La pérdida de un ser querido exige un tiempo de duelo para asumir su ausencia y recuperarse del trance doloroso. Pero ¿qué ocurre si se trata de un hijo aún no nacido? Para afrontar estos casos, en el Parlamento de Nueva Zelanda se ha presentado un proyecto de ley que otorgaría tres días de permiso pagado a los padres después de un aborto espontáneo o cuando el bebé nace muerto.
Hasta ahora, los neozelandeses tienen derecho a un permiso laboral por la muerte de un hijo o de un miembro de la familia, pero no en el caso de la pérdida de un hijo que no ha nacido vivo. Para la promotora de la ley, la diputada laborista Ginny Andersen, el aborto espontáneo es todavía un “tema tabú” en Nueva Zelanda, y el permiso pagado sería un modo de sacar a la luz el dolor que conlleva.
Andersen dice que muchas mujeres han tenido que discutir con sus jefes para obtener un permiso cuando han perdido a su hijo aún no nacido. Y que “para las mujeres que han tenido más de un aborto puede ser muy traumático y difícil si quieren mantener su empleo”.
Es curioso que un feto en el mismo grado de desarrollo pueda ser eliminado si la madre no lo desea, o pueda dar lugar a un derecho al duelo si la madre lo desea y lo pierde
La propuesta de ley tiene buenas posibilidades de salir adelante, con el apoyo transversal de los diversos partidos. El ministro de Relaciones Laborales, Iain Lees-Galloway, ha dicho que apoyará la idea: “Un aborto es una prueba terrible para los padres y esta ley les proporciona certeza a ellos y a los empleadores sobre qué se considera un aborto espontáneo, de modo que los padres puedan hacer duelo y dedicar tiempo a asumir esa pérdida”.
Aunque es un asunto del que se habla poco públicamente, es más común de lo que parece. El Ministerio de Sanidad de Nueva Zelanda dice que una o dos de cada 10 mujeres embarazadas sufren un aborto espontáneo.
También en España se estima que una de cada cinco mujeres embarazadas pasa por esta situación, porcentaje que sube a una de cada cuatro a partir de los 35 años, y resulta por eso más frecuente ahora con el retraso de la maternidad. Para superar las cicatrices psicológicas que suele dejar la pérdida del hijo esperado han surgido en Internet foros donde las mujeres que quieran apoyo pueden encontrar la ayuda de otras mujeres que han pasado por lo mismo y de un grupo de psicólogas, según contaba un artículo en El Independiente.
Aborto espontáneo y aborto provocado
No todos los padres vivirán ese trance con la misma intensidad, pero es importante que quienes lo necesiten tengan esta opción de disponer de un permiso para el duelo. En la iniciativa de Nueva Zelanda, hará falta que los legisladores se pongan de acuerdo sobre cómo se determina la existencia del embarazo. Pero, según la propuesta, una vez confirmado, en caso de aborto espontáneo “en cualquier momento del embarazo”, los padres tendrían derecho al permiso.
Mientras que en el aborto provocado la ley establece plazos en los que la mujer puede disponer de esa vida naciente como si fuera solo un puñado de células, a la hora de hacer el duelo por la pérdida del hijo deseado vale “cualquier momento del embarazo”. Es curioso que un feto en el mismo grado de desarrollo pueda ser eliminado si la madre no lo desea, o pueda dar lugar a un derecho al duelo si la madre lo desea y lo pierde por un aborto espontáneo. El reconocimiento o no de una vida humana dependería no de lo que esa vida es, sino de que sea aceptada.
En la misma Nueva Zelanda, el aborto es legal cuando está en riesgo la salud física o mental de la madre o el niño sufre malformaciones. En la práctica, la excusa de la salud materna enmascara el aborto a petición, y la primera ministra Jacinda Ardern, elegida en 2017, ha prometido que su gobierno despenalizaría el aborto. De hecho, la tasa de abortos es ya de 13,7 por cada 1.000 mujeres de 15-44 años.
El malestar de la maternidad interrumpida
En los mismos días en que se presentaba esta propuesta de ley en el parlamento de Nueva Zelanda, se debatía en el Senado de Argentina la legalización del aborto, que finalmente fue rechazada. En la calle, manifestaciones a favor y en contra, con miles de mujeres en unas y otras. Como de costumbre, los promotores lo presentaban solo como el derecho de la mujer a decidir sobre su propia vida, ignorando esa otra vida existente y por construir que crece en la mujer embarazada. En este caso parece que lo más compasivo sería permitir la exclusión del más débil. En la otra parte, se hablaba de “salvar las dos vidas”, sin dejar sola a la mujer ante un embarazo conflictivo. Autonomía a cualquier precio o disponibilidad para acoger al hijo que viene.
La defensa del “derecho a decidir” se quiere presentar como una conquista femenina, aunque en realidad supone anular su capacidad de acogida de la vida, tan connatural en la mujer. Y eso solo puede conseguirse ahogando una profunda percepción.
“Un aborto es una prueba terrible para los padres”, que han de poder “hacer duelo y dedicar tiempo a asumir esa pérdida”
En un interesante libro recién traducido, Erótica y materna, la psicoterapeuta italiana Mariolina Ceriotti escribe a propósito de la maternidad: “Nos hemos acostumbrado a pensar en el principio del embarazo como un momento en que la mujer todavía está sola consigo misma y con su cuerpo, un cuerpo que le pertenece y sobre el que puede y debe ejercer su derecho a decidir, con absoluta libertad”. “Sin embargo, a nivel inconsciente presiona sobre ella otra verdad, que el cuerpo conoce bien: el hijo concebido ya es un hijo presente, así que la decisión que tome no va a ser solo para ella. La mujer necesariamente percibe, en lo profundo de sí, la existencia de algo que ya es alguien: de ello dan testimonio los innumerables relatos de maternidades interrumpidas, voluntariamente o no, con la carga de profundo malestar que conllevan y que ninguna pericia médica o psicológica, por muy atenta que sea, ha logrado eliminar”.
Los promotores del derecho al aborto se esfuerzan por presentar la decisión de la mujer como algo normal, y niegan la existencia de un síndrome post-aborto. Ahora en Nueva Zelanda quieren reconocer el síndrome post-aborto espontáneo, cicatriz que hasta justificaría un permiso laboral. Pero si la pérdida del hijo por causas naturales es a veces traumática, no lo será menos su eliminación consciente y voluntaria.