Congelar óvulos: una libertad paradójica

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En el actual debate bioético se recurre con frecuencia a la autonomía personal para justificar y exigir la legalización de nuevas opciones. Pero un acento excesivo o exclusivo en la autonomía, que se olvida del objeto de la decisión y de otras realidades y circunstancias concurrentes, puede resultar claramente perjudicial para las personas. Así argumenta Juan María Martínez Otero (Universidad CEU-Cardenal Herrera) en un artículo para Cuadernos de Bioética (1), del que extraemos fragmentos de la parte introductoria y de la aplicación al caso de la congelación de ovocitos.

En el marco cultural e ideológico de Occidente, marcado de forma acusada por el liberalismo y el individualismo, cualquier ampliación de la autonomía de los sujetos resulta a priori celebrada. Esta deriva autonomista (…) se manifiesta en el eclipse de la verdad por el brillo de la libertad, y en la consiguiente concepción de la libertad como simple choice (capacidad de elegir entre varias opciones). Como es natural, dicho clima cultural afecta a todos los debates bioéticos actuales, desde la licitud de la maternidad subrogada, pasando por el aborto o la reproducción asistida, hasta la admisibilidad de las terapias genéticas en la línea germinal en embriones humanos.

En lugar de trastocar aspectos biológicos de la maternidad a fin de adaptarla a un mercado cada vez más competitivo, resultaría más sensato y más humano promover un mercado abierto a la conciliación familiar

Para muchos, el hecho de que la técnica ofrezca cada día nuevas opciones es siempre una buena noticia, y no implica un perjuicio ni una imposición para nadie. Cuando se ofrece una mayor gama de posibilidades, se tiende a pensar, lo que se está haciendo es incrementar la libertad de las personas, sin obligar a nadie a tomar decisiones que no quiera tomar. (…)

Sin embargo, este razonamiento autonomista no resulta del todo concluyente. Y ello porque ampliar el abanico de opciones que tiene un sujeto, sobre todo si las mismas son claramente perjudiciales para él, puede ser contrario a sus intereses, a su dignidad, y, ¡oh paradoja!, a su propia autonomía y libertad.

No siempre tener más opciones es mejor

En efecto, aumentar el ámbito de autonomía puede ser pernicioso para quien decide elegir las nuevas opciones abiertas para él, cuando son claramente desventajosas. ¿Es beneficioso tener autonomía para poder venderse como esclavo? ¿Para poder trabajar quince horas al día, o renunciar a las vacaciones? ¿Para prostituirse? ¿Para tener la opción de vender un órgano al mejor postor? Muchos convendrán en que la respuesta a todas estas preguntas es negativa. (…) Se entiende que esas prácticas son indignas para el ser humano, y que sólo alguien en una situación desesperada –que nubla su razón o coarta su libertad– consentirá a esos atropellos. Por ello, la mayoría de ordenamientos jurídicos restringen la autonomía y vedan esas opciones, a fin de proteger a las personas más débiles.

No todos aceptan, empero, esta argumentación. Desde posiciones marcadamente liberales se defiende la neutralidad estatal, tildando de paternalista cualquier intento público de restricción de la autonomía (…), al entender que nadie mejor que el propio individuo sabe lo que le conviene. Bajo estas premisas, no se podrían hacer juicios generales sobre si ciertas opciones tomadas por un sujeto son perjudiciales para él.

Sea de ello lo que fuere, es preciso añadir que la ampliación de la autonomía no resulta perjudicial tan sólo para quien decide elegir las nuevas opciones dudosamente concordes con su dignidad, sino también, y fundamentalmente, para quien prefiere no tomarlas. Una vez que una opción es posible –por ejemplo, la venta de un órgano–, cualquier persona debe decidir si quiere elegirlas o no, y justificar su decisión. (…) Las presiones sociales para asumir una determinada opción pueden resultar una pesada carga sobre los hombros de ciertas personas, especialmente de quienes se encuentren en situaciones de vulnerabilidad. Mientras la venta de órganos esté prohibida, nadie puede exigirme o presionarme para que venda un riñón a fin de satisfacer una deuda. Ahora bien, en el momento en que dicha opción se abriese a mi libertad, quizá los acreedores o mi propio sentido del deber podrían presionarme para que admitiese esa operación quirúrgica (y financiera). (…)

La congelación de ovocitos para preservar la fertilidad

Quizá el último grito en cuestión de reproducción asistida sean los tratamientos de congelación de ovocitos para preservar la fertilidad. (…) El recurso a estas técnicas se ha extendido rápidamente, dando lugar a acalorados debates sociales y bioéticos. Es preciso apuntar de entrada que, si bien la congelación de semen también se practica, la congelación de gametos es particularmente demandada por mujeres, ya que su edad fértil es mucho más corta. (…)

Dejando a un lado la congelación de gametos por causas médicas, la decisión de posponer la maternidad puede traer causa en diferentes razones de carácter social: la persona no se encuentra todavía preparada para ser madre, no se ha encontrado la pareja adecuada, o la carrera profesional resulta difícilmente compatible con la maternidad.

Los defensores de estas técnicas subrayan que la congelación contribuye indudablemente a la igualdad, ya que libera a las mujeres de las presiones biológicas y temporales para encontrar pareja y prepararse para ser madres. Además, esta nueva oportunidad de posponer la maternidad permite a las mujeres asentarse profesionalmente antes de ser madres, si así lo prefieren, con lo que fomenta la igualdad de oportunidades en el terreno profesional. Este último motivo es el que subyace en las políticas laborales de empresas como Facebook o Apple, que desde el año 2015 ofrecen a sus trabajadoras el acceso a estos tratamientos de forma gratuita. Por su parte, en febrero de 2016, el ejército de los Estados Unidos se sumaba a dicha causa, ofreciendo a las militares la posibilidad de someterse a este tratamiento.

Si se ofrece la posibilidad de posponer la maternidad recurriendo a congelar óvulos para no interrumpir la carrera profesional, las mujeres que no quieran hacerlo pueden quedar relegadas

Una mirada autonomista no encontrará problema alguno en esta nueva opción. (…) Gracias a las técnicas de congelación de ovocitos, se evita poner a la mujer en la tesitura de tener que elegir entre su carrera profesional o la maternidad. De alguna manera, el mensaje latente es: “No te preocupes, trabaja todo lo que quieras o necesites, céntrate en tu carrera profesional. No estás perdiendo el tren de la maternidad. (…) Más adelante, cuando estés bien situada, podrás ser madre. Simplemente tienes que congelar tus óvulos”.

Más riesgos

A priori, este mensaje parece inocuo. No obstante, es preciso preguntarse si esta opción resulta perjudicial para las mujeres, tanto para las que desean someterse a estos tratamientos como para las que no.

En cuanto a las primeras, es importante recordar (…) que la maternidad añosa comporta mayores riesgos para la madre y para el nasciturus. Entre los riesgos para la madre, pueden mencionarse una disminución de la fertilidad (…), los riesgos asociados a la hiperestimulación ovárica, y el mayor riesgo de embarazos ectópicos, complicaciones hipertensivas y diabetes perinatal. Entre los riesgos para el hijo, se cuenta la mayor prevalencia de abortos espontáneos, muerte fetal, prematuridad y bajo peso. A estos riesgos específicos de la maternidad añosa habría que añadir los propios de la fecundación in vitro. Este conjunto de factores de riesgo relativiza el avance que para las mujeres puede suponer recurso a estos tratamientos. (…)

Por otro lado, resulta pertinente preguntarse en qué situación quedan las mujeres que prefieren ser madre en su edad natural, en la década de los veinte o los treinta. (…) Probablemente, en algunas empresas se las trate con igualdad. Sin embargo, no resulta aventurado imaginar que en otras –especialmente quizá en aquellas que ofrecen tratamientos de congelación de óvulos de forma gratuita– se las mire con recelo. Si antes de la llegada de estos tratamientos quedarse embarazada ya era mal visto en algunos contextos empresariales y laborales, tras la generalización de estos tratamientos (…) no resulta exagerado pensar que muchos jefes, o responsables de recursos humanos, puedan hacer el siguiente razonamiento: “Si quieres ser madre, congela tus óvulos y espera a llevar aquí unos años trabajando”. O bien: “Has decidido ser madre, atente a las consecuencias”. Máxime si la propia empresa te ofrece la posibilidad de posponer y programar tu maternidad. (…)

Cabe preguntarse si para facilitar la igualdad de la mujer en el ámbito laboral, en lugar de trastocar aspectos biológicos de la maternidad a fin de adaptarla a un mercado cada vez más competitivo, no resultaría más sensato y más humano promover un mercado abierto a la conciliación familiar, un mercado que no discrimine a las mujeres que quieren ser madres.

La autonomía al servicio de los poderosos

(…) Abrir determinadas posibilidades a la autonomía personal no tiene por qué ser beneficioso para todas las personas. (…) De modo algo basto, podemos resumir las conquistas de esta autonomía hipertrofiada del siguiente modo: “Te doy autonomía para que me alquiles tu útero; para que me vendas un órgano que necesito con urgencia; para que pidas la eutanasia y así dejes de causar molestias; y para que trabajes más ahora y no pienses en ser madre”.

Mientras la venta de órganos esté prohibida, nadie puede exigirme o presionarme para que venda un riñón a fin de satisfacer una deuda

Resulta pues oportuno y urgente arrojar sobre el principio bioético de autonomía una sombra de duda o sospecha. (…) La situación ideal en la que un ser humano adulto y competente toma una decisión libre y autónoma, al margen de presiones e intereses, no pasa de ser en muchos casos una utopía. Frecuentemente, el ser humano débil se encuentra en circunstancias difíciles, en un contexto adverso, y con unos condicionantes fuertes, que le pueden empujar a adoptar decisiones contrarias a su propio interés, a su dignidad como ser humano. En estos contextos de enfermedad, pobreza, discriminación o necesidad, en lugar de proclamar la sacralidad de la autonomía personal, el ordenamiento jurídico y la ética deben excluir de la capacidad de decisión del sujeto ciertos bienes e intereses esenciales a la dignidad humana, a los que nadie debería verse en situación de renunciar. De lo contrario, las normas jurídicas y los principios bioéticos no serían sino una excusa para justificar el dominio del poderoso sobre el débil, un subterfugio bien articulado para preservar la ley del más fuerte. (…)


(1) Juan María Martínez Otero, “La hipertrofia del principio de autonomía en el debate bioético”, Cuadernos de Bioética XXVIII (2017), pp. 329-340.

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