Entrevista con Kenneth Branagh, director y protagonista de Hamlet
Desde hace años, las obras de William Shakespeare vuelven a estar de moda como fuente de inspiración cinematográfica: Hamlet, Enrique V, Mucho ruido y pocas nueces, En lo más crudo del crudo invierno, Otelo, Ricardo III, Looking for Richard, Sueño de una noche de verano, Noche de Reyes, Romeo y Julieta… Gran parte del mérito de este fenómeno lo tiene el actor y director norirlandés Kenneth Branagh, apasionado del dramaturgo inglés. Ahora acaba de estrenar su proyecto más ambicioso: la primera adaptación fílmica completa de Hamlet. Pudimos hablar con él durante su estancia en España para promocionar la película.
A sus 36 años, Kenneth Branagh (Belfast, 1960) dirige la Reinassance Theatre Company y goza de un merecido prestigio como director y actor de teatro y cine. Ahí están sus películas Enrique V, Morir todavía, Mucho ruido y pocas nueces, Los amigos de Peter, Frankenstein y En lo más crudo del crudo invierno. Ahora ha afrontado el desafío más grande de su carrera: una nueva adaptación de Hamlet, la obra más larga y emblemática de Shakespeare, que marcó en su juventud al propio Branagh. La película se distribuirá en dos versiones: una de cuatro horas, con el drama shakespeareano íntegro; y otra abreviada -dos horas y media- para el gran público.
– Sorprende el éxito de las versiones fílmicas de Shakespeare entre un público mayoritariamente joven y a menudo carente de cultura clásica. ¿Cómo cree que recibirán su versión completa de Hamlet?
– En mi país, toda una generación de gente joven ha sido obligada en la escuela a ver Enrique V y Mucho ruido y pocas nueces. Y en términos generales, la respuesta ha sido muy positiva. Así que, al menos en Gran Bretaña, hay una generación que está bastante familiarizada con este material y sabe que Shakespeare puede valer para un película y no sólo como terapia cultural.
El ejemplo más espectacular de esta aceptación ha sido el éxito de Romeo y Julieta, de Baz Luhrmann. Considero importante que algo con sustancia se presente a los jóvenes de una manera accesible y atractiva, que no los trate como niños y a la vez no difumine el contenido desafiante de las obras de Shakespeare.
Un clásico muy vivo
– Entonces, ¿usted considera válidos experimentos tan arriesgados como el de Luhrmann? Muchos críticos han afirmado que presentar a Romeo y Julieta con pistolas desvirtúa la obra de Shakespeare…
– Yo creo que sí que son apropiados estos experimentos; películas como Romeo y Julieta hacen que se mantenga vivo el sitio que le corresponde a Shakespeare. Quizá produzcan una gran reacción entre los puristas; pero eso es bueno, porque les obliga a apasionarse, a defender su postura sobre por qué la obra debería representarse de otra manera. Además, estos experimentos no pueden ir demasiado lejos, porque las obras de teatro permanecen y siempre acabas volviendo a ellas. Y, desde luego, prueban la flexibilidad de Shakespeare, que puede pervivir en algo aparentemente tan radical como la película de Luhrmann…; aunque, en realidad, él no ha cambiado las palabras de Shakespeare, sólo ha cortado un poco la obra, como ocurre en casi todas las adaptaciones.
Creo que esto es legítimo, sin duda. No podemos esperar que la gente reverencie a Shakespeare sin más; hay que mostrarles el porqué de su magia. Incluso, creo que mi versión completa de Hamlet está ahí, en parte, para ser un gran entretenimiento, pero también para decir: «Bueno, aquí está Hamlet. ¿Qué te parece? Yo creo que es una gran obra de arte, pero quizá tú no. Aquí está y tú puedes juzgar. Está aquí vivo, no está seco… en las páginas de un libro».
Conflictos morales
– Al ver la obra completa de Shakespeare, se aprecian de un modo más nítido los numerosos conflictos morales que plantea. Por ejemplo, el sentido de la culpa, un tema muy diluído en la sociedad actual. ¿Cómo cree que lo entenderá el espectador?
– Hamlet es muchas cosas, y no es sólo un hombre, sino muchos. En esta versión -ambientada en el siglo XIX- los personajes no tienen lo que tenemos en este final de siglo XX: esa especie de palabrería superficial, con su vocabulario psicologista post-freudiano, que rechaza e ignora el sentido de la culpa. Shakespeare mantiene un espejo frente a la naturaleza humana, y fuerza a los personajes a mirarse a sí mismos al desnudo en momentos emocionales muy dramáticos. Así que, al ver la obra, nos sentimos obligados a hacer lo mismo con nuestro interior, sin recurrir a esas terapias modernas de psiquiatría amateur. Shakespeare presenta las grandes cuestiones morales de un modo crudo, muy desnudo y muy honesto, de modo que resultan bastante inquietantes.
– Como en otras de sus películas, en Hamlet usted recurre a la iconografía religiosa. ¿A qué responde esta presencia de la religión?
– Yo creo que la religión está presente en todas mis películas, aunque quizás de un modo inconsciente. Y Hamlet, en efecto, es un ejemplo más de esa presencia. Pienso que en este agitado final de siglo y de milenio hay mucha gente que está intentando encontrar algo, algún camino para ser feliz y lograr la paz interior. Pero, a la vez, ha dejado de lado la religión, por lo menos la religión formal. En Gran Bretaña, las librerías están llenas de esos manuales de la palabrería superficial que antes citaba; obras con títulos como Ámate a ti mismo, Encuentra el niño que llevas dentro… Son fórmulas que tratan de enseñarnos cómo ser felices, cómo no estar angustiados, cómo ser, por así decirlo, menos del siglo XX… Pero la religión está ausente.
En Hamlet, por el contrario, la religión está presente, aunque quizá Shakespeare no da mucha importancia a las estrictas relaciones de la gente con Dios. Él indaga más bien en los propósitos internos, en las ansiedades del hombre y en esa búsqueda de respuestas que lleva a la gente a encontrar a Dios dentro de sí.
Por otra parte, yo mismo estoy un poco obsesionado con esa atmósfera de las iglesias y de los lugares religiosos, con los crucifijos, con la iconografía religiosa… Estoy convencido de que hay mucha gente fascinada con el misterio, con lo inexplicado. Quieren algo misterioso en sus vidas, lo encuentran, les resulta difícil asumirlo…, pero quieren hacerlo y al final aprenden a aceptarlo. Como Hamlet. Creo que, en parte, mi película trata de recordar que Hamlet también había perdido ese enfoque trascendente.
– ¿Por qué ha ambientado la trama en el siglo XIX?
– Yo quería algo nuevo, no gótico, que tratara no sólo de la muerte, sino también de la vida. Y el siglo XIX ofrecía muchas posibilidades para hacer una película con más glamour. Además, en esa época había numerosas guerras y mucha intriga en el seno de las familias reales. Era un periodo muy volátil, lo que también tiene su atractivo.
Jerónimo José Martín