Tendemos a interpretar cada fenómeno meteorológico extremo –ola de calor o de frío, sequía o inundación…– contra el trasfondo del cambio climático. Pero ningún episodio se puede atribuir directamente al cambio climático, ni vale para desmentirlo. Para evitar confusiones, es capital distinguir entre meteorología y clima, advierte Samuel Morin, investigador de Méteo-France, en Le Monde.
Morin resume la distinción así: “Las condiciones meteorológicas varían de una hora a otra, de un día a otro, de una semana a otra, a causa del comportamiento caótico del fluido atmosférico en interacción con la superficie terrestre. El clima, que representa la media y la gama de las condiciones meteorológicas posibles en un lugar determinado y en una fecha determinada, se estima en cambio a partir de informaciones que abarcan varios decenios. Una observación puntual de un fenómeno meteorológico, por intenso o extremo que sea, no puede por tanto servir para confirmar o desmentir una tendencia de fondo”.
La tendencia de fondo al calentamiento de la Tierra se observa en la mayor frecuencia de episodios de temperaturas elevadas y en la menor frecuencia de episodios especialmente fríos. Así, el número de récords de frío alcanzados cada año viene hoy a ser la décima parte del número de récords de calor. Por tanto, las olas de calor como las que se produjeron en Francia en junio y julio de 2019 son diez veces más probables; pero eso no significa que cualquiera de ellas sea consecuencia directa del cambio climático.
Meteorología y climatología estudian los mismos procesos: en la atmósfera, en los océanos y en las masas continentales, así como las interacciones entre ellos. Se basan en las mismas observaciones y en los mismos modelos físicos. Con ellos, los meteorólogos tratan de estimar lo mejor posible un estado inicial del sistema para prever la evolución de las condiciones atmosféricas en las horas y días siguientes. Los climatólogos, por su parte, tratan de modelar la evolución de las condiciones meteorológicas a lo largo de muchos años, y analizan los resultados mediante métodos estadísticos.
Así pues, no hay diferencia de naturaleza, sino de uso, entre los productos de los modelos de previsión meteorológicos y los climáticos, y unos y otros se enriquecen mutuamente. La articulación de ambas ciencias permite observar y pronosticar la evolución de los valores medios y extremos, y en consecuencia, ayuda a gestionar los recursos –agua, energía, cultivos…– y precaverse contra los riesgos ambientales.