Lima. Los presidentes de las Conferencias Episcopales de América Latina han recibido una carta del Card. Alfonso López Trujillo, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, en la que pide a los obispos que estén atentos ante el posible establecimiento en sus países de «Católicas por el Derecho a Decidir» (CDD), grupo feminista favorable al aborto. La carta instaba a los obispos a advertir a los fieles, en caso de existir tal organización en sus países, que no se puede ser católico y al mismo tiempo estar a favor del aborto. De momento, CDD actúa de forma permanente sólo en Uruguay.
CDD es algo así como la sucursal latinoamericana de «Catholics for a Free Choice» (CFFC), una organización de partidarios del aborto fundada en 1974 por un sacerdote expulsado de la Compañía de Jesús, Joseph O’Rourke. La organización empezó a expandir sus acciones en 1980, cuando tomó el mando de CFFC Frances Kissling, una ex monja que vinculó el entonces minúsculo organismo con la Planned Parenthood Federation (PPF), la más poderosa organización abortista de Estados Unidos.
Desde entonces, CFFC creció, más que en miembros, gracias a la inyección de recursos de la PPF, que incluso alojó a CFFC en un piso de su sede central, en Nueva York. El apoyo que la prensa liberal concedió a CFFC obligó a los obispos norteamericanos a señalar, en 1993, que CFFC no era una organización católica en ningún sentido.
La preocupación de la Santa Sede respecto a CFFC comenzó cuando la PPF decidió convertirla en una suerte de «punta de lanza» para penetrar en América Latina, un continente cuyo sustrato católico había impedido durante más de una década cualquier ablandamiento jurídico en favor del aborto.
Con recursos de la PPF, CFFC invirtió más de un millón de dólares en una campaña de cuatro años que comenzó con programas supuestamente de salud dirigidos a hispanas en Estados Unidos. Esta actividad se amplió más tarde a Puerto Rico y México, siempre con el mismo objetivo: demostrar a las organizaciones hispanas la posibilidad de vivir un «nuevo catolicismo» compatible con los métodos artificiales de control de la natal y especialmente con el aborto.
Finalmente, en 1992, CFFC decidió dar el golpe fuerte: tras un tour latinoamericano, Francess Kissling fundó en Montevideo (Uruguay) -el lugar menos hostil para sus aspiraciones-, la base latinoamericana de CFFC, llamada Católicas por el Derecho a Decidir. En los siguientes años, CDD creo minúsculas células en México, Argentina, Brasil, Nicaragua y Chile, pero ninguna de ellas prosperó de manera estable.
A finales del año pasado lanzaron una nueva ofensiva dirigida al establecimiento de células locales, esta vez invitando a una «jornada de reflexión» a dirigentes de mujeres de los principales organismos anti-natalistas de cada país con el fin de animarlas a representar a CDD. La respuesta no fue muy positiva: las invitadas alegaron que ya tenían suficientes problemas con su trabajo como para arriesgarse a enfrentarse a la Iglesia.
De todas maneras, cada participante recibió un kit de trabajo que incluía dos folletos muy bien editados: La Historia de las ideas sobre el aborto en la Iglesia católica y La Evolución de un Código Terrenal. Ambos textos, mediante falacias y medias verdades, plantea que la actual enseñanza de la Iglesia sobre el aborto se contradice no sólo con enseñanzas anteriores, sino incluso con otras partes del cuerpo doctrinal católico.
Recientemente, CFFC y CDD perdieron un batalla importante: la delegación de la Santa Sede bloqueó la participación de ambas organizaciones en la reunión preparatoria de la cumbre de Pekín sobre la mujer (prevista para septiembre), sosteniendo que éstas no se podían presentar como organizaciones católicas.
Alejandro Bermúdez