Qué significa tener una buena muerte, qué decisiones sobre sí mismo debe hacer saber de antemano una persona para cuando ya no esté en condiciones de comunicarse, qué tratamientos rechazar, por excesivos e innecesarios, en caso de que la condición del enfermo sea irreversible. Todos estos puntos y más están detalladamente explicados en The Art of Dying Well (El arte de morir bien), una web que la Iglesia católica de Inglaterra y Gales ha puesto a disposición de quienes deseen orientación para enfrentar el momento final de la existencia.
“Si está Ud. muriendo –señala la web–, es probable que desee hacerlo en paz, tan confortablemente como sea posible y rodeado de aquellos que le son más cercanos. Probablemente querrá morir en su casa, y con toda seguridad no querrá un tratamiento invasivo, si está claro que se sacará muy poco provecho de eso”.
En tal sentido, The Art of Dying Well explica la importancia de que el moribundo cuente con un círculo de apoyo en el que se incluyan amigos, familiares, cuidadores, médicos, un sacerdote. “Esto es relevante no solo en el momento de la muerte, sino a lo largo de todo el proceso. Tener una comunidad de acompañantes a través del viaje puede ayudarte a prepararte, con paz y consuelo espiritual”.
Entre los aspectos que, de modo sencillo, se plantean de modo resumido y práctico, está precisamente cómo enfrentarse personalmente a la muerte y de qué modo actuar ante el fallecimiento de un ser querido, suceso que hiere a las personas que le son más cercanas, a las que se necesita dar apoyo y ayudar a despejar las incertidumbres que deja el acontecimiento.
De igual modo, se explica cuál es la doctrina de la Iglesia respecto a los procedimientos que se deben evitar a quien se encuentra en condiciones de deterioro irreversible: “Aunque la persona tiene el deber de cuidar de su salud, no tiene el deber de prolongar su vida indefinidamente. La muerte, después de todo, es inevitable. Así también, los asistentes sanitarios no tienen el deber de mantener vivas a las personas en todas las circunstancias (…). En la medida en que la muerte se aproxima, un tratamiento que prolongue la vida brevemente pudiera terminar imponiendo un sufrimiento que lleve al paciente a considerar que el tratamiento es insoportable”.
En tal sentido, la web pone el ejemplo del cardenal Basil Hume (1923-1999), arzobispo de Westminster, el cual rechazó la quimioterapia cuando fue diagnosticado con cáncer terminal en 1999.
Siendo, como es, parte inevitable del ciclo de la vida –precisa el sitio–, familiarizarse con la realidad de la muerte puede ayudarnos a emplear nuestro tiempo más sabiamente y a apreciar mejor lo que es verdaderamente importante en la vida.
La invitación es, pues, a aceptar la realidad de nuestro carácter mortal. “Se dice que para recordarse a sí mismo la brevedad de la vida, el italiano san Carlos Borromeo conservaba un cráneo humano sobre una pequeña mesa en su casa. Esto puede ser demasiado para nosotros hoy, pero la verdad es que muchos no queremos pensar en que un día moriremos. Y sí, la realidad es que la muerte nos puede sobrevenir en cualquier momento”. Si se puede, por tanto, estar preparado, sin duda será mucho mejor.