Cristianos, judíos y musulmanes contra la eutanasia y a favor de los cuidados paliativos

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En la Villa Pia, un edificio dentro de la Ciudad del Vaticano, sede de las Academias Pontificias de las Ciencias y de Ciencias Sociales, representantes de las religiones monoteístas abrahámicas firmaron el 28 de octubre una declaración conjunta sobre los problemas del fin de la vida, que condena la eutanasia y el suicidio asistido, y alienta los cuidados paliativos en todas partes y para todos. El documento es fruto del trabajo de la Academia Pontificia para la vida, por mandato del Papa Francisco.

Los principales firmantes son Mons. Vincenzo Paglia, presidente de la Academia; el Dr. Samsul Anwar, presidente del Comité central de la Muhammadiyah de Indonesia, y el rabino Dr. Avraham Steinberg, copresidente del Consejo Nacional israelí de Bioética.

Figuran adhesiones al texto de representantes de los patriarcados de Constantinopla –Bartolomé envió un mensaje personal– y Moscú, del primado anglicano, del islamismo y del hebraísmo, entre ellos el Gran Rabino de Roma. Se ha destacado la presencia del presidente del Consejo de Fatwa de los Emiratos Árabes Unidos, jeque Abdallah bin Bayyah, quien recordó el documento de fraternidad firmado por el Papa en Abu Dabi en su viaje a Oriente Medio a comienzo de año, y subrayó la importancia histórica de un acto en que “la familia abrahámica” se une para afirmar su acuerdo sobre valores y principios fundamentales.

En el preámbulo del documento se recuerda que “los aspectos morales, religiosos, sociales y jurídicos del tratamiento del paciente moribundo se encuentran entre los temas más difíciles y ampliamente discutidos en la medicina moderna”. Difíciles dilemas de siempre se agudizan con los “avances científico-tecnológicos que permiten una prolongación significativa de la vida en formas y situaciones hasta ahora impensables”, pero no excluyen “dolor y sufrimiento debido a diversas disfunciones orgánicas, mentales y emocionales”. Por otra parte, cada vez se pide “una mayor autonomía de juicio por parte del mismo paciente”. Y crece la frecuencia de la muerte en hospitales y residencias de ancianos, y no en la propia casa, como antiguamente.

“Alentamos y apoyamos los cuidados paliativos de calidad y profesionales en todas partes y para todos”

Pero “la mayoría de las decisiones concernientes al paciente terminal no son de naturaleza médico-científica. Más bien, se basan en valores personales y éticos. Por lo tanto, el cuidado del paciente terminal tanto por parte de las familias como por el personal sanitario, es una tarea difícil, teniendo también en cuenta cuáles son las costumbres sociales”.

Objetivos

La declaración de los principios de las religiones monoteístas abrahámicas se propone:

— Presentar “los valores y las prácticas relevantes para el enfermo terminal, en beneficio de los pacientes, las familias, el personal sanitario y los responsables políticos que se adhieren a una de estas religiones”.

— “Mejorar la capacidad de los profesionales de la salud para comprender, respetar, guiar, ayudar y consolar al paciente creyente y a su familia al final de la vida. Respetar los valores religiosos o culturales del paciente no es solo un problema religioso, sino que es un requisito ético para el personal de los hospitales y otras estructuras donde haya pacientes de varias creencias”.

— “Promover una comprensión recíproca y sinergias de los diferentes enfoques entre las tradiciones religiosas monoteístas y la ética laica con respecto a las creencias, valores y prácticas relevantes para el paciente en fase terminal”.

Sufrimiento y muerte

La declaración anota que cuidar a los moribundos es “una forma de asumir con responsabilidad del don divino de la vida cuando ya no es posible tratamiento alguno”, y a la vez una obligación “humana y ética con la persona que sufre ante la muerte inminente”. La muerte tiene una “dimensión específicamente humana, espiritual y religiosa de la muerte”, y por eso exige “compasión, empatía y profesionalismo por parte de todas las personas involucradas en el cuidado del paciente moribundo”.

Hay que “respetar el deseo del paciente en fase terminal de prolongar su vida, incluso por un corto período de tiempo adicional, mediante medidas médicas apropiadas”

El uso de la tecnología médica al final de la vida “requiere un juicio responsable sobre si los tratamientos para mantener y prolongar la vida sirven realmente a los fines de la vida humana, y sobre cuándo hace falta, en cambio, limitarlos”. Así, cuando la muerte es inminente e inevitable, “está justificado rechazar ciertas formas de tratamiento que solo prolongarían una condición precaria de sufrimiento”. Pero eso no implica dejar de cuidar: en tal caso, “debemos hacer todo lo posible para ofrecer consuelo, alivio efectivo del dolor, compañía, atención emocional y espiritual, y apoyo al paciente y a su familia en preparación para la muerte”.

Además, caben otras opciones. “El personal sanitario y la sociedad en general deberían respetar el deseo auténtico y personal del paciente en fase terminal de prolongar o conservar su vida, incluso por un corto período de tiempo adicional, mediante medidas médicas apropiadas desde el punto de vista clínico. Esto incluye la continuación del apoyo respiratorio, de la nutrición e hidratación artificiales, de la quimioterapia o radioterapia, de antibióticos, medicamentos para la tensión y similares”.

Frente a eutanasia y suicidio asistido, cuidados paliativos

El personal sanitario ha de “proporcionar la mejor cura posible para las enfermedades y la máxima atención a los enfermos”. La declaración rechaza “cualquier forma de eutanasia –que es el acto directo, deliberado e intencional de quitar la vida–, así como el suicidio asistido médicamente –que es el apoyo directo, deliberado e intencionado a suicidarse–, porque contradicen el valor inalienable de la vida humana y, por lo tanto, son actos equivocados desde el punto de vista moral y religioso, y deberían prohibirse sin excepciones”.

A la vez, destaca “la importancia del apoyo de la comunidad en el proceso de toma de decisiones que afrontan el paciente en fase terminal y su familia”. “Es un deber de cada comunidad religiosa con todos sus miembros, según las responsabilidades de cada uno”. “Una cercanía rica de fe y de esperanza es la mayor contribución que los trabajadores de la salud y las personas creyentes pueden ofrecer para humanizar el proceso de la muerte. La asistencia espiritual y religiosa es un derecho fundamental del paciente y un deber de la comunidad de fe”. De ahí la necesidad “de crear las condiciones mediante las cuales se garantice la asistencia religiosa a todo aquel que la solicite explícita o implícitamente”.

Cuidar a los moribundos es “una forma de asumir con responsabilidad del don divino de la vida cuando ya no es posible tratamiento alguno”

La atención del enfermo terminal en todos los aspectos –físico, psíquico, social, religioso y espiritual– se logra mediante los cuidados paliativos, que la declaración elogia como expresión de “la noble devoción humana de cuidar de los demás, especialmente de los que sufren” y “realización de la misión más antigua de la medicina: cuidar al enfermo incluso cuando ya no hay cura”. Por eso, los firmantes animan a los profesionales y a los estudiantes a que se especialicen en cuidados paliativos.

Cuidados paliativos para todos

La declaración termina con unas conclusiones sintéticas, entre ellas las siguientes:

— La eutanasia y el suicidio asistido por un médico son intrínsecamente y por lo tanto moral y religiosamente equivocadas, y deberían prohibirse sin excepción. Cualquier presión y acción sobre los pacientes para inducirles a que pongan fin a sus vidas es categóricamente rechazada.

— Ningún agente sanitario debería ser coaccionado o presionado para ayudar directa o indirectamente a la muerte deliberada e intencional de un paciente mediante el suicidio asistido o cualquier forma de eutanasia (…) Las creencias personales sobre la vida y la muerte ciertamente caen dentro de la categoría de objeción de conciencia que debería ser respetada universalmente.

— Alentamos y apoyamos los cuidados paliativos de calidad y profesionales en todas partes y para todos. Aun en caso de que no parezca razonable posponer la muerte, tenemos el deber moral y religioso de proporcionar consuelo, alivio del dolor, compañía y asistencia espiritual al paciente moribundo y a su familia.

— Apoyamos las leyes y políticas públicas que protejan los derechos y la dignidad del paciente moribundo, con el fin de evitar la eutanasia y promover los cuidados paliativos.

— Como sociedad, debemos comprometernos para que el deseo de los pacientes de no ser una carga no los tiente a elegir la muerte en lugar de recibir la atención y el apoyo que les permita vivir el tiempo que les queda con comodidad y tranquilidad.

— Todo el personal sanitario debería crear las condiciones que garanticen la asistencia religiosa a todo aquel que la solicite explícita o implícitamente.

— Nos comprometemos a sensibilizar a la opinión pública sobre los cuidados paliativos mediante la formación apropiada y el suministro de recursos sobre los tratamientos para los que sufren y los moribundos.

— Nos comprometemos a proporcionar ayuda a la familia y a los seres queridos de los pacientes moribundos.

— Nos comprometemos a involucrar a las otras religiones y a todas las personas de buena voluntad.

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