La idea de que “si alguien quiere quitarse la vida, nada podrá impedírselo” es, cuando menos, un razonamiento derrotista. Y falso, pues si bien no siempre es posible vigilar hasta el último rincón a la persona vulnerable, existen modos de intervenir y de prevenir.
Según el informe que acaba de publicar la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada 40 segundos se suicida una persona, lo que representa anualmente la pérdida de 804 000 seres humanos (11,4 por cada 100 000, en una proporción de 15 hombres por ocho mujeres)[1], idos para siempre por su propia mano. Es mucho, demasiado, aunque menos que hace una década, cuando sobrepasaban los 883 000. A día de hoy, el suicidio se ubica en la decimoquinta posición en cuanto a las causas de muer…
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