John R. Christy, uno de los científicos que trabajan en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), no está tan seguro como Al Gore. En un artículo publicado en The Wall Street Journal (1 noviembre 2007), explica que las predicciones sobre el calentamiento de la Tierra y sus consecuencias son hipotéticas. El mundo tiene otros problemas más ciertos y urgentes.
Christy es director del Centro de Ciencias de la Tierra en la Universidad de Alabama. Es también miembro del equipo de científicos del IPCC, que junto con Al Gore ha recibido el Nobel de la Paz de este año.
El IPCC y Al Gore han sido premiados por difundir el mensaje de que la temperatura de la Tierra está subiendo por causas humanas: el consumo de combustibles fósiles y otras emisiones de gases de efecto invernadero. El comité Nobel elogia a ambos por alertar contra una posible catástrofe y estimular el cambio a una economía de bajo consumo de carbono.
Christy, sin embargo, escribe: “Estoy seguro de que la mayoría -no todos- de mis colegas del IPCC sienten vergüenza ajena cuando digo esto, pero yo no veo ni la catástrofe en ciernes ni la pistola humeante que señala a la actividad humana como culpable de la mayor parte del calentamiento que observamos. Más bien, lo que veo es una dependencia de modelos climáticos que son útiles, pero nunca son una ‘prueba’, y la coincidencia de que los cambios en la concentración de dióxido de carbono y las temperaturas terrestres se corresponden aproximadamente”.
“No hay duda -precisa Christy- de que el dióxido de carbono atmosférico aumenta principalmente a causa de la producción de energía a base de carbono”. Lo que no está claro es las consecuencias que de ello se pueden extraer. “Algunos seguimos tan abrumados por la tarea de medir y entender el extraordinariamente complejo sistema del clima, que somos escépticos con respecto a nuestra capacidad de saber qué está haciendo y por qué. (…) Soy yo el que siente vergüenza ajena cuando veo la presunción con que algunos describen la evolución prevista de las tendencias climáticas en los próximos cien años, sobre todo cuando considero lo difícil que es predecir con exactitud el comportamiento del sistema en los próximos cinco días”.
No es la primera vez
Contra las conclusiones precipitadas que se suelen oír, dice Christy, no puede ser que todo se deba a las acciones humanas, porque todos los cambios que se observan en el clima han ocurrido antes: el nivel del mar varía continuamente, no es la primera vez que se reduce el casquete polar ártico.
Otra dificultad que presenta el estudio del clima global es la de tener una perspectiva verdaderamente global, pues buena parte de las investigaciones se basan en datos tomados en puntos dispersos de la Tierra. Por ejemplo, un reciente reportaje de la CNN, titulado “Planeta en peligro”, presta mucha atención a la disminución de los hielos en el Ártico, pero omite mencionar que el mes pasado la extensión de mar helado alrededor de la Antártida alcanzó el valor más alto registrado desde que se hacen mediciones.
Por eso, Christy no cree que sea tan urgente reducir las emisiones de dióxido de carbono, al menos no tanto como atender otras necesidades de la humanidad, si se sopesan costes y beneficios. Imaginemos, dice, que en el mundo entero se aplicase la reciente ley californiana que obliga a mejorar el rendimiento de los coches, de modo que gasten, por término medio, no más de 5,5 litros de combustible por 100 kilómetros. ¿Qué se conseguiría? Según los modelos usados por el IPCC, el calentamiento previsto a final de este siglo se reduciría en 3 centésimas de grado. O si se construyesen mil centrales nucleares para sustituir el 10% de la producción de energía que actualmente procede de combustibles fósiles, se lograría una fuerte bajada de emisiones, más o menos como si las de Estados Unidos se redujesen a la mitad; pero, según las proyecciones elaboradas por el IPCC, el calentamiento solo disminuiría en 0,1 grados por siglo.
En cambio, Christy cree, siguiendo a Bjørn Lomborg, que es mucho mayor el provecho que se obtiene por cada dólar invertido en remediar necesidades acuciantes en el Tercer Mundo, como dar suministro de agua potable a la población. “Hay que sopesar las inciertas consecuencias del calentamiento del planeta en el futuro lejano con los desastres presentes que tenemos a la vista. (…) Dada la incertidumbre científica y nuestra relativa impotencia con respecto al cambio climático, el imperativo moral me parece claro”.
Fuente: The Wall Street Journal.