Cobrar o no cobrar por los contenidos de Internet: he ahí el dilema

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La gratuidad de Internet ha constituido hasta ahora uno de los fundamentos de su masificación. Se creía que las posibilidades comerciales del medio -especialmente las relacionadas con la venta de publicidad- eran inmensas. Pero a este razonamiento no le están saliendo las cuentas.

El acceso gratuito al aleph borgeano del ciberespacio hizo que las esperanzas sobre la rentabilidad del invento se cifraran en su incalculable capacidad para servir de escaparate a los anuncios publicitarios. La crisis de las puntocom, sin embargo, echó abajo estas ilusiones, que parecieron luego volver a surgir con la estrategia de los anuncios Google.

Las redes sociales se han desarrollado contando con aplicar estos mismos recursos del AdSense, pero el éxito de ese enfoque todavía está por demostrar. Por el contrario, la crisis actual parece estar revelando que el número de compañías capaces de financiarse con anuncios de Internet es en realidad mucho más pequeño de lo que se creía.

Las compañías de Internet tratan ahora de subsistir a fuerza de despidos y de recortes, intentando que los gigantes de la industria se decidan a comprarlas, o intentando cobrar por el acceso a sus contenidos. MySpace y YouTube, en tratos para ser adquiridas respectivamente por News Corporation y Google, buscan a toda prisa -antes de que pinche la burbuja- pasar a otros la patata caliente del modelo de negocio que habría que desarrollar.

Redes sociales, más que de negocios

Facebook y Twitter, por su parte, aguzan el ingenio para dejar claro que su viabilidad como negocios es posible. Las intenciones de Twitter de no ambicionar ganancias hasta 2010 han dado paso al diseño de nuevos planes para la incorporación de publicidad. Facebook intenta recursos nuevos mediante el uso del esquema Facebook Connect, que permite a los usuarios entrar a otros sitios de Internet utilizando su nombre y contraseña de Facebook. Mientras tanto la depreciación de la compañía, cuyo valor se calculaba hace año y medio en más de 15.000 millones de dólares y hoy se sitúa cerca de los 4.000 millones -y bajando-, ha puesto de manifiesto que, más allá del brote febril provocado entre los internautas, la red social no ha sido ningún fenómeno extraordinario en ganancias por publicidad.

Hasta el mismísimo Google ha empezado a tocar techo. Por primera vez en su historia los ingresos han caído un 3% en el primer trimestre de este año, en el que ha obtenido 5.510 millones de dólares de ingresos frente a 5.700 en el trimestre anterior. De todos modos, el beneficio neto ha aumentado hasta 1.420 millones.

Buscando una fórmula de rentabilidad

Marjorie Scardino, consejera delegada de Pearson, ha aconsejado sobre la eficacia de lo que llama el “modelo Ralph Lauren de los medios”: “cobra muy poco por los contenidos y nadie pagará por ellos; cobra mucho, y siempre habrá gente que pague”.

La conversión al sistema de suscripciones de pago parece haber servido además para establecer un axioma: que “lo que se obtiene con unos pocos suscriptores online no compensa la pérdida de audiencia y publicidad derivada de cerrar esos contenidos”. Pero, como reseña recientemente un artículo de la revista Perspectivas publicada por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, no todo el mundo está de acuerdo en este punto: así Michael Hirsham, en un artículo para The Atlantic, ha asegurado que el millón de lectores de la edición impresa de The New York Times resulta mucho más rentable que los veinte millones que visitan su edición gratuita por Internet. A tal punto que se estima que con lo que ésta representa para la economía de la empresa sólo podría mantenerse un 20% del personal que actualmente trabaja en el periódico. De hecho, el diario neoyorkino continúa recortando: acaba de anunciar que suprimirá varias secciones semanales y reducirá los gastos de los trabajadores freelance.

El mismo día, la empresa del Washington Post ha avisado a sus trabajadores de que habrá próximos cambios en el diario, mientras que la cadena Gannett (editora de USA Today) ha comunicado una caída del 60% en sus beneficios del primer trimestre del año con respecto al mismo periodo en el año anterior.

El problema para ser rentable en Internet parece residir en un factor, asociado a la propia naturaleza de la Red, que se ha acrecentado casi infinitamente con la introducción de la Web 2.0: la dispersión de la atención de los internautas y de la publicidad en el océano sin orillas que es Internet.

El texto de Perspectivas, firmado por Ángel Arrese, se vale de la célebre expresión de Milton Friedman, Tanstaafl (el “almuerzo gratis” que gusta a todos) para ilustrar el hecho de que “la barra libre periodística ya no se puede mantener, al menos en los buenos restaurantes”.

Internet, ¿un derecho humano?

Un artículo del Internacional Herald Tribune (13-04-09) examinaba el asunto en estos términos: ¿el acceso a Internet es un derecho humano fundamental o un privilegio? A propósito de leyes que permiten castigar a los usuarios suspendiendo su conexión a Internet (como estaba previsto en el proyecto de Sarkozy recientemente rechazado en la Asamblea, aunque volverá a presentarse), parece que “asumimos cada vez más que la banda ancha es fundamental para la economía y la participación social”. Así, “mucha gente se pregunta si es compatible con esto dejar a las personas sin conexión a Internet”, ha señalado Sacha Wunsch-Vincent, economista de la OCDE.

No tanto en la generalidad de la legislación, sino en la particularidad de los tribunales, es donde la lucha contra la piratería suele obtener mejores resultados.

Mucha expectación ha despertado en Suecia el juicio contra cuatro responsables de un servicio de archivos compartidos llamado The Pirate Bay, que finalmente han sido condenados a un año de prisión y a pagar una indemnización de 2.700.000 euros por violación de los derechos de autor. El argumento que alegaban en su defensa es que estaban haciendo lo mismo que hace Google, es decir, enlazar archivos. Los condenados han asegurado que recurrirán la sentencia y que no cerrarán su portal.

En medio de la polémica provocada por el juicio, el parlamento sueco ha aprobado una ley para perseguir la “piratería cibernética”. La ley permite a los artistas reclamar una indemnización que cubra el daño provocado por el intercambio de archivos.

La persecución internacional de la piratería ha sido también objeto de recientes debates entre los congresistas de Estados Unidos, donde esta práctica ocasiona 20 mil millones anuales en pérdidas a la industria del entretenimiento.

El dilema en las editoriales

Ante la crisis actual, algunos de los periódicos y revistas más prestigiosos del mundo se enfrentan al dilema de cobrar por sus contenidos digitales (cfr. Aceprensa, 13-02-09). Los que recomiendan no deshacer el nudo gordiano apuestan más bien por la diversificación. La posibilidad de incorporar un servicio de teletienda, al modo de Amazon, a la web de un periódico, parece ganar cada vez más adeptos. Jeffrey L. Bewkeys, director ejecutivo de Time Warner, se encuentra abocado a la promoción de un plan llamado TV Everywhere que ofrece a los internautas una vasta selección de canales de televisión on line, disputándoselos al mercado de televisión por cable.

“Estamos buscando maneras de generar pagos por parte de los lectores de nuestras noticias: micropagos, subscripciones, membresías, licencias, incluso donaciones voluntarias”, ha revelado en días pasados Bill Keller, director ejecutivo del New York Times, durante una conferencia en la Universidad de Stanford. Por su parte David Carr, comentarista del mismo diario, ha puesto a iTunes Store, la tienda musical online creada por Steve Jobs, como ejemplo del tipo de fórmula que debe procurar la industria del periódico. Incluso Rupert Murdoch, que alguna vez prometió liberalizar completamente el acceso a la web de The Wall Street Journal, ha declarado ahora: “¿Gente que lee noticias gratis en Internet? Eso tiene que cambiar”.

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