El régimen de Pekín había guardado silencio tras el anuncio de Google, el 12 de enero, de que había sufrido ataques a sus máquinas y a cuentas de correo de disidentes chinos, y que el rastro de los hackers llevaba a aquel país. Tampoco hubo comentarios oficiales al aviso de que Google estaba planteándose abandonar China si el gobierno seguía obligándole a censurar los resultados de búsquedas para los internautas de allí.
Pero cuando la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, hizo en su discurso del 21 de enero advertencias, no muy concretas, contra los países que impidan la libertad de expresión o practiquen la piratería en Internet (ver artículo relacionado), los chinos respondieron. La réplica no ha sido una simple defensa, sino una acusación que presenta a Estados Unidos como el agresor y a China como la víctima.
Los medios de comunicación estatales difundieron ampliamente el guión oficial redactado por el gobierno chino: Estados Unidos intenta dominar el flujo mundial de la información y para eso se entromete en los asuntos ajenos pretendiendo dictar a China cómo debe gestionar el acceso a Internet. Las acusaciones de que China montó o consintió el asalto a Google son “infundadas” y su finalidad es “denigrar a China”, según un portavoz del gobierno.
La réplica incluía también unas declaraciones del vicedirector del organismo chino encargado de la seguridad informática, Zhou Yonglin. Según él, China es el primer objetivo para los hackers de todo el mundo; el año pasado sufrió ataques a más de 262.000 direcciones de Internet, y una de cada seis procedía de Estados Unidos. Zhou puso en duda que la operación contra Google tuviera origen en China y alegó que a su organismo no han llegado informes de Google sobre el caso.
Sin embargo, Eric Schmid, presidente de Google, había dicho el 21 de enero que su compañía proseguía las conversaciones con las autoridades chinas y que les había pedido una investigación sobre los ataques.
Finalmente, otro portavoz del gobierno calificó de “totalmente correcta” la censura contra sitios de Internet dañinos, y arremetió contra quienes “desprecian las leyes chinas y se injieren en la política interna china”.
La fuerte reacción de Pekín es claro indicio de la importancia que da al control de Internet. Durante el año pasado, el régimen ha puesto filtros más rigurosos y ha perseguido con más energía a quienes intentan esquivarlos. Últimamente ha llegado a imponer la censura sobre los mensajes SMS, aunque en este caso no haya comunicación pública. Ahora la policía puede ordenar a los operadores de móviles que suspendan el servicio de SMS a los abonados sospechosos de enviar mensajes “inapropiados” (obscenos o de otro tipo).
Por su parte, Google ha manifestado que busca un entendimiento con el gobierno chino, porque “queremos permanecer en China”, dijo Schmidt. Añadió que por ahora nada ha cambiado: “Seguimos plegándonos a la ley, seguimos dando resultados censurados”. Pero, dijo también, “haremos cambios dentro de un plazo razonable”.