La reforma de la legislación sobre bioética en Francia ha motivado un debate, especialmente acerca de la utilización de los embriones humanos para la investigación y la obtención de células madre. La Croix (15 enero 2002) recoge algunas opiniones.
Jacques Testart, biólogo y director de investigación en el INSERM, no es contrario a que se utilicen para investigación los embriones congelados sobrantes, «pero a condición de que se respeten las reglas de buena práctica médica. Una regla básica es que no se haga investigación con seres humanos, antes de haber realizado estudios precisos con el animal». En el caso de las células madre, advierte que «ni siquiera ha concluido la investigación sobre el animal. Además, esas células no se encuentran solo en el embrión, sino también en el cordón umbilical y en otros tejidos adultos. Lo lógico es explorar primero esas vías, que no plantean ningún problema ético, antes de plantear la investigación con el embrión».
Frente a los que dicen que las restricciones harán que Francia quede retrasada frente a los concurrentes extranjeros, y pierda la carrera de las patentes, Testart comenta: «Esto muestra que, detrás del debate sobre la investigación con el embrión, se ocultan intereses mercantiles, o bien la idea de dominar todos los estadios de desarrollo del ser humano o de llegar a la clonación reproductiva».
Monette Vacquin, psicoanalista, se plantea la cuestión de los embriones creados para la fecundación in vitro y luego congelados: «Al actuar así, la medicina ha llevado a la constitución de dos humanidades paralelas, determinadas por el todopoderoso proyecto parental. En efecto, si la pareja decide proceder a una nueva tentativa de procreación con sus embriones congelados y si llega a tener éxito, esos embriones adquieren el estatuto de personas. Los otros embriones se donarán a otra pareja, o serán destruidos o utilizados para investigación. En este último caso, serán relegados al rango de cosa, de materia prima».
En el caso del embrión utilizado para obtener células madre, «habrá sido creado no para su propio desarrollo, sino para regresar a la indiferenciación de órganos, al revés del movimiento de la vida, del sentido de la filiación. Hay una contradicción ética en el hecho de investigar a costa de otro».