Las dimensiones de la red social Instagram son más que gigantescas: el año pasado fueron subidas 30.000 millones de fotografías, 80 millones al día. No obstante, como señala Jacob Mikanowski en The Point, “no nos damos cuenta de que nuestro mundo de imágenes actual tiene sus raíces en el pasado”.
Esta red social no ha descubierto mucho que no esté ya en la historia del arte: “En numerosos casos recicla viejas temáticas –afirma Mikanowski–, con la diferencia de que las difunde a gran velocidad y en proporciones masivas”.
La foto más popular en Instagram durante varios meses mostraba a la modelo estadounidense Kendall Jenner yaciendo sobre una moqueta y vestida de novia, con los ojos cerrados y largos mechones de pelo formando corazones. “Si la fotografía tiene un antecedente, este es la pintura sobre Ofelia de John Everett Millais, de 1852”, sostiene Mikanowski. En efecto, la estética naíf, tan popular entre las adolescentes, bebe en gran medida de la estética prerrafaelita del siglo XIX.
Una gran obsesión de Instagram son las fotografías de platos elaborados: The Point destaca la cuenta Symmetry Breakfast. Una vez más, se ha reciclado un motivo pictórico que nació en la Holanda del siglo XVII: el bodegón. Según explica el artículo, “este género comenzó como una forma de alegoría”, conocida como “vanitas”. “El mensaje de aquellas cerezas pasadas y los quesos revenidos era siempre el mismo: la muerte está cerca y todo es pasajero”. Sin embargo, era tal el realismo de los pintores holandeses que pronto se pasó de la alegoría moral a la recreación en el detalle. Al igual que sucede en Instagram, la proliferación de la pintura en aquel siglo hizo que la atención se fijara en objetos tan cotidianos como un desayuno.
Hay otro motivo, que “brota de un modo u otro del impacto del Romanticismo”: la fotografía de naturaleza salvaje. “Antes de Wordsworth, Constable y Friedrich, la única naturaleza que valía la pena representar era la que había sido cultivada y domada por el hombre”. Gracias a la transformación de la mirada a comienzos del siglo XIX, fruto del Romanticismo, abundan las fotos de “perros jugando en verdes campos, nubes alargadas e innumerables puestas de sol”.
Advierte Mikanowski que “vivir en la burbuja Instagram requiere una constante ponderación de cómo será visto esto o aquello desde fuera”: ¿cómo quedará encuadrado en Instagram? Hacer la vida más estética “puede ser algo placentero, pero también puede convertirse en un vicio impulsivo (…). Resulta tremendamente costoso llevar una vida guiada por las apariencias”.