Ahora que la Asociación Psiquiátrica Americana prepara una nueva versión de su célebre manual de diagnóstico, las discusiones que provoca pueden llevar a preguntarse si algunas enfermedades de nueva definición son descubiertas o “creadas”. Hay trastornos que parecen ponerse “de moda” y registran una súbita proliferación. Y en efecto en la psiquiatría hay “modas”, pero esto no significa que se inventen patologías imaginarias, explica el especialista Javier de las Heras. Ocurre simplemente que los conocimientos científicos evolucionan y la cultura del momento tiene cierta influencia en los criterios de normalidad.
La quinta edición del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-V), de la American Psychiatric Association (APA), se empezó a preparar en 1999 y su versión final se publicará en mayo de 2013. El borrador, hecho público en febrero pasado, ha provocado cierta polémica.
Uno de las propuestas más discutidas es la de dejar de considerar el síndrome de Asperger como trastorno específico e incluirlo bajo la rúbrica, más general, del autismo. Los pacientes hasta ahora diagnosticados con Asperger y sus familiares se quejan porque los autistas padecen deficiencias intelectuales, lo que no es el caso de aquellos.
Por su parte, los transexuales quieren que se empleen términos más neutros para patologías que el borrador llama “trastorno de identidad de género”, “fetichismo travestístico” y (novedad) “trastorno hipersexual”.
A propósito de esto preguntamos al psiquiatra Javier de las Heras, que además de trabajos de investigación ha publicado libros dirigidos al público general, algunos reseñados en Aceprensa. El más reciente es Conoce tu personalidad (La Esfera de los Libros).
— El profano se puede sorprender de las controversias en torno al DSM-V, por ejemplo, de que los familiares de pacientes de Asperger se opongan a que la enfermedad pase a ser un subtipo de otra. ¿Acaso los trastornos que no tienen categoría propia no se detectan y no se tratan?
— En principio, todos los trastornos se detectan y se tratan tanto si tienen categoría propia como si se considera que constituyen una variedad de otro trastorno más amplio. No obstante, en la práctica, cuando tienen categoría propia suelen recibir un tratamiento más específico.
— Las sucesivas ediciones del DSM probablemente reflejan cómo han ido cambiado las ideas acerca de la constitución psíquica de la persona y del origen de las enfermedades mentales. ¿Qué concepción predomina ahora entre los especialistas?
— Las ediciones del DSM están destinadas fundamentalmente a valorar aspectos nosológicos, diagnósticos y estadísticos (epidemiológicos) de los trastornos mentales. Es decir, buscan lograr un consenso entre los psiquiatras a la hora de clasificar los trastornos mentales, precisar los requisitos necesarios para realizar los correspondientes diagnósticos e informar sobre la prevalencia de dichos trastornos en la población. No se ocupa casi del origen de dichos trastornos, salvo para hacer alguna valoración de la posible influencia genética y poco más, ni entra mayores valoraciones constitucionales.
— ¿Hay “modas” diagnósticas? Parece que unos trastornos de pronto se extienden, como el de hiperactividad con déficit de atención, que en los últimos tiempos se diagnosticado en muchos niños, y hay quien se pregunta si se han sacado a la luz casos que antes no se trataban o más bien se han “inventado” casos poniendo una etiqueta a comportamientos no patológicos.
— En la ciencia hay modas, porque el propio conocimiento científico varía y se modifica constantemente, debido al propio progreso del saber. Las verdades científicas son solamente eso: verdades científicas, y no deben tomarse como verdades absolutas.
Cuando se difunde mucho la existencia de un trastorno y sus características, se puede producir un exceso de diagnósticos. En el caso del trastorno por déficit de atención con hiperactividad, es cierto que se diagnostican casos de niños que simplemente son algo más inquietos de lo normal o que padecen otros trastornos, como por ejemplo, trastornos de ansiedad; pero tampoco es algo frecuente, y aun así siguen existiendo niños que lo padecen y que ni han sido diagnosticados, ni reciben el correspondiente tratamiento.
— Ahora que se dispone de muchos más psicofármacos que en otros tiempos, los beneficios de los laboratorios dependen en parte de que ciertos signos se consideren patológicos y se prescriban los correspondientes tratamientos, cosa que también sucede en las demás especialidades médicas. Pero ¿hay peligro real de que los diagnósticos sean influidos por intereses comerciales?
— Desde siempre se ha podido observar cómo la existencia de remedios eficaces para tratar cualquier tipo de trastorno hace que se diagnostiquen y traten más casos del mismo. Pienso que esto se debe, más que a factores comerciales, a que las personas acuden más al médico cuando ven cómo otros mejoran de síntomas similares.
— A diferencia de otras enfermedades, en los trastornos psíquicos se ve a menudo el riesgo de que “estigmaticen” al paciente. Algunos grupos, como hoy los transexuales, pretenden que su situación se vea como algo distinto, pero no patológico. ¿La calificación de trastorno o la normalidad en el DMS depende solo de la evolución de las ideas de la época o hay algún patrón objetivo para determinarla?
— La línea divisoria entre lo que es o no un trastorno es siempre imprecisa desde el punto de vista teórico. Cada vez se tiende más a una concepción salutogénica de la salud, por la cual, en vez de hablar de salud o enfermedad, como dos entidades completamente contrapuestas, se habla de mayores o menores niveles de salud, dentro de una concepción más continua.
En general, el DSM tiende ha considerar patológicas aquellas experiencias internas y de comportamiento que se apartan acusadamente de la cultura del sujeto en áreas como la sensoperceptiva, afectiva, cognitiva, control de impulsos, actividad interpersonal, etc., que tienen carácter grave o persistente dentro de una amplia gama de situaciones personales y sociales, provocando malestar, deterioro social, laboral, etc. Es más fácil distinguir entre lo normal y lo patológico en la práctica, que trazar una línea teórica que divida lo normal de lo patológico. La cultura y, por tanto, las ideas de la época, tienen siempre cierta influencia en los criterios de normalidad.
— Su último libro, Conoce tu personalidad, pretende ayudar a identificar en uno mismo distintos rasgos de la forma de ser, incluidos algunos que pueden llegar a ser patológicos. Esto me sugiere la pregunta de si conociéndose y aprendiendo a manejarse, en algunos casos se podría evitar la necesidad de tratamiento médico.
— Las personas que se conocen mejor tienen la oportunidad de descubrir determinados mecanismos nocivos en su personalidad. Si éstos se modifican, se puede lograr un mayor nivel de estabilidad emocional y disminuir la vulnerabilidad al estrés, lo cual disminuye los niveles de angustia y el riesgo de padecer muchos trastornos psíquicos, como por ejemplo, algunos tan frecuentes como los trastornos depresivos o de ansiedad.