San Sebastián. La 56 edición del Festival de cine de San Sebastián ha contado con una sección oficial de un nivel medio aceptable. El género predominante ha vuelto a ser el drama. Y en cuanto a los temas, este año ha sido llamativa la constante de la problemática familiar. De las 15 películas a concurso, 9 trataban sobre esta cuestión, y otras 2 se han centrado en la infancia y adolescencia.
El Jurado, presidido por el director americano Jonathan Demme (El silencio de los corderos), al que acompañaban el director de fotografía Michael Ballhaus, la productora argentina Martina Gusman, el director japonés Masato Harada, la directora y actriz libanesa Nadine Labaki, la realizadora tanzana Clare Peploe y la actriz española Leonor Watling, otorgó la Concha de Oro a la mejor película a Pandoranin Kutusu (La caja de Pandora), una coproducción turco-francesa que, aunque es una película con cierto calado, no estaba entre las favoritas de la crítica.
Michael Winterbottom, mejor director
El Premio Especial del Jurado ha sido el más contestado. Recayó en la coproducción iraní-francesa Asbe du-pa (El caballo de dos piernas), dirigida por la conocida realizadora iraní Samira Makhmalbaf, integrante de una familia de realizadores que son unos consumados ganadores de premios. Narra las peripecias de un chico que, por un dólar al día, se encarga de llevar, a caballito, al colegio a un niño cojo. Dura y muy, muy lenta, ha sido valorada por el Jurado por la sensibilidad con que refleja la situación de peligro y desamparo en que viven muchos niños del mundo.
El premio al director fue para el experimentado Michael Winterbottom, un asiduo del festival, por Génova, bonita película sin grandes pretensiones, que narra la vida de un padre (el siempre eficaz Colin Firth) que intenta rehacer su vida y la de sus dos hijas, después de la muerte de su mujer en un accidente de tráfico.
El premio al actor fue para el argentino Óscar Martínez, por su papel en El nido vacío, la nueva película de Daniel Burman (El abrazo partido, Derecho de familia). Esta película tragicómica refleja los problemas que pueden surgir en un matrimonio cuando los hijos crecen y se van de casa. También obtuvo el premio a la fotografía.
Finalmente, el premio al guión fue para los franceses Benoit Delépine y Gustave Kervern por su trabajo en Louise-Michel, una comedia negra, exageradamente grotesca que, en general, entretuvo pero no convenció. Narra las peripecias de un grupo de mujeres a las que han echado de una fábrica, y con el escaso dinero del despido deciden solucionar sus problemas… contratando a un matón para deshacerse de su jefe.
El gran olvidado, Hirozaku Kore-Eda
Si hay que hablar de una gran perdedora ha sido la magnífica cinta japonesa Aruitemo, aruitemo (Caminar despacio), del director Hirozaku Kore-Eda, que narra el día en que dos hijos visitan a sus ancianos padres, con el fin de conmemorar la trágica muerte del hijo mayor, fallecido en accidente años atrás. Delicada y contundente, llena de pequeños detalles cotidianos, describe con fina ironía las diferentes facetas de una vida familiar, a veces agradable, a veces engorrosa. La cinta se llevó el premio que concede el Círculo de Escritores Cinematográficos.
A diferencia de la edición anterior -en que fue premiada Siete mesas de billar francés, de Gracia Querejeta-, el cine español a concurso no obtuvo ningún premio del jurado. De las tres presentadas a concurso, El patio de mi cárcel, de la primeriza Belén Macías, resultó bastante floja. Camino, un consumado ejercicio manipulador, se fue de vacío. Tiro en la cabeza, del catalán Jaime Rosales (La soledad) es una película interesante que ha despertado reacciones dispares tanto por su estética como por su postura ante el terrorismo etarra. Ha ganado el premio Fipresci, que concede la prensa internacional acreditada en el Festival.