Actualizado el 11-02-2024
En solo seis años, Canadá se ha colocado en los primeros puestos del mundo en la práctica de la eutanasia. Hay quienes creen que se concede con demasiada facilidad a quienes la piden, incluidos pacientes a los que no se ofrecen verdaderas alternativas.
La eutanasia, o “asistencia médica para morir”, como se la denomina oficialmente (MAID en las siglas inglesas), es legal desde 2016. El aumento de casos ha sido vertiginoso, como muestra la comparación con California, que la aprobó el mismo año y tiene una población similar a la de Canadá, 40 millones escasos. En 2021, California registró 486 eutanasias; Canadá, 10.064. El año siguiente subieron un 31%, hasta 13.241.
Los datos de 2022 suponen el 4,1% del total de muertes, casi el doble que en Bélgica (2,3%), que legalizó la eutanasia en 2002. Canadá aún no ha superado el 4,8% de los Países Bajos, la primera nación en admitir la eutanasia, desde 1994 informalmente y desde 2002 por ley. Excepto en un caso: la provincia de Quebec ostenta el récord mundial, con el 6,8%, dice el último informe oficial, referido al periodo abril 2022-marzo 2023.
A la vista de tan rápida progresión, el New York Times se preguntaba el año pasado si tal vez es demasiado fácil escoger la muerte con asistencia médica en Canadá.
Cautelas ineficaces
En principio, no debería serlo. La sentencia del Tribunal Supremo canadiense que en 2015 declaró inconstitucional la prohibición del suicidio asistido, señaló a la vez que solo sería admisible para “adultos que consientan y sean capaces, estén bien informados y se encuentren grave e irremediablemente enfermos”; tendría además que practicarse “de acuerdo con los deseos del paciente y en su mejor interés, y con el fin de aliviar el sufrimiento”. Los jueces añadieron que una ley con “cautelas bien pensadas y aplicadas es capaz de proteger de abusos y errores a las personas vulnerables”.
“Canadá es el país con menos salvaguardas de todos los que permiten la eutanasia” (Trudo Lemmens, profesor de Derecho)
La ley aprobada al año siguiente estipulaba que una solicitud de eutanasia solo se podía tramitar si el paciente tenía una esperanza de vida corta, y debía ser evaluada por un profesional de la medicina o la enfermería, llamado “asesor de MAID”. En 2021, a raíz de otra sentencia, en este caso del Tribunal Supremo de Quebec, se eliminó el requisito de enfermedad terminal, lo que equivale a admitir la eutanasia para discapacitados. Y ahora el Parlamento estudia una nueva reforma, para incluir los trastornos psíquicos entre los motivos legales de eutanasia [actualización: El 1-02-2024, el gobierno decidió posponer la reforma a 2027].
El caso es que las cautelas previstas parecen no estar siendo eficaces. La comisión oficial que revisa la aplicación de la ley de eutanasia en Quebec advirtió que en la provincia “se realizan muchas eutanasias que están en el límite de los requisitos legales y también muchas que no los cumplen”.
Pero, según algunos, el problema está en la ley misma. “Canadá es el país con menos salvaguardas de todos los que permiten la eutanasia”, dijo Trudo Lemmens, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Toronto, en declaraciones recogidas por el mencionado artículo del New York Times.
Una solución barata
También la Dra. Madeline Li sostiene que “en la ley [canadiense] faltan garantías cruciales para los pacientes”. Esta especialista en psiquiatría oncológica es partidaria de la eutanasia legal, y ella misma interviene en su administración. Pero le preocupa la forma en que está regulada y se aplica en su país, como manifiesta en un testimonio publicado en la revista Maclean’s.
Según Li, la ley no asegura que al paciente se le faciliten tratamientos eficaces contra su enfermedad o contra su dolor, de modo que la eutanasia sea el último recurso. La doctora lo ilustra con el caso de una persona que había solicitado la MAID tras ingresar por dolor crónico. Ella no era su asesora, pero le pidieron su opinión. “Esta persona me dijo –cuenta– que, si no se sintiera tan sola, si tuviera alguien que se preocupara por ella, probablemente toleraría mejor el dolor”. La doctora le respondió que sería una lástima que muriera tan pronto y le manifestó afecto y cercanía, que “era lo que principalmente pedía”. Entonces buscó una alternativa terapéutica, pero a aquella persona “le era totalmente imposible pagar el tratamiento, que cuesta miles de dólares”. De modo que el trámite de eutanasia reanudó su curso. Li no sabe qué ha sido de esa persona; pero su caso la ha abatido.
Ese ejemplo muestra también que, como dice Li, el examen de las peticiones de eutanasia es generalmente superficial. “La evaluación de la MAID –afirma– se reduce a una lista de comprobación de los requisitos legales. (…) Los asesores de MAID caen como paracaidistas en la vida de los pacientes: rara vez tienen una relación prolongada con ellos”. En cambio, dice Li, tendrían que dedicar mucho más tiempo y atención para conocerlos y escucharlos.
Parece, pues, justificado el temor de algunos, de que la eutanasia sea aplicada con ligereza porque es la salida menos laboriosa para médicos y hospitales, y también la más barata para el sistema sanitario. De hecho, en 2017 un estudio, publicado en Canadian Medical Association Journal, estimaba que la eutanasia supondría para la sanidad del país un ahorro neto de 33 a 124 millones de dólares anuales.
El caso de las enfermedades mentales
En tales condiciones reales, el recurso a la eutanasia es especialmente peligroso en el caso de enfermos mentales, a los que se planea incluir en la próxima reforma de la ley. Li es contraria a esta expansión, y también a la anterior, que eliminó el requisito de situación terminal: “No deberíamos facilitar a MAID por trastornos psíquicos ni, en general, por enfermedades crónicas”. E ilustra su postura con otro caso.
Algunos creen que en Canadá el suicidio asistido se está convirtiendo en una opción médica casi rutinaria, en vez de ser una medida extraordinaria para casos excepcionales
“Recientemente atendí a un paciente con depresión crónica que tenía intención de solicitar la MAID, hasta que finalmente encontramos un tratamiento eficaz. Me preguntó cómo se evaluarían las solicitudes de pacientes con depresión [cuando se aprobara la próxima reforma]. Le dije que tendríamos que distinguir si era un deseo racional de morir o un deseo motivado por la depresión, y me replicó: ‘Pero ¿por qué iba yo a querer morir, si no fuera por la depresión?’. Esto me dio que pensar”. Y concluye: “En vez de limitarnos a marcar casillas, deberíamos sentarnos [con el paciente] y tener una conversación detenida sobre el deseo de morir”.
En perjuicio de los cuidados paliativos
Por todo esto, algunos creen que en Canadá el suicidio asistido se está convirtiendo en una opción médica casi rutinaria, en vez de ser una medida extraordinaria para casos excepcionales. Lo cual, por otra parte, está yendo en perjuicio de los cuidados paliativos, como dijo ya en 2017 un experto, Neil Hilliard. Según él, la inclusión de la MAID en los hospitales “es como un cáncer que se extiende en los servicios de paliativos”.
Hace dos años, en una comparecencia ante la comisión parlamentaria sobre la MAID, la doctora Leonie Herx, expresidenta de la Sociedad Canadiense de Médicos de Cuidados Paliativos, recordó que solo el 25-30% de los pacientes que los necesitan tenían acceso a ellos. Y advirtió: “Cuando no se satisfacen las necesidades de cuidados paliativos, el consiguiente sufrimiento físico, emocional y espiritual de los pacientes puede llevarlos a sentirse deprimidos y desesperados, y considerarse una carga para los demás: o sea, varios de los motivos más frecuentes en las peticiones de MAID”.
Herz resumió así, en la misma ocasión, los “efectos deletéreos” que la eutanasia tiene en los cuidados paliativos: se les dedica menos recursos; pérdida de personal, por profesionales de paliativos que abandonan, disconformes o desalentados; pacientes que se resisten a acudir a los servicios de paliativos por temor a que les apliquen la eutanasia.
Libertad ultraliberal
Se ve que, pese a la pretensión de que la eutanasia forme parte del “paquete completo” de servicios, junto con los cuidados paliativos, para que cada quien escoja lo que quiera, una y otra oferta difícilmente casan. Además, se detecta un problema con la elección.
El periodista canadiense Jeremy Appel era partidario de la eutanasia, pero cambió de opinión. Lo explica en la revista Jacobin, cuyo mismo nombre indica de qué tendencia política es.
“El problema con mi anterior postura –dice– era que consideraba las decisiones individuales como sacrosantas. Pero las personas no toman decisiones en el vacío. Son producto de circunstancias sociales (…). La frívola manera en que la MAID se ha implementado en Canadá equivale a una forma de eugenesia, por la que solo sobreviven los físicamente aptos”.
Lo que dice Appel recuerda un poco al marxismo, y quizá ayuda a comprender por qué los comunistas portugueses se opusieron a la aprobación de la eutanasia en el Parlamento. También cabría observar que la defensa de la eutanasia a menudo responde a un concepto ultraliberal de la libertad, que puede valer para los aventajados, pero no para los que se encuentran en situación de necesidad o desamparo.