El uso de la clonación de embriones humanos con fines de experimentación médica sigue siendo materia de discusión en parlamentos de distintos países. En Australia la Cámara de Representantes ha aprobado por una diferencia de 20 votos la ley que permite la «clonación terapéutica».
La ley australiana, a la que ya había dado luz verde el Senado, fue aprobada en una votación no sometida a la disciplina de partido. De hecho, votaron en contra tanto el primer ministro, John Howard, como el jefe de la oposición, Kevin Rudd.
La ley permite crear embriones por clonación, dejarlos crecer hasta los 14 días y extraer sus células madre, lo que supone su destrucción. El objetivo último sería utilizar las células madre como fuente de tejidos compatibles para trasplantes.
En el debate se utilizaron argumentos muy emocionales, que presentaban esta solución como indispensable para la investigación y posible terapia de enfermedades hasta ahora incurables. Pero los que conocen mejor la cuestión se mostraron más cautos. Su predicción es que en una primera etapa estas investigaciones pueden servir para facilitar y acelerar la creación de fármacos. Usando células embrionarias humanas, podrán realizarse pruebas sobre medicamentos de un modo más rápido y barato que con la experimentación en animales.
La profesora Loane Skene, presidenta del comité que examinó el tema, moderó entusiasmos: «Se dice a menudo que los científicos sobrestiman lo que pueden hacer en un plazo de cinco años, y subestiman lo que pueden conseguir en diez. Por lo tanto, yo diría que los beneficiarios de los posibles tratamientos no vamos a ser nosotros ni nuestros hijos, sino nuestros nietos».
Los críticos de la ley, entre los que se incluyen varios científicos eminentes, feministas, políticos y grupos religiosos, mostraron su decepción. El director del Australians for Ethical Stem Cell Research, Dr. David van Gend, dijo que los parlamentarios habían actuado «como campesinos crédulos que aceptan lo que les dice un curandero sobre curas milagrosas mediante la clonación. Cualquier enfermedad sufrida por un familiar les parecía razón suficiente para declarar que no obstaculizarían el camino de la curación».
Los críticos hacen notar que los tejidos necesarios podrían desarrollarse también a través de células madre adultas, que no plantean problemas éticos. De hecho, hasta el momento solo las células madre adultas han supuesto avances terapéuticos, mientras que las embrionarias no han tenido éxito.
Células madre por partenogénesis
Al mismo tiempo, siguen los experimentos dirigidos a obtener células embrionarias sin crear embriones, lo que sería un modo de evitar los problemas éticos. Investigadores del Hospital Infantil de Boston han publicado en «Science» un experimento hecho con ratones para obtener células embrionarias a partir de óvulos no fecundados. Se trata de imitar la reproducción por partenogénesis que se da en algunas especies animales y vegetales.
Se parte de un óvulo no fecundado. Con un tratamiento químico se logra su activación, y se obtiene lo que llaman un «pseudo embrión», a partir del cual se obtienen células madre. Ese embrión no originaría un feto viable si se implantara en un útero. Por eso su uso y destrucción no supondría acabar con una vida humana.
Los investigadores seleccionaron las células embrionarias que compartían con el óvulo del animal los genes que aseguran la compatibilidad de los tejidos. Al ser trasplantadas, dieron origen a una variedad de tejidos especializados. No se produjo ningún problema de rechazo.
Los investigadores advierten que no saben si el sistema funcionará en el caso de un óvulo humano. «Aún debemos comprobar -dice George Q. Daley, autor principal del estudio- la seguridad y duración de las células derivadas de embriones obtenidos por partenogénesis antes de que sea posible pensar en su uso clínico». El problema básico de las células embrionarias es la dificultad para controlar su desarrollo, pues provocan la aparición de tumores.
Aunque se demostrara la eficacia de este procedimiento, otro inconveniente es que solo serviría para mujeres porque parte de óvulos.
ACEPRENSA