Tras el experimento de clonación de embriones humanos (ver servicio 164/01), Eric Cohen, de la New American Foundation, y William Kristol, director del Weekly Standard y presidente del Bioethics Project, argumentan en The Wall Street Journal (5 diciembre 2001) a favor de que se prohíban tales investigaciones.
Los autores califican el experimento de «monstruosidad moral». Sin embargo, añaden, no ha sido una sorpresa. «Llevamos años progresando hacia abajo por este camino, aunque apartamos la vista del destino al que conduce».
Algunos sostienen que prohibir la clonación humana equivale a detener la ciencia. «Es comprensible (…) que los deseosos de hacer avanzar la ciencia y curar enfermedades a cualquier precio se opongan a la prohibición. Pero, como escribió el moralista Paul Ramsey, ‘las cosas buenas que hacen los hombres solo pueden estar completas con las cosas malas que rehúsan hacer’. Y la clonación es una de esas cosas que deberíamos rehusar hacer».
Muchos están de acuerdo en prohibir la clonación «reproductiva», pero no la terapéutica: quieren crear embriones clónicos para investigar, no implantarlos para que nazcan. Cohen y Kristol replican: «Eso es insostenible: una vez que empecemos a almacenar embriones clónicos con destino a la investigación, resultará prácticamente imposible controlar cómo se usarán». En tal caso, «estaríamos creando una clase de embriones que, por ley, tendrían que ser destruidos», y ¿cómo se evitaría el nacimiento de los que ilegalmente fueran implantados? ¿Con abortos forzados?
Citando a Leon Kass, consejero del presidente Bush en bioética (ver servicio 112/01, p. 4), los autores definen el debate sobre la clonación como «la primera escaramuza» de una batalla más amplia. Está en juego, dice Kass, si vamos a «poner la misma naturaleza humana sobre la mesa de operaciones, para alterarla, mejorarla y rediseñarla por completo»; es decir, si adoptaremos la eugenesia.
Ya advirtió C.S. Lewis en La abolición del hombre, recuerdan Cohen y Kristol, que «todo nuevo poder conquistado por el hombre es también un poder sobre el hombre». Por eso, concluyen los autores, «para detener la deshumanización del hombre, y la creación de un mundo post-humano de bebés de diseño, quimeras de hombre y animal y ‘muerte por compasión’ de los minusválidos, quizá tengamos que omitir algunas investigaciones. Tal vez tengamos que decir no a ciertos experimentos antes de que comiencen. Prohibir la clonación humana es una oportunidad ideal de reafirmar el control democrático de la ciencia y reconectar el progreso tecnológico con la dignidad y la responsabilidad humanas».