Breves notas sobre algunas películas que se estrenan el 28 de octubre.
Yo, Daniel Blake
I, Daniel Blake
Director: Ken Loach. Guion: Paul Laverty. Intérpretes: Dave Johns, Hayley Squires, Briana Shann, Dylan McKiernan, Micky McGregor, Sharon Percy. 100 min. Jóvenes.
El veterano Ken Loach retoma sus temas de siempre –la denuncia de injusticias sociales– en esta historia teñida de un crudo realismo social, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes de este año. Con una ciudad industrial británica como telón de fondo, escenario en el que Loach se mueve con gran soltura, la cinta gira en torno al personaje de Daniel Blake, un carpintero recientemente enviudado y con pocos recursos, que acaba de sufrir un infarto cardiaco.
En su lucha por conseguir que el gobierno reconozca su incapacidad laboral, Daniel conoce a Katie, una madre soltera con dos hijos. La profunda humanidad con la que el carpintero cuida de esta familia desvalida es el chaleco salvavidas de un relato que adolece de cierto maniqueísmo al retratar los sucesivos desencuentros de Blake con la burocracia británica. Pero Loach no cae en sentimentalismos: el drama social es plasmado con un lenguaje muy sobrio, acorde con los lugares inhóspitos en los que se desenvuelve la historia. Es en esta austeridad visual donde reluce con un brillo singular la generosidad de Daniel, quien hace actual la parábola del buen samaritano. Pablo Alzola.
Maggie’s Plan
Directora y guionista: Rebecca Miller. Intérpretes: Greta Gerwig, Julianne Moore, Ethan Hawke, Travis Fimmel, Bill Hader, Maya Rudolph, Alex Morf, Jackson Frazer. 98 min. Jóvenes-adultos. (DX)
Una treintañera simpática y atractiva, deseosa de ser madre y con facilidad para malograr sus relaciones sentimentales, decide recurrir a la inseminación artificial para tener un hijo. En medio del proceso, aparece un compañero casado que le pide formar una nueva familia.
A pesar del argumento, la película de Rebecca Miller entra muy poco –mas bien nada– en cuestiones de bioética y alrededores. Es más bien una mirada, para mi gusto excesivamente indulgente, a una generación incapaz de mantener un mínimo de compromiso por un complejo de Peter Pan elevado al cubo. Los actores están bien (son intérpretes solventes) y hay alguna crítica (fundamentalmente la de los hijos a sus propios padres) muy lúcida. Pero el conjunto acaba cayendo en lo que denuncia: una superficialidad y un todo vale de libro. Ana Sánchez de la Nieta.