Cambio climático, emisiones y covid-19

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No soy de los que piensan que haya que alegrarse por los efectos positivos de la pandemia del covid-19, porque ha generado mucho sufrimiento, que esos beneficios en modo alguno compensan. Sí pienso, sin embargo, que de cualquier evento que vivimos podemos sacar enseñanzas, también de los que nos suponen dolor y tristeza, porque también esas experiencias son parte de la vida.

Se han publicado diversos trabajos científicos en los últimos tres meses sobre el impacto que el confinamiento mundial motivado por la crisis del covid-19 ha tenido sobre distintos indicadores ambientales. La reducción drástica de la actividad económica, tanto en lo que se refiere a la producción industrial como al transporte, ha modificado notoriamente algunos parámetros de la calidad del aire y el agua, particularmente en las economías más desarrolladas.

Incluimos una imagen muy nítida de este impacto en la figura 1, que muestra la comparación en la densidad de óxidos de nitrógeno (uno de los principales contaminantes urbanos) en la región de Wuhan, origen de la pandemia, durante el confinamiento, frente a los mismos periodos del año anterior. Los datos están tomados del sensor OMI de la NASA, y evidencia el impacto de la reducción de la actividad en la región durante el periodo más intenso de reclusión. La concentración de partículas sólidas en el aire también se ha reducido considerablemente en muchas metrópolis del mundo, alcanzando, por ejemplo en la India, los valores más bajos registrados en los últimos 70 años.

 

Concentraciones medias de óxidos de nitrógeno troposféricos en Wuhan antes, durante y después del confinamiento provocado por el covid-19.
Fig. 1: Concentraciones medias de óxidos de nitrógeno troposféricos en Wuhan antes, durante y después del confinamiento provocado por el covid-19.

 

Aunque las estimaciones son todavía prematuras, los últimos artículos científicos publicados estiman que el confinamiento ha producido una reducción global de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de un 7-8% en el primer trimestre del año 2020 (Le Quere et al., 2020), principalmente por el severo confinamiento en China, que alcanzó un 25% de reducción a inicios de año, frente al 11% de EE.UU. o al 12% de Europa. El mínimo de emisiones se obtuvo en abril, con una reducción diaria del 17%, cuando la población responsable del 89% de las emisiones mundiales estaba sometida a algún tipo de confinamiento. Las mayores caídas en la demanda diaria se produjeron en el sector de la aviación, con un 75% de reducción en la actividad diaria, o en el transporte terrestre, con un 50% (Le Quere et al., 2020).

Como consecuencia, en la primera semana de abril la demanda de petróleo cayó de 10 millones de barriles a 6,7 millones, causando una crisis del sector aún más intensa que la de 1973, diez veces mayor que la producida en la crisis económica de 2008 (Mulvaney et al., 2020).

Los coches emiten más que los aviones

La organización mundial de la energía, en un reciente estudio, calcula que, solo en el primer cuatrimestre de 2020, se ha producido una reducción del 6% en la demanda global, equivalente al consumo energético de la India. Resulta esperanzador que, según el mismo informe, las principales caídas de producción se han dado en las fuentes de energía más contaminantes. Se estima que para el conjunto del año el carbón descenderá el 7,7% y el petróleo el 9,1%, mientras que se prevé un incremento, aunque modesto, de la producción de renovables (+0,8%). Los datos del primer cuatrimestre de 2020 confirman estos valores, con descenso s del 8% en las emisiones del carbón, 4,5% del petróleo y 2,3% del gas natural.

Aunque la navegación aérea, casi interrumpida durante varios meses, tiene emisiones altas, no hemos de perder de vista que solo supone aproximadamente el 3% de las emisiones mundiales. Por tanto, esta brusca reducción en las emisiones de GEI hay que relacionarla con la caída del tráfico por carretera, que bajó en el primer cuatrimestre del año en las principales ciudades del mundo más de un 50% respecto al mismo periodo de 2019. Tampoco hay que olvidar al sector energético y a la construcción, muy tocados asimismo por los impactos de la pandemia. De hecho, un estudio publicado recientemente estima que el 29% de la reducción global de GEI se debe al deterioro del sector industrial, siendo la producción de cemento el sector más afectado (Mulvaney et al., 2020).

El parón económico no es solución

Hasta qué punto estas reducciones serán sostenibles en el tiempo está por ver, pero buena parte de los expertos dudan de que se mantengan, pues el “efecto rebote” ya se observa en las principales economías del mundo, y singularmente en China, con un aumento del 4-5% de emisiones en mayo frente al mismo mes del año anterior.

Además, parece obvio que el camino de la interrupción de la economía no es el más adecuado para la reducción de emisiones que necesitamos para cumplir el acuerdo de Paris y estabilizar el clima del planeta, puesto que la crisis económica está afectando también severamente a las energías renovables. De acuerdo a varios estudios publicados en EE.UU., la caída de la demanda energética también ha afectado a la energía solar y eólica, estimándose que un 40% de las instalaciones solares y un 20% de las eólicas se han paralizado.

La reducción de los costes de la gasolina y la crisis de la minería tampoco ayudan a la electrificación del transporte, aunque se prevé que las políticas gubernamentales –no solo por la cuestión climática, sino también por el impacto en la contaminación urbana de los vehículos convencionales– consigan remontar la tendencia a medio plazo. En este sentido, es notoria la reducción de la contaminación del aire durante la época del confinamiento, lo que lleva consigo múltiples beneficios, no solo para la salud humana (recordemos que se estiman unos 7 millones de muertes prematuras por aire contaminado), sino también para la producción agrícola y la alimentación (se estima que la polución puede provocar hasta un 30% de reducción de rendimientos en los cultivos: Diffenbaugh et al., 2020).

Costes del cambio climático

Un último dato a tener en cuenta en la relación entre cambio climático y covid-19 es el coste que representa para la economía mundial. Repetidamente los expertos que han evaluado el daño potencial del cambio climático han indicado que tendría una enorme repercusión en el PIB mundial (entre el 5% y el 20%), particularmente en los escenarios que superen los 2º C de calentamiento. El acuerdo de París indicaba que sería necesario invertir al menos 100.000 millones de dólares anuales para mitigarlo. Parece una cifra enorme, pero resulta ridícula cuando la ponemos en perspectiva de los daños potenciales. Aun así, la inversión real está muy lejos de esa cifra, lo que imposibilita la transición energética que la reducción de emisiones requiere si queremos evitar el calentamiento límite de 2º C.

Hemos aprendido a ser más frugales en el uso de la energía, pero está por ver el impacto que tendrá la nueva movilidad

Además, cuando comparamos esos 100.000 millones con los costes de la actual pandemia, vemos cómo el esfuerzo es muy pequeño frente al impacto potencial del que nos preserva. Una reciente estimación del Banco Mundial indica que el covid-19 puede suponer una caída del 4% del PIB mundial, lo que supone, aproximadamente, 3 billones de dólares, esto es 30 veces más que la inversión anual que se recomendaba en mitigación del cambio climático.

Cambios que ha provocado el covid-19

Algunos de los cambios que ha introducido el covid-19 en nuestras vidas seguramente se mantendrán tras la salida de la crisis. Parece que hemos aprendido a ser más frugales en el uso de la energía, pero está por ver el impacto real que la nueva movilidad va a tener en las economías más desarrolladas.

Por un lado, se prevé una reducción de transporte (tanto terrestre como aéreo) ligada al teletrabajo, pero por otro puede aumentar la demanda del vehículo privado ante el temor de contagio en el uso de medios de transporte público o de vehículos compartidos. En una reciente encuesta en EE.UU., el 20% de los entrevistados que usaban regularmente el transporte público indicaron que no lo harían, y el 28% que lo harían menos frecuentemente (Mulvaney et al., 2020).

Este es una de las dimensiones del llamado “efecto rebote”, que preocupa a los científicos en la medida que puede anular la reducción de emisiones globales de GEI que ha producido la pandemia. En el caso de China, que ha recuperado en gran medida su actividad pre-pandemia, ya se observan incrementos notables de contaminación urbana en las regiones más industrializadas del país, como muestra la figura 2. Los programas de promoción del desarrollo verde (como puede ser el European Green Deal) intentarán que esta tendencia no se consolide, y que la recuperación de la actividad económica se realice sobre otro modelo energético, pero no está claro que el parón económico, con las consecuencias sociales que implica, permita altos niveles de inversión.

 

Concentraciones medias de óxidos de nitrógeno troposféricos en la mitad oriental de China antes y después del confinamiento.
Fig. 2: Concentraciones medias de óxidos de nitrógeno troposféricos en la mitad oriental de China antes y después del confinamiento.

 

En lo que afecta al ciudadano de a pie, salir de esta crisis sanitaria y económica también depende de nuestras decisiones cotidianas, primando lo urgente sin renunciar a lo importante, ponderando el coste de no afrontar los riesgos frente al coste de padecerlos; subrayando de entre lo que hemos dejado de hacer, qué es sustancial y qué superfluo. En suma, es preciso que apuntemos como sociedad a un cambio de modelo, sustentado en otros valores que compatibilicen la protección de las personas y del ambiente, que hagan compatible la salud, la economía y las libertades fundamentales con la pervivencia futura de este bello planeta que habitamos.

Emilio Chuvieco
Departamento de Geología, Geografía y Medio Ambiente
Universidad de Alcalá

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Referencias:

Diffenbaugh, N.S., Field, C.B., Appel, E.A., Azevedo, I.L., Baldocchi, D.D., Burke, M., Burney, J.A., Ciais, P., Davis, S.J. y Fiore, A.M. (2020). “The COVID-19 lockdowns: a window into the Earth System”. Nature Reviews Earth & Environment, 1, 470-481.

Le Quéré, C., Jackson, R.B., Jones, M.W., Smith, A.J.P., Abernethy, S., Andrew, R.M., De-Gol, A.J., Willis, D.R., Shan, Y., Canadell, J.G., Friedlingstein, P., Creutzig, F. y Peters, G.P. (2020). “Temporary reduction in daily global CO2 emissions during the COVID-19 forced confinement”. Nature Climate Change, 10, 647-653.

Mulvaney, D., Busby, J. y Bazilian, M.D. (2020). “Pandemic disruptions in energy and the environment”. Elementa: Science of the Anthropocene, 8, 8: XX.

Phillips, C.A., Caldas, A., Cleetus, R., Dahl, K.A., Declet-Barreto, J., Licker, R., Merner, L.D., Ortiz-Partida, J.P., Phelan, A.L. y Spanger-Siegfried, E. (2020). “Compound climate risks in the COVID-19 pandemic”. Nature Climate Change, 10, 586-588.

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