Contrapunto
En una de sus primeras declaraciones, la nueva ministra de Asuntos Sociales, Cristina Alberdi, ha sentenciado que «la utilización del genérico masculino para determinados colectivos ya ha quedado desfasada. Las mujeres antes no contábamos, pero ahora los españoles somos ciudadanos y ciudadanas». Como recuerda que «lo referente al lenguaje sexista depende de este Ministerio», habrá que acostumbrarse a referirse a juezas, catedráticas y médicas. Nada cuesta complacerla, aunque eso nos obligue a hablar de las reuniones del Consejo de Ministros y de Ministras.
Más difícil es seguirla en lo que se refiere al aborto. Ahí da la impresión de que el lenguaje se utiliza no para adecuarse a la realidad, sino para disfrazarla. Alberdi advierte que «mucha gente plantea que una ley de plazos es poco menos que aborto libre y gratuito. Y no es así. La ley de plazos significa que una mujer que decide abortar no dé explicaciones a nadie durante un determinado espacio de tiempo». Hasta ahora siempre se había pensado que uno es libre para hacer algo cuando no tiene que dar explicaciones a nadie. Así que para explicar la diferencia entre la ley de plazos y el aborto libre habrá que recurrir a un experto en logomaquia. Pues la mujer que decida abortar durante los tres primeros meses del embarazo, es inútil que dé explicaciones a partir del cuarto.
Ya que los avances de la Medicina permiten hoy conocer cada vez más temprano el sexo del niño en el seno materno, sería oportuno que Cristina Alberdi aclarara si al tratar del aborto hay que referirse al feto en general o distinguir entre feto y feta. Pero el Ministerio que se ocupa del lenguaje sexista no parece muy dispuesto a distinguir aquí entre el género masculino y el femenino. Más bien está interesado en que se olvide que se trata de una vida humana. Ahora es el feto el que no cuenta para nada, sin distinción de sexos.
Ignacio Aréchaga