La Congregación para la Doctrina de la Fe publicó el pasado lunes un documento que examina algunas dudas en torno a la moralidad de las vacunas contra el coronavirus.
El núcleo del texto aborda la cuestión de si es lícito inmunizarse con una vacuna a base de líneas celulares procedentes de abortos provocados (ver Aceprensa, 15-06-2020), como la de Oxford-Astrazeneca –no así la de Moderna ni la de Pfizer, que será la distribuida en España–. Según el parecer de la Congregación, donde no estén disponibles vacunas moralmente irreprochables, resulta aceptable recibir estas otras puesto que “el tipo de cooperación al mal (cooperación material pasiva) del aborto provocado del que proceden estas mismas líneas celulares, por parte de quienes utilizan las vacunas resultantes, es remota. El deber moral de evitar esa cooperación material pasiva no es vinculante si existe un peligro grave, como la propagación, por lo demás incontenible, de un agente patógeno grave: en este caso, la propagación pandémica del virus SARS-CoV-2 que causa la covid-19”.
No obstante, el texto recuerda que la licitud de vacunarse no implica, ni directa ni indirectamente, legitimar el aborto o la producción de líneas celulares procedentes de fetos humanos. De hecho, el documento insta a las autoridades y a los laboratorios a buscar alternativas éticas a estas prácticas.
Por otro lado, el documento señala que “la vacunación no es, por regla general, una obligación moral y que, por lo tanto, debe ser voluntaria”. Con todo, la Congregación recuerda que sí es un deber ético protegerse y proteger a los demás, especialmente a los más vulnerables, frente a la propagación del virus. Por ello, quienes por motivos de conciencia no deseen vacunarse, deben cuidar las medidas profilácticas oportunas.
Por último, la Congregación recuerda el “imperativo moral” de que también los países pobres tengan acceso a vacunas seguras y éticamente irreprochables sin un coste excesivo para ellos. Lo contrario supondría una discriminación injusta.