Críticos literarios que son figuras televisivas populares
A menudo se dice que la televisión es enemiga del libro. Pero también hay experiencia de que programas de crítica literaria en televisión pueden ser un fuerte estímulo para la lectura. Cuando un programa de este tipo tiene éxito, suele ser porque está a cargo de una personalidad que sabe contagiar entusiasmo por los libros. Es el caso de Marcel Reich-Ranicki en Alemania o de Bernard Pivot en Francia. Con programas de formato muy distinto, han logrado interesar a la audiencia.
En Alemania, el protagonismo lo tiene Marcel Reich-Ranicki, un crítico literario que es también un popular personaje televisivo. A su prestigio como director del suplemento literario del Frankfurter Allgemeine Zeitung durante un buen número de años hay que sumar su importante y continuada presencia en la televisión alemana. Desde hace doce años dirige un programa televisivo dedicado a la crítica literaria, El cuarteto literario, que se emite en la cadena pública ZDF y que se ha convertido en uno de los programas culturales más vistos y comentados del país. En castellano acaba de publicarse su autobiografía, Mi vida, un apasionante testimonio de su itinerario vital e intelectual, de la que se han vendido sólo en Alemania cerca de un millón de ejemplares, y donde Reich-Ranicki explica el origen y las características de su programa televisivo El cuarteto literario.
Cuando en 1987 proponen a Reich-Ranicki hacerse cargo de un programa televisivo dedicado exclusivamente a la literatura, llevaba años dando vueltas en la cabeza a la escasa difusión de la crítica literaria que se realiza en periódicos y revistas. «En los primeros años de la televisión se hablaba de vez en cuando en los periódicos de la eterna querella entre la pantalla y el libro, diciendo que la televisión era el enemigo jurado del libro. Yo protesté contra esa tesis en varias ocasiones, entre otras en 1961 en Die Welt, y no quise saber nada de semejante querella. Al contrario, solicité una alianza y tuve la seguridad de que sería útil para ambas partes».
El cuarteto literario
Reich-Ranicki accedió a la propuesta que le hizo la Zweites Deutsches Fernsehen (el segundo canal público de la televisión alemana), pero imponiendo sus condiciones. «Les dije provocadoramente que cada programa debería durar, por lo menos, setenta minutos, o, mejor, setenta y cinco. Además de mí, tenían que participar en él otras tres personas y no más, en ningún caso. Yo tendría dos funciones: la de actuar de moderador y la de ser, al mismo tiempo, uno de los cuatro participantes en el debate». En la televisión, donde lo que predomina es lo visual, «el programa no debía contener ningún tipo de imágenes (…), ningún escritor leyendo para el público un pasaje de sus obras o explicándolas mientras pasea por un parque. En la pantalla sólo debían verse aquellas cuatro personas, que hablarían de libros y, además, discutirían, como era de esperar».
La propuesta de Reich-Ranicki fue al final aceptada, y con estos planteamientos tan poco televisivos emprendió la tarea de crear un programa dedicado exclusivamente a hablar de literatura. El 25 de marzo de 1988 se emitió por primera vez El cuarteto literario (Das Literatische Quartett). Junto a Reich-Ranicki, formarían parte del programa Sigrid Löffler y Helmut Karasek, también críticos. El cuarteto se completa con un invitado, que nunca es uno de los autores cuyos libros se comentan.
La periodicidad del programa también es especial, para lo que se estila en televisión: seis veces al año. Pero el anuncio de lo que se va a tratar y los comentarios en la prensa tras la emisión hacen que su influencia sea mayor de lo que cabría esperar. Hubo un tiempo en que llegó a tener una audiencia de 1,6 millones, y en las últimas emisiones está en torno al millón, siempre en horario de prime time.
Otro público, otros medios
«¿Qué quería conseguir con El cuarteto literario?». En definitiva, explica Reich-Ranicki, nada distinto de lo que pretendía con la crítica impresa: El cuarteto debía servir de mediador entre los escritores y los lectores, entre el arte y la sociedad, entre la literatura y la vida». Pero, aunque El cuarteto pretendía conseguir lo mismo que la crítica de periódicos y revistas, la manera de hacerlo es totalmente distinta. «Siempre he considerado que la claridad es el gran objetivo de la crítica y mi opinión era que eso debía aplicarse más aún a la televisión. Por tanto, era necesario hablar en ella con especial claridad y formular las ideas con una particular expresividad y sentido práctico».
Desde el principio, los críticos del programa le acusaban de frivolizar con la literatura, de ofrecer unas críticas excesivamente subjetivas y superficiales. Parece como si para hablar de literatura hubiese que emplear un tono serio y grave, plagado de argumentos académicos. «Si El cuarteto entretiene a muchos espectadores, yo me siento feliz», responde Reich-Racniki. «En realidad, también queremos entretener, siguiendo así la tradición de la crítica literaria alemana, de Lessing a Kerr y Polgar, pasando por Heine y Fontaine. Además, lo nuestro no es tratar de libros porque se hallen en boca de la gente, pero nos gusta que los libros de los que hemos tratado sean objeto de conversación. No seguimos la lista de libros más vendidos, pero nos sentimos contentos cuando los que recomendamos aterrizan en la lista de best sellers».
Y es que desde el principio Reich-Ranicki sabía que el éxito de su programa radicaba en la atención que se prestase al público, tanto al entendido en literatura como al que no quiere saber nada de ella. Pero es evidente que con un programa de estas características es más complicado llegar al espectador poco instruido. Por ello, a la claridad había que sumar la autenticidad del directo, fomentando las comentarios subjetivos y las disputas. Precisamente, una disputa en un programa que fue emitido el pasado junio, llevada con malos modos por Reich-Ranicki, provocó la renuncia de Sigrid Löffler.
Muchos comentaristas consideran que el éxito del programa se basa precisamente en la dura crítica que se realiza a las obras. Esto suele tener un gran eco en la prensa escrita de los días posteriores a la emisión. Además, la polémica como es bien sabido, contribuye a las ventas.
Trece años en antena
La estructura del programa se mantiene desde la primera emisión. «Como siempre hablamos de cinco libros, el tiempo disponible para cada uno es, por término medio, de diez a quince minutos, y, por tanto, cada uno de los cuatro participantes cuenta con unos tres minutos y medio por título. En esos tres minutos y medio hay que decir algo sobre las características del autor, sobre el asunto y la problemática tratados en su nuevo libro, sobre sus temas y personajes, sobre los medios artísticos utilizados en él y, a veces, también sobre ciertos aspectos actuales, principalmente políticos». Con un tiempo tan limitado, es lógico que los análisis no sean muy profundos, pero este no es uno de los objetivos prioritarios del programa.
Después de casi trece años en antena, El cuarteto literario se ha convertido en una referencia obligada en la crítica literaria. «Según se oye decir, en la historia de la televisión alemana no ha habido aún ningún programa que haya influido de manera tan inmediata y fuerte como lo ha hecho El cuarteto en la venta de obras literarias, incluso y sobre todo de obras exigentes». De esta manera, se está cumpliendo el objetivo que perseguía Reich-Ranicki cuando en 1987 le propusieron realizar este programa: «Sólo la televisión me ha permitido algo que he deseado en mi larga vida de crítico sin haberlo logrado nunca del todo, algo que jamás he conseguido plenamente: influir de manera amplia y pública sobre la gente en general».
Francia: Bernard Pivot, último año
Para que una emisión literaria triunfe en la televisión hace falta un personaje capaz de cautivar al público y de transmitir entusiasmo por los libros. Francia lo encontró en Bernard Pivot, una leyenda de la televisión pública y un punto de referencia en el mundo de la edición. Presente en la televisión desde 1973, Pivot alcanzó su edad de oro en los quince años de Apostrophes (1975-1990), y ha seguido manteniendo una alta cota con Bouillon de culture. Ahora, a los 66 años, ha anunciado que este es el último año de su emisión.
Apostrophes, programado los viernes a las 21.30, reunía una audiencia media de cinco millones de telespectadores, atraídos por el verbo de Pivot y el interés de los autores invitados, ensayistas y literatos. Por allí pasó la gran mayoría de autores célebres del momento, bien por sus méritos literarios (de Julien Green a Milan Kundera o Marguerite Yourcenar), bien por estar en el centro de acontecimientos (Lech Walesa, Alexander Solzhenitsin).
Es verdad que Pivot ha privilegiado los valores reconocidos de la literatura contemporánea, sin preocuparse tanto de descubrir nuevos valores. Pero sobre todo lo que buscaba era entrevistar a personajes que garantizaran el éxito del espectáculo. Pues, según la ley del medio televisivo, las sutilidades y matices de la crítica sucumbían ante las exigencias de la puesta en escena. Concebidos como programas deliberadamente espectaculares, Apostrophes y Bouillon de culture han influido en la percepción que el gran público tiene de los escritores.
Libros y espectáculo
Frente a los que le acusaban de sacrificar la crítica al espectáculo, Pivot se defendía ya en 1979: «El autor viene a darse en espectáculo. Se me puede reprochar hacer un buen o mal espectáculo, pero no el dar espectáculo. ¿Cómo dar en la televisión algo que no sea espectáculo, cuando está ya en el ojo del telespectador?».
En cualquier caso, ha sabido presentar al público los rostros y las ideas de novelistas e intelectuales. Y con una repercusión formidable. Durante los años gloriosos de Apostrophes, los libreros sabían que al día siguiente había que tener una buena provisión de los títulos que habían sido tratados en la emisión. Para los autores, la entrevista con Bernard Pivot era la consagración; para su editor, el maná; para los libreros, una promoción de las ventas. Quizá un efecto negativo haya sido que unos y otros hayan planeado demasiado sus estrategias en función de Apostrophes. O que, por mimetismo, mucha gente haya corrido a las librerías a comprar ensayos de autores difíciles, que luego nunca han leído. Pero es indudable que Pivot supo transmitir el entusiasmo por los libros.
Bouillon de culture, en France 2 los viernes a las 22.40, no se ha mantenido a la misma cota que Apostrophes. Hay quien afirma que la fórmula está agotada, y que el propio Pivot lo ha comprendido retirándose a tiempo.
Frente a los que dicen que sus emisiones no hacen propiamente una labor de crítica, Pivot responde que él nunca lo ha pretendido: «Yo no soy un crítico, sino un cronista literario. Mi papel es entrevistar a la gente, y ponerlos en contacto con los telespectadores». Y ahora que ha anunciado su retirada, la gran mayoría reconocen su talento.
Mala fortuna de las emisiones literarias en España
Siempre ha sido escasa y efímera la presencia de la literatura en los programas televisivos españoles, y siempre en las cadenas públicas. Muchas han sido las experiencias, pero pocas las que han conseguido estabilidad. Así, España es, junto con Italia, el país que menos tiempo dedica a los programas literarios.
En la actualidad continúa emitiéndose desde 1997 el programa Negro sobre blanco, que dirige el escritor Fernando Sánchez Dragó y que se emite a última hora de la noche. El programa está concebido como una tertulia y todas las semanas son invitados un grupo de escritores para que hablen de un mismo tema. Al hilo de la actualidad literaria, el controvertido Sánchez Dragó repasa, siempre según su personal selección y opinión, las novedades más importantes del panorama editorial español.
Más suerte han tenido, sin embargo, otras iniciativas que han recuperado en vídeo algunos programas televisivos relacionados con la literatura. La empresa Editrama, en colaboración con TVE, ha lanzado dos colecciones dedicadas a este fin. La primera, Videoteca de la memoria literaria, recupera las entrevistas que Joaquín Soler Serrano hizo a un buen número de escritores importantes a mediados de los años setenta en su programa televisivo A fondo. En total, ya existen 27 vídeos y entre los escritores entrevistados están los más representativos tanto de la literatura hispanoamericana (Borges, Cortázar, Onetti, Rulfo, Carpentier, Octavio Paz, Mújica Lainez…) como algunos de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX (Torrente, Pla, Ramón J. Sender, Mercé Rodoreda, Alberti, Cunqueiro, Celaya, Dámaso Alonso…). Las entrevistas duran por lo general más de una hora, y permiten conocer las opiniones y la personalidad de los escritores entrevistados.
La segunda iniciativa es mucho más actual: la colección Ésta es mi tierra, título de un programa televisivo que está volviendo a emitirse en estos días con nuevos invitados. En formato vídeo han recogido los programas que se emitieron durante el año 2000 y donde escritores actuales, la mayoría españoles, reconstruyen la importancia del lugar y del espacio para su formación como autores. Por ejemplo, José Saramago revive sus años en Lisboa y Lanzarote; Umbral habla de su Madrid; Manuel Vicent, de Valencia; Julio Llamazares, del paisaje de los pueblos de León… Otros protagonistas son Ana María Matute, Jon Juaristi, Luis Landero, Manuel Rivas y Carlos Castilla del Pino. Nueve viajes que constituyen nueve propuestas para conocer la geografía vital de estos escritores.
Adolfo TorrecillaLa autobiografía de Reich-Ranicki
Ver reseña de Mi vida.