Muchos ciudadanos europeos piensan que es generoso desembarazarse de los medicamentos que sobran en los botiquines de sus casas y llevarlos a la farmacia para que sean donados a países necesitados. Entregarlos en la farmacia es bueno, para evitar problemas medioambientales. Pero luego se destruyen, porque enviarlos al Tercer Mundo crea más problemas que los que podría resolver.
En 1996 la OMS elaboró unas directrices para donar medicamentos, revisadas en 1999. Los sistemas de donación de medicamentos se activan en casos de emergencias y en proyectos de desarrollo, por procedimientos distintos. En situaciones de crisis, los medicamentos necesarios son de tipos muy concretos, y se trasladan directamente al lugar de la catástrofe. Por el contrario, las donaciones para proyectos de desarrollo se dirigen a centros sanitarios, que gozan de ciertas infraestructuras y están integrados en las políticas sanitarias del país.
Las directrices de la OMS velan por la calidad de las donaciones y establecen las autorizaciones precisas, la elaboración de listas de medicamentos necesarios en el país receptor, la procedencia fidedigna de lo donado, la presentación de los envases para que los fármacos sean reconocibles en el país de destino, etc. Pues en algunos casos los medicamentos enviados a otros países no han cumplido su papel de ayuda sino que han entorpecido las labores de asistencia.
Hay que tener en cuenta que los fármacos sobrantes en Europa pueden no responder a las necesidades de los países receptores, a menudo no forman parte de la lista de medicamentos esenciales establecida por la OMS, y muchas veces no son conocidos por los médicos de esos países.
En Argentina, durante la crisis de 2002, se rechazó una decena de contenedores con medicamentos, ya que la mayoría de ellos estaban caducados. El Salvador rehusó en 2001 el 37% de los medicamentos recibidos: gran parte del material rechazado procedía de donaciones sobrantes hechas a países centroamericanos en 1998 tras el huracán Mitch. En 2000, Mozambique estimó que el 69% de las donaciones fueron inadecuadas. Del 31% restante, menos de la mitad de los medicamentos se encontraba en la lista de los solicitados por las autoridades.
Desde 2002, en las farmacias españolas funciona la fórmula de donaciones SIGRE (Sistema Integrado de Gestión y Recogida de Envases). Pero nada de esto se envía al Tercer Mundo. Los envases se reciclan y los medicamentos se destruyen.
Javier Zulueta, coordinador de emergencias de Farmacéuticos Mundi, declara a El País (18-V-2004) que «si de verdad la gente quiere ayudar, es mejor que dé dinero y luego nosotros acudimos a una central de compras para adquirir los genéricos necesarios».
Medicinas mortíferas
El 14% de la población mundial (la de Norteamérica, Europa occidental y Japón) consume el 80% de los medicamentos, mientras que más de un tercio de la humanidad no tiene acceso a fármacos esenciales. En países africanos, donde lo habitual es que mucha gente no tenga acceso a esos medicamentos, el mercado clandestino de productos farmacéuticos puede convertirse en una amenaza para la salud. Así, en la República Democrática del Congo, la corrupción de los agentes de aduanas ha llevado a que se cree un circuito alternativo de venta de medicamentos, alrededor de los grandes mercados de Kinshasa. Estos productos farmacéuticos están expuestos en el suelo a una temperatura que puede alcanzar los 38 grados a la sombra. Suele decirse que la diferencia entre una medicina y un veneno depende de la dosis y de la conservación. Los vendedores ambulantes, en el mejor de los casos, leen por encima los prospectos, para saber qué dosis debe tomar el cliente.
La mayoría de los congoleños carece de seguridad social y recurre a este sistema porque no puede pagarse una consulta médica. Otros, después de ver al médico, van a comprar al mercado las medicinas porque son más baratas. Incluso en las farmacias oficiales, los vendedores no tienen título de farmacéutico o de enfermero. Es imposible saber cuántas muertes se derivan de este sistema de «automedicación». Esta situación es denunciada por los farmacéuticos y los médicos, pero las autoridades no han tomado ninguna medida para que desaparezca.
(Con informaciones de Philémon Muamba Mumbunda desde Kinshasa)