Generalmente se admite que el género humano tuvo origen en África. Sobre cómo se expandió después a otros continentes hay menor certeza. Según la hipótesis más común, los primeros humanos que abandonaron África lo hicieron hace 1,5 millones de años (m.a.), y pertrechados de una técnica relativamente avanzada. Se suponía también que realizar una gesta como extenderse por Eurasia requería poseer un cerebro voluminoso. Los fósiles hallados en el yacimiento de Dmanisi (Georgia) echan por tierra las tres premisas. Además, los especialistas que los han hallado y estudiado complican un poco más el árbol genealógico humano al adscribirlos a una nueva especie. La propuesta se ha publicado a primeros de octubre en Comptes Rendus de l’Académie des Sciences y lleva la firma de la prestigiosa Marie-Antoinette de Lumley (Instituto de Paleontología Humana de París), junto con la de científicos georgianos como David Lordkipanidze o Abesalom Vekua.
La historia empieza en 1991, cuando unas excavaciones en la ciudad medieval de Dmanisi (a 85 km al sur de Tiflis, la capital de Georgia) desenterraron una mandíbula humana muy bien conservada. En un principio la comunidad científica reaccionó con interés, pero también con escepticismo, pues se dudaba de la antigüedad calculada por los descubridores (1,8 m.a.). Tal datación supondría que los homínidos pasaron a Europa mucho antes de la fecha que se daba por cierta (cfr. servicios 18/01, páginas 2-3, y 27/02, página 3). Además, sorprende el reducido volumen cerebral, y que la tecnología hallada hasta el momento es muy simple (Modo técnico I).
Pero más tarde se confirmó la datación y salieron a la luz nuevos restos. En mayo y julio de 1999 se descubrieron dos cráneos. En un principio, por su antigüedad y estructura, se asignaron a Homo ergaster; pero que uno de ellos tuviera un volumen de 600 c.c. (menos de la mitad del promedio actual de nuestra especie) y el otro fuera de unos 760 c.c. (un poco menos que H. ergaster y significativamente por debajo de H. erectus) desconcertó a los investigadores. Este dato llevó a Lordkipanidze a declarar que estos cráneos podrían pertenecer a una especie humana nueva.
El descubrimiento en 2001 de un nuevo cráneo (en muchos aspectos más pequeño incluso que los anteriores), asociado a una mandíbula, llevó a los investigadores a catalogar estos fósiles dentro de las especies humanas de ergaster (1,8-1,4 m.a.) o erectus (1,8 m.a.-38.000 años), pero advirtieron también que podrían pertenecer a H. habilis (2,4-1,8 m.a.). Finalmente, por tratarse de un ejemplar mayor que los habilis pero menor que los ergaster, se han decantado por asignarlo a una nueva especie humana: H. georgicus, que podría ser descendiente de habilis o rudolfensis (2,5-1,8 m.a.). Su relación con los ergaster es más compleja; en cuanto a los H. erectus asiáticos, tal vez se trate de su antecesor. En último término cabe destacar que la variabilidad observada entre los múltiples restos recuperados en Dmanisi se interpreta como dimorfismo sexual, más que como la presencia simultánea de dos especies humanas distintas.
Carlos A. Marmelada