Mike Aquilina es vicepresidente del St. Paul Center for Biblical Theology y tertuliano habitual junto con el teólogo Scott Hann en la cadena de televisión EWTN. En una entrada publicada en su blog Fathers of the Church, explica por qué la cultura cristiana constituye hoy un seguro de vida para los bebés con síndrome de Down frente al paganismo libertario.
La columnista del Washington Post Patricia E. Bauer tiene una hija –Margaret– con síndrome de Down. En una ocasión, Bauer tuvo que aguantar la bronca de un moralista de una universidad de la Ivy League, quien aseguraba que las madres a las que les comunican que van a tener un hijo con síndrome de Down tienen la “obligación moral” de poner fin a su embarazo.
Aquilina lo compara con las prácticas aceptadas en el ambiente pagano en que nació el cristianismo. Los descubrimientos arqueológicos han revelado la carta de un comerciante que escribía a su mujer: “Si das a luz a un niño, consérvalo; si es una niña, elimínala”.
Su tesis es que el libertarismo que impregna la cultura dominante actual no difiere demasiado de los tiempos primitivos del paganismo, cuando el aborto y el infanticidio iban de la mano. “Después de todo, hemos llegado al punto exacto dónde nos encontrábamos antes de la expansión del cristianismo”.
Fueron precisamente ese tipo de prácticas inhumanas lo que, a juicio de Aquilina, pusieron en un aprieto al paganismo. “El aborto y el infanticidio condujeron a bajas tasas de fecundidad, a una elevada tasa de mortalidad materna, a un menor número de candidatas al matrimonio y a la ausencia de una red de apoyo familiar a los mayores”.
A la vista de este panorama, algunos emperadores romanos dictaron leyes para intentar incrementar la fecundidad. Pero las leyes sirvieron de poco. “Además de matar a los bebés, al aborto fue minando poco a poco el amor de las parejas. A eso hay que añadir la querencia de la sociedad pagana por un estilo de vida inmoral y comodón que les llevaba a saltar de placer en placer, sin el estorbo de los niños”.
Aquilina cree que hoy asistimos a una crisis semejante. “Los críticos del cristianismo aseguran que desean promover la tolerancia, la acogida a los demás y una sociedad inclusiva. Pero a lo que realmente aspiran es a favorecer una sociedad que dé rienda suelta a todos los vicios y a algunas crueldades”.
En estas circunstancias, ¿qué puede ofrecer la cultura cristiana a esa mayoría de la población que no se identifica con el paganismo libertario? Lo mismo que aportaron los primeros cristianos a la sociedad de su tiempo: acogida y compasión hacia los más vulnerables.
“Fueron los cristianos quienes crearon la primera sociedad tolerante, abierta e inclusiva, así como un notable sistema de bienestar. Y no lo hicieron sólo porque, a diferencia de sus gobernantes, tolerasen al pobre y al débil, ni porque les amaran con un amor basado solamente en afectos humanos. Sino porque veían al último miembro de la familia humana como imagen de Dios; como Cristo que debe ser acogido; como ángeles que requieren hospitalidad”.
Aquilina concluye su artículo citando una frase de la Didascalia: “Las viudas y los huérfanos han de ser venerados como el altar”. Y añade: “De ese respeto por la vida surgió la verdadera seguridad social, la auténtica estabilidad y la prosperidad. De esa veneración nacieron muchos hijos queridos y encantadores como Margaret”.