Contrapunto
Siempre se ha considerado sensato no confundir los deseos con las realidades. Sin embargo, parece que en la Medicina actual es posible negar la realidad en nombre del deseo. Todo nuevo conocimiento nos confirma que desde la fecundación existe una vida humana individualizada, con su propio programa interno de desarrollo. Y, a pesar de todo, nunca el reconocimiento de esta realidad ha dependido tanto del deseo ajeno. Antes esto se decía con medias palabras. Ahora, con todas las letras. Así lo afirma René Frydman, pionero de la fecundación in vitro en Francia: «El embrión se convierte en persona bajo dos condiciones: que posea capacidades psicológicas de desarrollarse y que sea aceptado. No pertenece más que al deseo de los que lo han elaborado, en el pensamiento y en la práctica». ¿Y el papel del médico? «Lo que importa al médico es el deseo común de la pareja. El resto no nos concierne (…) Sí, hacemos una medicina del deseo». Una medicina peligrosa. Si el inicio de la vida depende de la aceptación de otros, el final también dependerá del arbitrio ajeno. Con este criterio, para que los padres ancianos e impedidos sigan siendo personas tendrán que ser aceptados por sus hijos. Y entonces ya no se discutirá del estatuto del embrión sino del estatuto del viejo.
Ignacio Aréchaga