Análisis
Del 24 al 27 de octubre pasado han tenido lugar en la Universidad Complutense de Madrid las jornadas Tecnhociencia 95, sobre tecnología, ciencia y humanismo, organizadas por la asociación universitaria Iuve. Este año han tratado del origen y desarrollo del universo y la vida, principalmente para debatir la validez de la llamada «teoría de la evolución».
La primera ponencia que causó sensación entre los asistentes -un público universitario no especializado-, por mostrar estudios bastante desconocidos, fue la de Guy Berthault, sedimentólogo de la Universidad Politécnica de Francia. Este especialista proyectó una película sobre experimentos que mostraban, en laboratorio, que la sedimentación de materiales arrastrados por una corriente de agua produce directamente estratos, de modo que los inferiores no son más antiguos que los superiores, sino incluso, a veces, posteriores en el tiempo. En estos experimentos, la antigüedad del sedimento no viene determinada por la superposición vertical de estratos, sino por su depósito lateral en el sentido de la corriente; pero este depósito lateral no deja huellas del tipo de estratos. Berthault mostró algunos ejemplos que se han descubierto de este tipo de sedimentación.
A primera vista podría parecer que esos estudios echan por tierra toda la paleontología evolutiva, y pienso que esa fue la impresión general que produjo entre los estudiantes del público. Uno de ellos, con visible perplejidad, hizo una pregunta sobre las consecuencias de estos experimentos, a la que el ponente respondió que no era un teórico, y que simplemente presentaba los datos para que los teóricos los consideraran.
Esos experimentos -que, me parece, afectan sólo a unas situaciones muy concretas- se invocan, en un vídeo publicado hace algunos años por unos pocos científicos, para negar la evolución. Se hace allí, en mi opinión, una extrapolación errónea a toda la estratigrafía. Semejante uso de las aportaciones de Berthault provoca que muchos evolucionistas no las tengan en cuenta o las rechacen acríticamente; y esta reacción se produjo también en las jornadas. El único ponente evolucionista que consideró estas aportaciones sin descartarlas fue el experto en estratigrafía Dr. Molina, paleontólogo de la Universidad de Zaragoza. Era lógico, pues, para el conocedor del tema, esos datos no fuerzan a una revisión radical, sino que incluso pueden ayudar a aclarar el problema de algunos fósiles cuya datación o situación en los estratos no son las esperadas, aunque tales casos son la excepción más que la regla, como saben muy bien los paleontólogos.
Extrapolación sin fundamento
El jurista Phillip E. Johnson, famoso en Estados Unidos por su polémico libro Proceso a Darwin, afirmó que el darwinismo no es una doctrina científica sino una creencia, que proporciona una visión materialista de la vida y, por tanto, destruye el fundamento objetivo de la ética. Eso es cierto si por «evolucionismo» se entiende una doctrina filosófica que pretenda englobar toda la realidad; pero no en el caso de una teoría que aspire sólo a explicar los cambios sufridos por los seres vivos a lo largo del tiempo. Es verdad que han existido y existen científicos evolucionistas que, a partir de la evolución de los seres vivos, postulan un materialismo global; pero esta extrapolación no tiene ningún fundamento.
Semejantes excesos, de una parte y de otra, dificultan el entendimiento, como se ha podido observar en Tecnhociencia. Algunos de los ponentes que negaron, aparentemente, la evolución, no dieron en realidad argumentos en contra de ella, sino, más bien, en contra del azar. Análogamente, algunos científicos adujeron argumentos a favor de la evolución y de algunos aspectos del darwinismo, pero no a favor del azar. Por eso, unos y otros no llegaron a muchos puntos de contacto. Por desgracia, esta forma de proceder es una constante en los debates sobre la evolución.
Así se puede entender que Stanley Jaki, físico e historiador de la ciencia, de la Universidad de Setton Hall (Nueva Jersey), que posee profundos conocimientos en todos los campos de los que se trató en las jornadas, concuerde con Johnson en que la teoría darwinista no es ciencia sino creencia y, al mismo tiempo, esté totalmente convencido del hecho de la evolución, al contrario que Johnson. Es más, al responder a objeciones basadas, según él, en prejuicios pseudorreligiosos y no científicos, Jaki dijo que considera un hecho la evolución no por conclusiones experimentales, sino por razonamientos filosóficos y teológicos a partir de los datos.
Se ha echado en falta en estas jornadas universitarias la presencia de algún genetista especializado en el estudio del grado de parecido genético entre especies distintas. Tales investigaciones, mediante el análisis del ADN, indican la época en que ha existido un antecesor común a dos especies actuales cualesquiera. Esta rama de la biología molecular trabaja con datos cuantificables, dentro de los límites de la ciencia estrictamente experimental, y, por eso, sus resultados son más difícilmente discutibles.
Mariano Delgado