Algunos casos muy aireados, sobre todo el del joven tetrapléjico Vincent Humbert –muerto, por petición propia, a manos de su madre (cfr. servicio 146/03)–, han avivado el debate sobre la eutanasia en Francia. Hay quienes aducen estos sucesos como muestra de que es necesario legalizarla. Ante la posibilidad de que así se haga, la Academia Nacional de Medicina ha dado a conocer su postura, que es «decididamente contraria», por motivos de deontología médica.
En su comunicado, hecho público el pasado mes, la Academia afirma en primer lugar este principio: «La misión del médico y de un equipo sanitario es curar y no puede ser dar muerte, cualquiera que sea la motivación». Si curar no es posible, la Academia naturalmente «se opone a todo ensañamiento terapéutico»; pero en tal caso, el deber del médico es proporcionar cuidados paliativos y «asegurar la serenidad a la persona, que ha de ser acompañada hasta el final de su vida». Si el tratamiento del dolor tiene por efecto secundario acelerar la muerte del paciente, de ningún modo ese acto médico se puede asimilar a la eutanasia. Lo mismo hay que decir de la renuncia a sostener artificialmente las funciones vitales irreparablemente dañadas o a aplicar intervenciones inútiles y desproporcionadas.
En vista de ello, la Academia «se declara decididamente contraria a toda disposición para despenalizar la eutanasia y la cooperación al suicidio, su equivalente». Rechaza expresamente la vía tomada en Holanda y Bélgica, «que en esto se apartan de la posición europea común». El comunicado alega que «los riesgos de deriva serían patentes». De hecho, la tolerancia holandesa de la eutanasia pronto llevó a que se aplicara sin petición del paciente en casi un tercio de los casos registrados (ver servicio 164/00). Además, señala la Academia, «sería inaceptable que la relación de confianza entre el enfermo y el médico, especialmente en los casos de personas mayores en la última etapa de su vida, pudiera ser quebrantada por el poder dado al médico de poner término a la vida de la persona a la que tiene el deber de acompañar hasta el final».
A la vez, el comunicado señala que existe un vacío legal en Francia, porque la eutanasia no está expresamente tipificada en el Código Penal, y no considera justa su equiparación al asesinato. Por eso propone que se subsane la omisión: así, «el acto de eutanasia sería claramente reconocido como lo que es: una transgresión y un crimen, pero de inspiración distinta a la de un homicidio o un asesinato». La Academia reconoce que algunas situaciones límite pueden llevar al médico a responder a una petición de eutanasia claramente expresada y reiterada, después de una detenida reflexión compartida con su equipo. Tales casos no merecen el mismo castigo que un homicidio, aunque –insiste la Academia– «hay ahí, sin duda, una transgresión que puede dar lugar a acciones judiciales». La solución para esos supuestos excepcionales es incluir en la ley penal disposiciones que permitan a los jueces tener en cuenta las motivaciones y circunstancias que atenúen o anulen la culpabilidad.