Ante el eco que ha tenido en la opinión pública la muerte de Ramón Sampedro, las asociaciones de grandes minusválidos españoles han querido manifestar que su actitud ante la vida no responde en absoluto a la del tetrapléjico gallego.
En su comunicado, las Asociaciones de Lesionados Medulares y Grandes Minusválidos «lamentan profundamente el fallecimiento de esta persona». A la vez que manifiestan su respeto por las convicciones de Sampedro, aclaran que «la gran mayoría de los discapacitados no sólo no las comparten, sino que muestran una actitud totalmente contraria a su pensamiento», que es «a favor de la vida y de la normalización socio-familiar de nuestro colectivo».
Frente a los que presentan las ideas de Sampedro sobre la vida y la muerte como representativas de los discapacitados, el comunicado afirma que «son únicamente opiniones muy particulares que no reflejan en absoluto las percepciones, sentimientos, intenciones e incluso objetivos que tiene globalmente nuestro colectivo». Precisa que «algún estudio ya realizado manifiesta incluso cómo la tasa de suicidio en nuestro grupo es sensiblemente inferior a la del resto de la población».
Lo que estos minusválidos piden a la sociedad y a los poderes públicos es que «nuestra movilidad reducida, que precisa de mucha ayuda en aspectos básicos de nuestras vidas, no constituya un obstáculo insalvable para acceder a esa normalización».
La actitud de los tetrapléjicos españoles coincide con la que han manifestado los minusválidos de otros países ante las campañas pro eutanasia. Cuando en EE.UU. dos sentencias consideraron legítimas las actuaciones del Dr. Muerte, Jack Kevorkian, una organización de minusválidos llamada «Not Dead Yet» (Todavía vivos) emprendió una campaña en la calle, en los hospitales y en los medios de comunicación para manifestarse contra el «suicidio asistido».
Una de las principales dirigentes es Diane Coleman, una abogada con amplia experiencia en promoción de los derechos civiles, así como en investigación sobre minusvalías. «Los minusválidos somos como el canario en la mina -decía Coleman en un reportaje publicado en la revista neoyorquina The Village Voice-. El asunto de la cooperación al suicidio y la eutanasia es una piedra de toque para nuestro país. Si se decide que los minusválidos, los enfermos crónicos o los terminales estamos mejor muertos, ¿quiénes serán los siguientes?». Coleman advertía que hay un riesgo de que no se proporcione a los minusválidos las ayudas para prevenir el suicidio que se aplican a los sanos. «Si uno de nosotros pide la muerte, los demás dan por supuesto que su decisión es racional. Los médicos subestiman de manera sistemática nuestra calidad de vida, en comparación con nuestras propias valoraciones».