Contrapunto
Los balances de fin de año nos han proporcionado dos datos discordantes sobre causas de muerte en España. El número de abortos sigue su alza disparada: casi 85.000 mujeres abortaron en 2004, lo que supone un 6,5% más que el año anterior y un aumento acumulado del 73% en los últimos diez años. El dato ha provocado la alarma, al menos en los editoriales del día.
El otro dato revela una evolución positiva: la cifra de muertos por accidentes de tráfico desciende de modo sostenido: en 2004 fallecieron 4.741 personas dentro de los 30 días siguientes al accidente, y a lo largo del último decenio el número de muertos ha descendido un 18%. Lo llamativo es que la opinión pública considera que la siniestralidad del tráfico es un problema importante, mientras que evocar la producida por el aborto parece de mal gusto.
El masivo recurso a los anticonceptivos no ha impedido que casi uno de cada seis embarazos (el 15,2% del total) no llegue a su destino. Lo cual lleva a pensar que el aborto se está utilizando como un método anticonceptivo más, contra lo recomendado en las Conferencias de Población de la ONU, que tanto se suelen invocar para la legalización del aborto. Un método anticonceptivo más, que contribuye a que la natalidad española continúe bajo mínimos, con ese anoréxico índice de fecundidad de 1,2 hijos por mujer.
La ministra de Sanidad ha anunciado un próximo estudio sobre los motivos del aumento del número de abortos. Es el primer signo de preocupación. Pero hay un motivo que salta a la vista sin necesidad de estudios: aunque el aborto sea siempre una decisión dolorosa para la mujer, la realidad es que abortar en España es muy fácil, pues ni tan siquiera se hace cumplir la permisiva ley existente. En el 96,7% de los casos se invoca el «riesgo para la salud materna». Como el estado de la sanidad en España no permite pensar que el embarazo ponga en grave riesgo la salud física en muchos casos, de hecho lo que se invoca es el riesgo para la salud psíquica (aunque el Ministerio de Sanidad se cuida mucho de silenciar ese dato). En la práctica, que el embarazo sea una contrariedad es ya suficiente motivo para abortar.
Con estos presupuestos, no es tan extraño que la tasa de abortos por 1.000 mujeres haya subido de 5,5 en 1995 a 8,9 en 2004. En cambio, en el tráfico, la combinación de educación vial y el temor al castigo está siendo eficaz para concienciar a los conductores. De hecho, las víctimas mortales por accidentes han sido unas 2.500 menos que en 1990, aunque el parque de vehículos ha aumentado en más de 10 millones.
La píldora de tres años después
Un signo especialmente preocupante de la siniestralidad por aborto es que el 13,7% corresponden a chicas de 15 a 19 años, fenómeno que muestra una tendencia al alza. Y eso a pesar de las campañas de adoctrinamiento sobre el uso del preservativo y de las esperanzas puestas en la «píldora del día siguiente». Cuando esta píldora se puso a la venta sin receta en 2001, y cuando los servicios de salud de algunos municipios decidieron darla gratuitamente, se invocó la urgencia de reducir los embarazos de adolescentes. Pero da la impresión de que el tiro ha salido por la culata. Ahora incluso los que la apoyaron entonces advierten una tendencia a subestimar los riesgos de determinadas conductas sexuales y una cierta banalización de la píldora postcoital y del aborto como solución. Lo cual no es precisamente lo que se trataba de demostrar.
Pero es fácil decir «¡estos jóvenes son unos inconscientes!». Habría que pensar antes qué mensaje les están dando las campañas oficiales y los medios de comunicación. Sin duda los jóvenes son impulsivos, tanto en sus relaciones afectivas como al volante. Pero los datos de Tráfico muestran que el grupo donde más se ha reducido los accidentes mortales en carretera es el de los jóvenes conductores, especialmente entre los 18 y 20 años. Bien es verdad que los «spots» de las campañas de tráfico han sido tan truculentos e impresionantes que han contribuido a poner de moda el cinturón de seguridad. Si alguna vez el Ministerio de Sanidad decidiera hacer campañas mostrando el desarrollo del feto en el vientre materno y su dramática interrupción por el aborto, quizá también las interrupciones del embarazo empezaran a retroceder.
La evolución positiva en los accidentes de tráfico se está consiguiendo con una insistente política preventiva: permiso de conducir por puntos, endurecimiento de las sanciones, más radares para el control de velocidad, educación vial en las escuelas, campañas contra la conducción bajo los efectos del alcohol… En cambio, ninguna campaña oficial se ha preocupado de hacer ver que la sexualidad no es un juego y que las conductas sexuales de riesgo pasan factura. Solo hemos experimentado las campañas sobre «sexo seguro», pero si algo es seguro a estas alturas es que ninguna ha funcionado, como lo confirman una vez más las cifras del aborto.
Si en las cuestiones de tráfico la evolución fuera tan negativa como en el aborto, el gobierno habría rectificado hace tiempo para buscar políticas más eficaces. Ahora hasta «El País» reconoce que la evolución del aborto muestra que «la sociedad española tiene un problema de salud pública que requiere correcciones urgentes». Un problema de salud pública, sanitaria y también ética.