“¿Qué clase de sociedad permite que un paciente exhale su último aliento en un ascensor mientras lo llevan de urgencias a planta, ‘tratado, cuando está muriéndose, como un paquete de FedEx, porque faltan camas’, como me dijo la doctora de paliativos Rachel Clarke?”. Así escribe el periodista de The Guardian Owen Jones en un comentario sobre las deficiencias de la atención médica al final de la vida en Gran Bretaña.
Jones es conocido por sus posturas izquierdistas y en sus artículos a menudo aborda cuestiones sociales. En este elogia los excelentes cuidados paliativos que recibió su padre. Pero no todos tienen tan buena suerte. Del medio millón de personas que mueren en el país cada año, unas 100.000 no reciben cuidados paliativos. El Estado solo aporta un tercio de la financiación de los centros de paliativos –la mayoría, de fundaciones privadas como Hospice–, que por tanto dependen de donaciones. Ocho de cada diez son deficitarios.
En consecuencia, hay una clara desigualdad social: de los enfermos con cáncer terminal, los más pobres son los que en mayor proporción mueren en hospitales. Pero “los hospitales están pensados para que los pacientes mejoren, no para dar consuelo a los moribundos”, señala Jones.
“Cuando la medicina paliativa funciona, todo cambia”. Como cuenta la Dra. Clarke, su “entusiasmante” trabajo no se reduce a quitar el dolor, que es la parte fácil. “Lo verdaderamente profundo que queda por hacer es: ¿cómo ayudar a esta persona, que tal vez vive sus últimos días o semanas; qué le importa?”. Es la hora de poner a trabajar la imaginación: traerle un animal de compañía, darle batido de fruta, que se bañe en un jacuzzi… Y además, hay que cuidar a los familiares de los pacientes, que también necesitan apoyo.
Pero ese servicio esencial es la cenicienta del sistema sanitario. Además de financiación, faltan unas 3.500 enfermeras de paliativos, así como médicos formados para atender a los pacientes terminales. “Si la piedra de toque de una sociedad civilizada es cómo tratamos a los más vulnerables, y la promesa del Servicio Nacional de Salud es proporcionar los mejores cuidados de la cuna a la tumba, entonces estamos fallando”.