«El término ‘preembrión’ es una estrategia para adormecer las conciencias»
Entrevista con Juan Ramón Lacadena, profesor de Genética
Madrid. Tras los recientes experimentos de clonación de embriones humanos, han surgido nuevas dudas sobre la legitimidad de las técnicas de fecundación artificial. En un coloquio dedicado a los aspectos éticos de la clonación humana, organizado por la Fundación Ramón Areces (Madrid, 20 de enero), Juan Ramón Lacadena, profesor de Genética de la Universidad Complutense, sostuvo que los científicos no deben aventurarse a experimentar en este campo sin sopesar antes las consecuencias. En esta entrevista, el Prof. Lacadena responde a algunas cuestiones acerca de la reproducción asistida.
– ¿Hasta qué punto es científica y legítima la investigación sobre embriones humanos?
– Desde el momento en que se trata de investigar, cualquier investigación es en sí legítima. Ahora bien, cuando se trata de seres humanos, debemos tener en cuenta si no deberíamos experimentar primero en animales. Estoy convencido de que se sacarían las mismas conclusiones utilizando modelos animales -perfectamente extrapolables a la especie humana-, pero que no se utilizan simplemente por razones de comodidad o económicas. He preguntado muchas veces a genetistas por qué no se hace este tipo de experimentos con chimpancés y la respuesta es que conseguir hembras de chimpancés es más difícil y mucho más caro que trabajar con seres humanos. Que el embrión humano sea más barato que el de animal muestra el trasfondo mercantilista y crematístico de muchos experimentos, y su trasfondo ético es muy importante.
– ¿Pueden ser compatibles leyes contradictorias? Por ejemplo, en bastantes países la ley autoriza la interrupción del embarazo, al no reconocer ningún estatuto ético-jurídico al embrión o feto; pero, a la vez, prohíbe las investigaciones sobre esos mismos embriones a partir del decimoquinto día de su desarrollo. ¿Qué explicación científica tiene esto?
– No tiene ninguna explicación científica. Es, simplemente, un reflejo más de la incongruencia humana. Esta contradicción nunca la he entendido ni la entenderé.
– Algunos Estados permiten que los padres dispongan de una reserva de embriones congelados. ¿Qué pasa con ellos? ¿Podrían utilizarse, por ejemplo, años después, en caso de fallecer un hijo, para reemplazarlo por otro genéticamente idéntico?
– No concibo tener un embrión en conserva para que sea el sustituto del hijo muerto, ni tampoco como reservorio para posibles trasplantes. La legislación española, como muchas otras también, permite un plazo máximo de conservación de cinco años. Pasado este tiempo, hay que destruir esos embriones y no sirven ya para nada…
– Pero esos embriones eran seres humanos…
– Evidentemente. Desde el momento de la fecundación empieza una nueva vida humana. Existe un problema respecto a la valoración ética y científica del status de los primeros 14 días, cuando aún no están fijadas ni la unidad ni la unicidad. Pero es evidente que eso es una vida humana que hay que respetar. Para evitar estos problemas, en la reproducción asistida habría que utilizar sólo un ovocito para cada fecundación; lo que es inmoral es acumular embriones por si acaso no da resultado.
– En el caso de que se llegasen a conseguir clónicos humanos, ¿éstos serían iguales en todo a sus «modelos»?
– No. Existen caracteres en los que, evidentemente, los genes mandan. El color del pelo y de los ojos sería idéntico; es decir, habría parecido físico en muchas cosas. Pero hay otra serie de caracteres en que el ambiente influye mucho. Entre éstos, no hay duda de que el comportamiento es uno de ellos. Hay personas que niegan cualquier fundamento genético responsable de un comportamiento humano; otras dan demasiada importancia a los genes. Lo correcto sería decir que la información genética puede influir en caracteres del comportamiento, pero esa información puede estar muy influida por el ambiente, tanto físico-químico como social y cultural. El elemento ambiental es irrepetible, pues son muchos los factores que influyen. Y, por consiguiente, siempre habría situaciones cambiantes.
Antes y después de los 14 días
– ¿Está Vd. de acuerdo con el término «preembrión»?
– No. He dicho de palabra y por escrito que el término «preembrión» es, a mi juicio, una estrategia para adormecer las conciencias: «como esto no es todavía un embrión, puedo hacer con ello lo que me dé la gana». Lo correcto es llamarlo embrión en estado de dos células, de cuatro células, de 32 células, etc. Pero siempre es un embrión humano. Es evidente que este embrión, durante los primeros 14 días de su desarrollo, no tiene el mismo status que después. Pero, en cualquier caso, lo de «preembrión» -que es como figura en la legislación española- no se sostiene científicamente, como muestra que el Consejo de Europa lo llama embrión.
– Los que defienden el término de «preembrión» aducen que, como un embrión puede dividirse para dar lugar a dos gemelos, se ve -dicen- que no está aún individualizado.
– El hecho de que un embrión, en los primeros estadios de su desarrollo, pueda dividirse en dos o, al revés, que dos embriones distintos puedan fundirse en uno solo, indica que existe una fase del desarrollo embrionario donde aún no están fijadas las dos propiedades típicas de la individualización del ser humano: la unicidad e irrepetibilidad y ser una sola cosa. A partir del día decimocuarto de la fecundación, más o menos, es cuando el embrión inicia el desarrollo de su sistema nervioso. Desde ese momento ya no se puede dividir, ni fundir. Desde el punto de vista biológico, esos 14 días marcan un «algo» distinto en el proceso de desarrollo que, por otro lado, es continuo.
Por eso, yo pregunto cómo puede existir una vida humana si antes no la había. La vida existe desde el mismo momento de la fecundación, pero esa vida va ganado categoría, status, a partir del día decimocuarto, cuando usted es usted y yo soy yo, ya que antes podíamos habernos dividido en varios o fundirnos en uno. Pero eso no justifica sostener que en esos primeros 14 días no haya vida humana. Lo que nunca se puede olvidar es que, ante todo, está la dignidad del ser humano.
Carlos Cachán