el cine- y otra recurrir a Internet para ver El rostro impenetrable de Marlon Brando porque no la encuentras en vídeo ni en DVD y se te escapó sin grabarla una emisión por televisión hace un año a las tres de la madrugada. La mayor parte de la gente que conozco y descarga películas de Internet, lo hace por verificar lo que le han contado o para tener una película que no encuentra en las tiendas». Son quizá otros clientes insatisfechos, que pagarían el acceso a una filmoteca digital en la red, si existiera. A.F.
Referencias en InternetIndustria discográfica Recording Industry Association of America: www.riaa.org International Federation of the Phonographic Industry: www.ifpi.orgIntercambio de música Kazaa: www.kazaa.com Morpheus: www.streamcastnetworks.com Grokster: www.grokster.com Audiogalaxy: www.audiogalaxy.com eDonkey: www.edonkey2000.comMúsica de pago Pressplay (Sony, Universal): www.pressplay.com Rhapsody: www.listen.com RealOne Music Pass (RealNetworks, propietaria del programa RealOne Player): www.real.com/realone/services/music.html; distribuye la música de MusicNet (Bertelsmann, EMI y Warner): www.musicnet.com Emusic: www.emusic.com