El artista argentino Tomás Saraceno (Tucumán, 1973), comprometido en la lucha contra la degradación medioambiental, conquista el mirador de la Torre Glòries (Barcelona) con una instalación aérea, lúdica e interactiva. Toda su obra cuestiona la manera de habitar el mundo y propone despojarse de la gravedad para vivir en la “ciudad de las nubes”.
Una sorprendente instalación corona el nuevo mirador panorámico de 360° habilitado en la conocida Torre Glòries, antes llamada Torre AGBAR.
Se trata de una gigantesca estructura transitable llamada Cloud Cities Barcelona, suspendida del techo de la última planta del edificio y diseñada para trepar por ella, sentarse y conversar, chatear, contemplar la Sagrada Familia de Gaudí o leer uno de los libros (también suspendidos) al alcance de la mano. Es sin duda el sitio ideal para un nómada digital que quiera experimentar nuevas sensaciones y conectarse a 130 metros de altura.
Al ver su estructura tridimensional, se percibe un conjunto de poliedros ensamblados –como si fueran gotas de agua condensadas–, construidos con retículas pentagonales.
Es una instalación aérea en la que Saraceno nos invita a habitar “la ciudad de las nubes”, a imaginar desde el aire una relación distinta con la atmósfera y a reflexionar sobre nuestra manera de habitar el mundo.
“¿Puede un observatorio en el siglo XXI, con su mirada distante, percibir en su interior e imaginar algo más que nubes en forma de castillos en el cielo?”. Tomás Saraceno es un artista-arquitecto argentino (Tucumán, 1973) que trabaja en estrecha relación con todos los avances científicos. Desde 2012 reside en Berlín, donde tiene su estudio multidisciplinario: un espacio inspirador (mitad oficina, mitad taller) con un laboratorio de investigación.
También es músico, y ha realizado estudios espaciales en un centro de la NASA de Silicon Valley y en el MIT.
En el trasfondo de todo su trabajo creativo subyace la defensa a ultranza del medioambiente y del “ecologismo horizontal”. Está convencido de la importancia de la cooperación entre especies y de la necesidad de aprender a habitar un planeta compartido. De hecho, le gustaría “pasar del ethos jerárquico de la metáfora del árbol de la vida a uno que reconozca las relaciones enredadas entre los fenómenos”.
Se ha convertido en un decidido activista contra la degradación ambiental y en un promotor de proyectos en los que predomina el diálogo abierto y participativo entre todas las partes y sin barreras.
Entiende que, en situaciones y encuentros de resonancia, se produce el conocimiento; por eso, ha creado plataformas innovadoras y lúdicas desde las que muestra a la sociedad el resultado de sus investigaciones.
Su obra tal vez sea más ciencia que arte, pero su preocupación principal es descubrir nuevas formas de vida sostenibles para la humanidad y el planeta.
Redes de arañas y globos solares
Detrás de la instalación Cloud Cities Barcelona de la Torre Glòries late una propuesta innovadora para afrontar la llamada “crisis planetaria”.
Más allá de su aspecto lúdico, la instalación tiene tomate; es decir, esconde temas sustanciosos.
Uno de ellos es, además, su fuente principal de inspiración y objeto de gran parte de sus investigaciones: las redes multifuncionales que tejen algunos arácnidos para capturar a sus presas.
Con su obra, ha desarrollado toda una “estética de las redes”, y ha experimentado cómo algunas de esas telarañas constituyen una potente antena acústica y son capaces de captar los movimientos de las partículas del aire por su sonido.
Ese tipo de telarañas no solo suministran alimento, refugio y protección, sino que también sirven de comunicación. Con esa investigación en curso (Arachnophilia), Saraceno ha logrado hacer unos modelos tridimensionales de telarañas complejas. De paso, ha puesto de manifiesto la importancia de esas redes entrelazadas para el desarrollo de la arquitectura y los productos textiles.
El artista argentino no ha sido el único en reflexionar plásticamente sobre las redes de las arañas. Ya lo hizo de manera poética Ítalo Calvino en Las ciudades invisibles (1972), donde describe a Octavia, una ciudad-telaraña suspendida en un precipicio entre dos montañas. En su relato expresa lo que sienten los habitantes de esa población: “Suspendidos en el abismo, la vida de los habitantes de Octavia es menos incierta que en otras ciudades. Ellos saben lo que la mayoría de nosotros nos negamos a aceptar: que la resistencia de la red tiene un límite”.
Pero Saraceno aspira a más; quiere conquistar la atmósfera y restaurar el equilibrio termodinámico de la Tierra, utilizando solo las energías que proporcionan el viento y el sol. De ahí que junto a las redes de araña haya explorado el mundo de los globos solares, pues –según él– pueden ayudar a entender y conectar con el misterio del universo.
Y este es el otro tema sustancioso de su obra: la lucha contra la contaminación del aire, un problema que afecta a todos los seres vivientes.
Liberar el aire
Gracias a la amplia exposición individual que le dedicó en febrero de este año el gran centro cultural The Shed (Manhattan, Nueva York), se ha podido visualizar su trabajo creativo. La exposición Particular Matter(s) ocupaba tres espacios distintos, y comenzaba mostrando en siete cajas de vidrio las redes que habían tejido diferentes especies de arañas. En ellas se podía apreciar la complejidad que alcanzan sus estructuras de hilos de seda, especialmente cuando la araña teje su red sobre otra ya existente.
Pero el plato fuerte de la exposición era una instalación inmersiva: Free the Air: Cómo oír al universo en una telaraña. Los visitantes, dentro de una gran esfera blanca de 29 metros de diámetro, caminaban sobre una red metálica suspendida en el vacío. Después, sentados sobre la red, mientras el espacio se oscurecía, oían durante 20 minutos un concierto háptico compuesto con los sonidos grabados del movimiento de las partículas del aire: un buen modo de experimentar la vida sobre una red.
El último espacio de la exposición individual mostraba su Museo Aero Solar (2007). Un globo volador formado por la unión de bolsas de plástico reutilizadas –un material icónico de nuestra era–, movido exclusivamente por el viento y la energía solar. Como una escultura gigante aerosolar se mantiene dando vueltas por el planeta gracias al trabajo colaborativo de una comunidad global dedicada a difundir la conciencia medioambiental. Tras esta iniciativa despegó el proyecto Aerocene, promovido por el propio artista, para reivindicar el aire limpio y una sociedad libre de emisiones de carbono. Un vídeo mostraba sus conocidas esculturas negras aéreas elevándose como cometas sobre el suelo blanco de Salinas Grandes (Argentina).
Aerópolis, la ciudad del futuro
Antiguamente ya hubo modelos visionarios de hábitats flotantes a una cierta altura del mar, pero el de Saraceno es una combinación de redes y globos solares, que daría lugar a unas arquitecturas y jardines flotantes en el aire. Él imagina esas nuevas estructuras móviles como unos ecosistemas entre las nubes, autosuficientes y con un bajo impacto ambiental, guiadas al son del movimiento planetario; es decir, aprovechando los fenómenos naturales y sin tener en cuenta las fronteras geopolíticas. Su modelo se basa en los conjuntos de partículas de agua condesada en suspensión que forman las nubes.
El de Saraceno es un ingenioso modelo termodinámico que aprovecha las dos fuentes de energía más abundantes: el sol y el viento.
Según el artista argentino: “Las galaxias están repartidas por el universo en cúmulos que marcan grandes vacíos, muy parecidos a los nodos de una telaraña. Los astrofísicos han descubierto que las simulaciones por computadora del cosmos se parecen mucho a las telarañas tridimensionales”.
Esa especie de Aerópolis que imagina Saraceno constituye un nuevo modo de vida futurista en una nueva era colaborativa y de aire limpio: el Aeroceno. Como apunta Kiel Moe, “donde los demás ven problemas de escasez, como el cambio climático o el aumento de las poblaciones, Saraceno ve oportunidades en un sistema abierto y sobreabundante”. De hecho, los humanos utilizamos menos del 10% de la energía solar disponible.
Es verdad que nuestra vida es como un tejido que vamos entrelazando y que la atmósfera nos permite volar, pero si aún no hemos conseguido en la COP26, celebrada en Glasgow en 2021, la ratificación por parte de todos los países del plan sobre el cambio climático, nos llevará tiempo conseguir ese equilibrio termodinámico del planeta que persigue el artista. Por eso, Aeroceno es una propuesta tan seductora como utópica, aunque sin duda sirva para ampliar horizontes y espolear la imaginación.
Tal vez ahora se entienda mejor ese pequeño universo habitable y panorámico que Saraceno ha suspendido de la Torre Glòries, evocando la geometría de la espuma y las pompas de jabón de las nubes.
No solo busca sobrevolar la ciudad Condal, también anima a despojarse de la gravedad para vivir suspendidos en el vacío. Saraceno, al igual que Ai Weiwei o Olafur Eliasson, es el paradigma del artista activista que contribuye a concienciar a la población sobre temas sociales, ambientales o políticos, pero con la diferencia de que él se anticipa a un futuro impredecible: ¡el futuro está en el aire!