Felicidad, por una parte, y vida lograda o con significado, por otra, pueden no coincidir. Es la conclusión de Emily Esfahani Smith en un artículo para The Atlantic en que analiza una encuesta realizada en EE.UU. a la luz de la obra de Viktor Frankl.
En septiembre de 1942, Viktor Frankl, psiquiatra y neurólogo judío residente en Viena, fue detenido y trasladado a un campo de concentración nazi. En su bestseller El hombre en busca de sentido, basado en su tremenda experiencia, Frankl concluye que la diferencia entre la mayoría de los que sobrevivieron al campo, respecto a muchos de los que murieron, se redujo a una cosa: entender el significado de lo que estaban padeciendo. “El que tiene un por qué es capaz de soportar casi cualquier cómo”, afirma este autor parafraseando a Nietzsche.
En 1991, la Biblioteca del Congreso y el Book-of-the-Month Club calificó El hombre en busca de sentido como uno de los diez libros más influyentes en los Estados Unidos. Frankl afirmó que “es una característica de la cultura norteamericana la insistencia en la búsqueda de la felicidad (…) Pero la felicidad no puede ser buscada: tiene que llegar. Hay que tener una razón para ser feliz”.
Un informe Gallup informa que casi el 60% de los estadounidenses se sienten razonablemente felices. Por otro lado, según una investigación, alrededor de 4 de cada 10 estadounidenses no ven que sus vidas tengan un sentido claro. Tener un fin en la vida aumenta el bienestar general y disminuye el riesgo de depresión. En cambio, la búsqueda directa de la felicidad, paradójicamente, hace a la gente menos feliz. “Es la búsqueda de la felicidad lo que frustra la felicidad”, decía Frankl.
Un nuevo estudio basado en encuestas, revela que encontrar sentido a la vida suele ir asociado a ayudar a otros, mientras que la felicidad se relaciona con satisfacer las necesidades. Lo que diferencia a los seres humanos de los animales no es la búsqueda de la felicidad, sino la búsqueda de sentido, dice Roy Baumeister, el investigador principal de este trabajo. La sabiduría de Frankl, procedente de sus experiencias en medio de un sufrimiento inimaginable, afirma algo similar: “El hombre, cuanto más se olvida de sí entregándose a servir a los demás o a amar a otra persona, más humano se hace”.