La película de Peter Mullan Las hermanas de la Magdalena tiene poco parecido con la realidad. Los casos de maltrato fueron la excepción, no la regla en las lavanderías Magdalena, centros a medio camino entre asilos y reformatorios para mujeres jóvenes que trabajaban sin sueldo a cambio del alojamiento. Un informe oficial, publicado a principios de febrero, señala que la mayoría de las internas que han aportado su testimonio guardan buen recuerdo de las religiosas, y que la responsabilidad era más del Estado que de la Iglesia (ver abajo “Datos esenciales del informe”).
Belfast. “La falta de información directa sobre las condiciones de vida y de trabajo en las lavanderías Magdalena se ha suplido en gran parte con historias antiguas (antes de la independencia) y ficciones literarias o gráficas. Parece también que en torno a estos centros se han hecho suposiciones basadas en los casos de lamentables abusos sufridos por niños y niñas en las escuelas profesionales y reformatorios irlandeses a los largo del siglo XX”.— Informe McAleese.
La película de Peter Mullen Las hermanas de la Magdalena (2002) es sobre malos tratos en los asilos o “lavanderías” Magdalena en la Irlanda de los años sesenta. Cualquiera que la viera o leyera sobre ella, y no tuviera conocimiento previo de estas instituciones, sin duda se escandalizaría. La película de Mullen, que presenta bajo la luz más desfavorable posible las condiciones de vida en las lavanderías y el trato que recibían las jóvenes que residían allí por parte de las monjas que regían los centros, ha quedado un tanto desacreditada con la reciente publicación del informe McAleese, encargado por el gobierno irlandés. El informe muestra claramente que las ideas dominantes sobre la implicación de la Iglesia católica en esas instituciones, y sobre lo que ocurría en su interior, eran erróneas.
Según escribe Brendan O’Neill en un reciente artículo para el blog del Telegraph, “los autores del informe McAleese, que como todos nosotros estaban imbuidos de la difundida imagen de las lavanderías Magdalena como campos de concentración a cargo de monjas, parecen haberse sorprendido ante ‘el elevado número de mujeres que hablaban elogiosamente de las monjas’”.
Muchas mujeres que testificaron ante la comisión oficial sobre su estancia en las lavanderías hablaban elogiosamente de las monjas
Escándalo inflado
Indignados por los aparentes malos tratos a tantas jóvenes inocentes y vulnerables en esas instituciones, muchos católicos de Irlanda resultaron comprensiblemente desconcertados, en un país ya en estado de confusión por el escándalo de los abusos de menores. Sin duda, las intenciones de algunos periodistas eran rectas y honradas: quizá querían que se prestara más atención a la amarga sensación de injusticia que todavía exaspera a tantos fieles desencantados.
La película de Mullen, junto con otras informaciones de los medios en los últimos años, no ha aportado la claridad que necesitan quienes no han podido aún cerrar una época difícil de su vida, y también un público confuso y frustrado que, a la vista del informe, parece haber sido estafado por la jauría mediática sedienta de sangre católica. Aunque la película de Mullen no oculta que, pese al tiempo pasado en las hoy tristemente célebres lavanderías Magdalena, algunas de aquellas mujeres siguen siendo católicas convencidas, este detalle no casa con la creencia popular de que había malos tratos.
En un intento de separar hechos de ficciones, falacias de pruebas y testimonios cuidadosamente reunidos, esperamos que la siguiente recopilación de informaciones contribuya a desmitificar algunas de las suposiciones corrientes en torno a las lavanderías Magdalena en Irlanda.
Casi una de cada cinco internas entraron en las lavanderías por voluntad propia
Poco maltrato
“En la mente de los irlandeses, y de cualquier otro que haya visto o leído uno de las muchas películas, obras de teatro o libros sobre las lavanderías Magdalena, estas eran instituciones espantosas repletas de violencia y vigiladas por monjas sádicas y perversas. Pero el informe McAleese no ha hallado uno solo caso de abusos sexuales cometidos por monjas en ninguna lavandería Magdalena. Ni uno solo. Además, la gran mayoría de las entrevistadas dijeron que nunca sufrieron castigos físicos en las lavanderías.
“Como dijo una mujer, ‘Me quedé atónita cuando leí en los periódicos que nos golpeaban y nos rapaban la cabeza y que las monjas nos maltrataban… Nunca me tocó una monja, ni vi que tocaran a nadie”. El pequeño número de casos de castigo corporal comunicado a McAleese consistían en lo que solía hacerse en muchos colegios normales de los años sesenta, setenta y ochenta: azotes con vara en las piernas o golpes en los nudillos”.— Brendan O’Neill, The Telegraph News Blog.
“La gran mayoría de las mujeres que testificaron ante la Comisión dijeron que ni ellas habían sufrido malos tratos en las Lavanderías Magdalena ni vieron infligirlos a otras. A este respecto, las que habían estado antes en una escuela profesional o en un reformatorio subrayaron que su experiencia en las Lavanderías Magdalena fue claramente distinta: en estas no se daba la brutalidad que era la norma en las otras instituciones.
“Una mujer contó que había sido objeto de abuso sexual por parte de una auxiliar en una lavandería Magdalena. No le constaba que hubiera otro caso como el suyo. Las auxiliares, a veces llamadas ‘consagradas’ o ‘magdalenas’, eran mujeres que habían ingresado en una lavandería Magdalena y luego decidieron permanecer allí toda la vida. Ninguna otra mujer de las que hablaron con la Comisión dijo haber sufrido abusos sexuales en las lavanderías Magdalena. En cambio, bastantes dijeron a la Comisión que habían sufrido abusos sexuales en la casa paterna o en otras instituciones, antes o después de su paso por las lavanderías Magdalena”.— Informe McAleese.
No solo para madres solteras
“El primer asilo de la Magdalena que hubo en Irlanda fue fundado en 1767 por una bienhechora protestante llamada lady Arabella Denny, para acoger a ‘prostitutas arrepentidas’. Los primeros asilos católicos de la Magdalena en Irlanda no surgieron hasta varias décadas después. También en otros países se fundaron asilos de la Magdalena. Por ejemplo, la Magdalene Society of Philadelphia se constituyó en 1800 a iniciativa de cuáqueros y otros, con el fin de ‘devolver al camino de la virtud a las infelices mujeres a quienes robaron la inocencia cuando nadie las guardaba’.
“También en Irlanda del Norte hubo asilos de la Magdalena, dirigidos tanto por la Iglesia anglicana como por los presbiterianos. Respondían a una necesidad real. No eran solo para prostitutas. Muchas de las internadas en ellos eran mentalmente retrasadas y fueron enviadas por sus propias familias. Otras eran madres solteras. Una pequeña minoría eran culpables de delitos como infanticidio y fueron internadas allí como alternativa a la prisión.
“Muchas mujeres fueron enviadas a esas instituciones sin verdadera justificación, lo que da idea de la severidad reinante en aquella época. No conocemos la distribución entre las distintas categorías de mujeres porque, en Irlanda al menos, no se han examinado bien los archivos de las instituciones.(…)
“En el siglo XIX y durante buena parte del XX, el internamiento en instituciones era la respuesta a toda clase de problemas sociales. Pero seamos claros también sobre otras cuestiones. Primero, en Irlanda los asilos Magdalena no fueron establecidos en primera instancia por la Iglesia católica. Segundo, existían también en otros países, no solo en Irlanda. Tercero, no se pusieron principalmente para madres solteras, y hasta hoy no se sabe qué proporción eran tales del total de internadas”.— David Quinn, Independent.ie.
Las jóvenes ingresaban enviadas, en su mayor parte, por el Estado. Otras eran remitidas por personas o instituciones de la Iglesia, o por sus propias familias. Cerca de la quinta parte entraban por voluntad propia.
Pruebas para hacer justicia
Se ha publicado mucha información y muchas opiniones acerca de este concreto episodio de la historia reciente de Irlanda. Como resulta escandaloso, aunque probablemente mal interpretado y si duda mal entendido, es importante recordar que estos y otros abusos en torno a la Iglesia católica en Irlanda, y la feria mediática que mete todo en la misma caseta y cobra por echar una mirada, no son exclusivos de Irlanda ni de la Iglesia católica.
Aunque tantas veces no se haya tratado el asunto con la verdadera perspectiva, el hecho es que a algunas mujeres que estuvieron internadas en las Lavanderías Magdalena se les causó un daño real y duradero; muchas de ellas dejaron de ser católicas practicantes hasta el día de hoy. Eso no se puede negar. Como señala David Quinn cuando reclama que se reúnan todos los datos disponibles sobre las lavanderías, “en todo caso, dejemos clara una cosa: sin duda hubo maltrato en esas instituciones, y las mujeres maltratadas merecen reparación”.
A la vista de las revelaciones del informe McAleese, cabe esperar que la justicia tan largamente dilatada, de la que habla Quinn, se pueda por fin alcanzar a partir de pruebas claras e indudables.
Ronan Wright es
colaborador habitual de Position Papers
y director del blog de cine Filmplicity
Datos esenciales del informe
A partir de los años noventa comenzaron a circular en Irlanda historias sobre las lavanderías Magdalena, que cobraron auge con el estreno de la película de Peter Mullan sobre estas instituciones, regidas por religiosas católicas. Una asociación de antiguas internas o descendientes, Justice for Magdalenes, reclamó al gobierno irlandés que investigara las denuncias y compensara a las víctimas. Pero el gobierno dijo que el Estado no enviaba a las mujeres a las lavanderías.
En 2011, la asociación llevó el caso al Comité contra la Tortura, de la ONU, y el gobierno, en julio del mismo año, constituyó una comisión encargada de elaborar un informe. Para presidirla nombró al senador Martin McAleese.
El informe se publicó el 5 de febrero. El gobierno se dio dos semanas para estudiarlo, y al cabo del plazo, el primer ministro, Enda Kenny compareció ante el Parlamento para reconocer públicamente la responsabilidad del Estado y pedir perdón a las mujeres afectadas.
La comisión McAleese ha estudiado los datos disponibles sobre las diez lavanderías que existieron entre 1922, año de la independencia irlandesa, y 1996, cuando cerró la última. Estaban dirigidas por religiosas de cuatro congregaciones. En el periodo considerado pasaron por aquellos centros unas 10.000 mujeres, de las que aún viven alrededor de mil. La estancia media fue de 7 meses; una minoría, el 8%, estuvo más de diez años. La edad media era de 23 años. Recibían alojamiento y manutención, mientras trabajaban sin salario lavando ropa. Los centros se sostenían con los pagos de personas e instituciones a las que prestaban servicio de lavandería, y también con ayudas del Estado y donativos de particulares. No daban beneficios, como ha averiguado la comisión McAleese.
No se ha podido determinar la procedencia de todas las mujeres que ingresaron en las lavanderías. Si de las 8.000 de las que hay datos se prescinde de las casi 1.200 que llegaron trasladadas de otra lavandería, resulta que el 29%, la mayor parte, fueron enviadas por los poderes públicos: tribunales, reformatorios, centros de acogida, sanidad, servicios sociales. Una proporción prácticamente igual fueron remitidas por personas o instituciones de la Iglesia. El 19% entraron voluntariamente, y el 12%, por decisión de sus familias. Aceprensa.