La llamada “tercera edad dorada” de la ficción televisiva es historia. La irrupción de Internet –mediante los servicios de streaming– y la entrada de nuevos competidores en el mercado son dos rasgos fundamentales de una nueva era de la televisión conocida como “Peak TV”. El nuevo ecosistema televisivo no tiene horarios fijos ni distribución por ventanas; tampoco busca dirigirse a grandes audiencias: al contrario, caminamos hacia una televisión de individuos, donde todas las pantallas convergen en una sola.
En los llamados “años dorados” –últimos del siglo pasado y primeros del actual–, los creadores de series escribieron memorables de la historia de la televisión, como Friends (1994-2004), El Ala Oeste de la Casa Blanca (1999-2006), Los Soprano (1999-2007), The Wire (2002-2008) o Breaking Bad (2008-2013). Tal y como explica Joseba Bonaut en Nueva Revista, estas series compartían muchos rasgos –una historia original, personajes complejos, temas controvertidos y reformulación de los géneros clásicos televisivos–; sin embargo, por encima de todos ellos había un factor aglutinante, buscado a conciencia por productores y guionistas: la calidad de los contenidos.
Caminamos hacia una televisión de individuos, con tantas formas de consumir contenidos como dispositivos conectados al servicio “streaming”
El gran abanderado de época fue la cadena HBO, uno de los gigantes de la televisión por cable estadounidense, con su célebre lema It’s not TV, It’s HBO (“No es TV, es HBO”). Al mismo tiempo, detrás de estos intangibles se encontraba un modelo de negocio televisión concreto: contenidos dirigidos público general, cadenas de pago, espacios publicitarios, horarios de programación, explotación del contenido por ventanas, etc.
¿Ha desaparecido la apuesta por la calidad?
Con el paso de los años, la llegada al mercado de numerosos competidores –cadenas como Showtime, AMC o FX, entre muchas otras– transformó la concienzuda búsqueda de la calidad iniciada por HBO en una feroz carrera por el éxito de audiencias. Al fin, el golpe que trastocó para siempre este modelo fue la irrupción de Internet en la órbita televisiva. Poco a poco, la audiencia se ha fragmentado en nichos, la publicidad ha migrado a la red, la emisión a horas fijas se ha ido diluyendo y las diferentes ventanas tienden a converger en una sola: la del dispositivo conectado a Internet. Bonaut se pregunta si acaso, con la llegada de la nueva televisión, la calidad ha dado un paso atrás.
A primera vista, la calidad de los contenidos no ha desaparecido del horizonte de la televisión. Lo que sí ha cambiado es el modelo de negocio, así como el bullicioso e inmenso mercado por el que navegan estos contenidos con mayor o menor fortuna. Ya no se habla de una “tercera edad dorada”, sino de “Peak TV”, en expresión acuñada por el presidente del canal FX, John Landgraf; y el pionero de la nueva era no es HBO, sino Netflix.
Netflix, pionero de la nueva televisión
Veinte años atrás, Netflix nació como un modesto negocio de envíos de películas en DVD localizado en Los Gatos (California), y hace diez años lanzó su servicio de streaming. En 2012 solo tenía cuatro programas de producción propia; fue entonces cuando comenzó a invertir más en contenidos, apostando 100 millones de dólares para poner en marcha la serie House of Cards, cuenta Pablo Ximénez de Sandoval en un artículo para El País.
En 2016, tanto los canales en abierto como los de cable han producido menos series originales que el año anterior, mientras que las plataformas de “streaming” han crecido rápidamente
En 2016, Netflix tenía ya 126 programas propios, incluidas series, películas y documentales; y en 2017 tiene planeados 42 estrenos. En pocos años se ha convertido en una empresa de entretenimiento de proporciones globales –presente en 190 países, con 98,3 millones de suscriptores–, que genera contenidos para consumo internacional mediante un sistema de integración vertical, controlando todo el proceso de producción: casting, guion, grabación, postproducción, distribución… Su presupuesto para 2016 era de 6.000 millones de dólares, el triple del de HBO, según un análisis de The Economist.
Su apuesta por la calidad es clara, más en este último año: sirvan como botón de muestra estrenos como Narcos, Stranger Things o The Crown. Un vistazo al equipo que está detrás de estas producciones es suficiente para probar que Netflix busca hacer algo más que entretenimiento. Busca los mejores talentos creativos en su ámbito, y deja que sean ellos los que trabajen: así sucede con José Padilha –director experto en el negocio de la droga–, con el guionista Peter Morgan –gran dramaturgo de los entresijos del palacio de Buckingham– y con muchos otros. No hay apuesta narrativa lo suficientemente ambiciosa: este parece ser el nuevo lema.
Un nuevo ecosistema televisivo
Natalia Marcos define este fenómeno encabezado por Netflix como un “nuevo ecosistema televisivo”. Un rasgo de este ecosistema es el cambio de dosis: como señala Marcos en El País, “de los 23-24 capítulos por temporada en los canales en abierto estadounidenses o los 12-13 de las cadenas de cable, ahora es frecuente encontrar temporadas de 6, 8, 10 o 16 episodios”. Este formato favorece la calidad de las series, pues permite –entre otros factores– incorporar a estrellas del cine que, de otro modo, no se habrían comprometido con una temporada larga. Marcos cita el ejemplo de Woody Harrelson y Matthew McConaughey, protagonistas de la serie True Detective.
La nueva dosis lleva implícita una nueva forma de consumo, basada en los atracones de series. La emisión semanal de largas temporadas ha dado paso a las entregas en bloque de temporadas cortas, que algunos espectadores consumen vorazmente en uno, dos o tres días. La misma configuración del servicio de streaming –el de Netflix, por ejemplo– asume que si, una vez terminado el episodio, el espectador no hace nada, es porque quiere ver el siguiente: y el siguiente episodio se reproduce automáticamente: así hasta terminar la temporada.
La emisión semanal de largas temporadas ha dado paso a las entregas en bloque de temporadas cortas, que algunos espectadores consumen vorazmente en uno, dos o tres días
Por otra parte, el contenido disponible en canales en abierto, cable o plataformas online –como Hulu o Netflix– es inabarcable. Un reciente estudio del canal FX indica que en Estados Unidos se estrenaron 157 series en 2016, lo que supone un aumento del 8% respecto a 2015; sumadas a las que siguen en activo de años previos, dan una cifra récord: 455 series de ficción. Dentro de este panorama, es interesante ver que tanto los canales en abierto como los de cable han producido menos series originales que el año anterior, mientras que las plataformas de streaming han crecido rápidamente: de 46 en 2015 a 93 en 2016. “Antes intentaba ver al menos un capítulo de todos los shows para estar al día, pero ya he renunciado”, reconoce Denise Mann, miembro del Departamento de Cine, Televisión y Medios de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
¿El pastel toca a menos?
Otra característica del nuevo ecosistema es el creciente número de competidores que se reparten el pastel, todavía humeante, de la “Peak TV”. Uno de ellos es Amazon Prime Video, una plataforma que la empresa de comercio online ofrece a sus clientes ‘Premium’. Entre sus grandes apuestas están las series Mozart in the Jungle y Transparent, que ya se emiten, así como la de próximo estreno Crisis en seis escenas, dirigida por Woody Allen. Amazon también parece interesada en ofrecer cine independiente, como alternativa a las secuelas de superhéroes procedentes de los grandes estudios: así lo sugiere la compra de los derechos de distribución de Manchester frente al mar, nominada a seis premios Oscar, o de la comedia The Big Sick. “Si ofreces a tus clientes películas distinguidas, excelentes, inteligentes, de las que merezca la pena conversar, entonces creo que has aportado un valor añadido”, afirma Roy Price, jefe de Amazon Studios.
Apple también quiere subirse a este tren: planea lanzar sus contenidos por medio de su servicio de streaming Apple Music. Esta plataforma ya ofrece pequeños documentales de temática musical, pero nada más. Según el Wall Street Journal, el gigante tecnológico se ha reunido con productores de televisión para adquirir derechos sobre algunos programas y emprender creaciones originales en un futuro próximo. No obstante, la apuesta de Apple no está orientada a situarse a la altura de competidores como Netflix o Amazon, sino a ganar posiciones a su gran rival: Spotify.
La apuesta por la calidad de los contenidos no parece haber desaparecido del horizonte de la televisión. Lo que sí ha cambiado es el modelo de negocio
Otra empresa con billete para tomar el mismo tren es Facebook. Por el momento, la gran red social solo busca ofrecer contenidos breves, de unos diez minutos, diseñados expresamente para su plataforma. Es predecible que la suma de candidatos se amplíe este año; aunque, a tenor de Reed Hastings, director ejecutivo de Netflix, el futuro de la “Peak TV” está en manos de unos pocos: Netflix, Amazon, YouTube y HBO, principalmente.
Hacia una audiencia individualizada
Semejante marea de contenidos trae ventajas e inconvenientes. Adriana Izquierdo, analista de guiones citada por Marcos, habla de “lo beneficioso que resulta para el seguidor de series el disponer de tantísimas y tan variadas opciones”. Lo difícil es dar con las “joyas ocultas en la marea”. “Hay tanto ruido que quizá es más complicado rebuscar”, dice Izquierdo, quien receta la conversación en las redes sociales para dar con las series del gusto de uno. Aunque la conversación no siempre es esclarecedora: “Hemos perdido gran parte del hilo de una conversación coherente y colectiva sobre qué es bueno, qué es muy bueno y qué es genial”, afirmaba el presidente de FX, Landgraf, partidario de frenar el crecimiento de una burbuja que, a su parecer, está cerca de estallar.
El resultado de todo esto es una audiencia cada vez más fragmentada. Las cadenas y plataformas ya no lanzan contenidos dirigidos a un público amplio, sino a un nicho de audiencia pequeño, pero muy fidelizado al contenido. “Hemos pasado de valorar la audiencia como grupos de espectadores a valorarla casi como individuos”, sostiene Adriana Izquierdo. “Estamos en un modelo completamente diferente donde tenemos la libertad de no tener que comparar todos los programas y valorarlos. Porque no importa lo que le guste más a los demás, importa lo que te gusta a ti y a mí”, decía Hastings en una entrevista para The Guardian. Caminamos hacia una televisión de individuos aislados, con tantas formas de consumir contenidos como dispositivos conectados al servicio de streaming.