iWatch: el caballo de Troya tecnológico

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Hace unas semanas tuvo lugar el Mobile World Congress de Barcelona 2015. Allí pudo verse el gran desarrollo de los “wearables” –la tecnología para llevar puesta–, pero quizá no hubieran suscitado tanto interés si Apple no hubiera previsto el lanzamiento de su reloj inteligente, el iWatch, pocos días después.

Pese a que el año pasado se vendieron unos 33 millones de dispositivos wearables de diverso tipo, según Business Insider, todavía no han llegado al gran público. Su excesivo tamaño y precio, así como la falta de funcionalidad, han ralentizado su venta. Sin embargo, Apple está dispuesto a solucionar esos baches. Con un elegante diseño y una comunicabilidad perfecta entre todos los dispositivos de la marca, el Apple Watch (conocido también como iWatch) promete ser un compañero insustituible.

Pendientes de nuestras constantes vitales

Este tipo de inventos se presentan también como una ayuda para mejorar la salud del consumidor. Los relojes inteligentes no solo nos sirven para llamar, consultar el correo electrónico o contestar los whatsapps, sino que además pueden medir la frecuencia cardiaca y pulmonar (esto ya lo hacían las pulseras inteligentes) y enviar estos datos directamente a nuestro médico allá donde estemos. La posibilidad de prever enfermedades o accidentes será una gran ayuda para muchos pacientes.

De hecho, cierta incorporación de tecnología en nuestro cuerpo está hoy a la orden del día: marcapasos, bombas de insulina e implantes de todo tipo permiten a muchas personas llevar una vida completamente normal. Especialmente significativa es la aportación de la tecnología a los campos de la tecnofarmacia y de la neurociencia. El estudio del cerebro está dando grandes pasos y se prevé que dentro de pocos años se tenga un mapa del complejo sistema neuronal (Human Connectome Project). En Google X, el laboratorio tecnológico de Google, se está investigando en nanopartículas que, introducidas en el torrente sanguíneo, sean capaces de detectar mutaciones asociadas a distintas enfermedades y cánceres.

Para el transhumanismo, la mejora tecnológica nos va conducir a un nuevo salto en la especie humana

Pero más allá de si es bueno estar constantemente pendientes de nuestras constantes vitales o de la posible comercialización de esos datos, hay una cuestión de mayor calado. Algunas voces, como la del escritor Lev Grossman, ya lo han denominado el caballo de Troya tecnológico, pues aunque aparentemente solo supone un pequeño accesorio tecnológico inocuo, al incorporarlo estamos aceptando la entrada a todo un mundo destinado a fundirse con nuestra piel.

Sin volverse tecnofóbicos, hay que ser conscientes de que ni Apple ni Google son Médicos sin Fronteras, ni la incorporación de tecnología masiva es algo neutral. De inmediato saltan preguntas como ¿quién tendrá acceso a esos datos: los médicos, las empresas farmacéuticas, nuestros jefes? Por otro lado, no hay que olvidar que no toda la sociedad tiene acceso a estos “adelantos”, lo cual en un futuro puede seguir incrementando las desigualdades sociales.

Aparatos de vestir

La incorporación de tecnología en nuestra propia vida está cambiando muchos de nuestros hábitos diarios: desde la comunicación interpersonal, la lectura y el estudio a las relaciones laborales o las compras por Internet.

Ahora, con el desarrollo de los wearables –tecnología para llevar puesta–, se está tratando de dar un paso más, acercando progresivamente la tecnología a nuestro cuerpo. En este aspecto ya se anuncian o están en el mercado toda una gran variedad de sistemas “inteligentes” a través de los cuales se podrían realizar acciones muy variadas: desde las gafas que nos permiten consultar información a los anillos para controlar dispositivos domésticos o pagar con un simple gesto. El iWatch sería un paso más en esta línea.

Cierta incorporación de tecnología en nuestro cuerpo está ya a la orden del día

La idea de fondo que está fascinando a tanta gente es la de mejorar al ser humano tecnológicamente. El paso siguiente, por el que aboga el transhumanismo, es que esa mejora tecnológica nos va conducir a un nuevo salto en la especie humana.

Un ser posthumano

El transhumanismo es un movimiento científico-teórico que sostiene la posibilidad y obligatoriedad moral de mejorar tecnológicamente las capacidades físicas, intelectuales y psíquicas de la especie humana. En este sentido, su objetivo es llegar a una especie transhumana, con mayores capacidades físicas, psíquicas e intelectuales y, posteriormente, a un posthumano, un ser que ya no será humano sino superior a él, del mismo modo que nosotros dejamos atrás a los neandertales.

Por supuesto, este salto en la especie se llevará a cabo mediante la aplicación de nuevas tecnologías y de la eugenesia, con la finalidad de eliminar todos los aspectos indeseables de la condición humana como la enfermedad, el sufrimiento, el envejecimiento, e incluso la muerte (1). Para los entusiastas del transhumanismo, la tecnología puede mejorar nuestras “taras” y retrasar nuestra fecha de caducidad.

La investigación acerca del alargamiento de la vida está recibiendo más dinero que nunca. Google Ventures, compañía que vio la luz en 2009 como una rama de capital de riesgo de Google, solo este año invertirá 425 millones de dólares en pequeñas empresas que investigan en este tema.

Junto con esta empresa, se encuentra la Singularity University, financiada conjuntamente por Google y la NASA (cfr. Aceprensa, 30-06-2010). La Singularidad se refiere a que se va a dar un salto cualitativo en el ser humano que le permitirá acabar con sus limitaciones de tiempo y espacio, tal y como afirman los transhumanistas. Para ellos, la especie humana no representa el fin de la evolución, sino el comienzo tal y como se expone en la declaración transhumanista.

Este tipo de inventos se presentan también como una ayuda para mejorar la salud del consumidor

No obstante, pese a que esta corriente se presenta como la gran apuesta por la mejora de la humanidad, la visión del ser humano que ofrece es puramente material, por lo que cifra su perfección en incrementos y mejoras físicas o intelectuales. Al mismo tiempo, las diferencias entre androides (robots humanoides) y cyborgs (seres humanos con mejoras tecnológicas –y muchas personas entrarían ya en esta categoría–) se refieren a lo que pueden hacer, no a lo que son de entrada.

La falta de límites éticos, la visión materialista, así como otros problemas del transhumanismo han sido puestos de manifiesto por autores como Murillo o Bellver, en el último número de la revista Cuadernos de Bioética (2).

Aunque no oigamos directamente la palabra transhumanista, los discursos de los pensadores de esta corriente son cada día más frecuentes. El mito del elixir de la eterna juventud ha existido siempre de una u otra manera, pero siempre se mostraba como un desafío a la naturaleza, no, desde luego, como una mejora de ella.

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Notas

(1) Bostrom, N., “A History of Transhumanist Thought”, Journal of Evolution and Technology, vol. 14, abr. 2005.

(2) Especialmente los artículos de José Ignacio Murillo –“¿Necesita el posthumanismo la ética? La Normatividad de una Naturaleza abierta”– y Vicente Bellver Capella –“Ethics and policies in the face of research into extending human life”–, Cuadernos de Bioética, vol. XXV, sep.-dic. 2014.

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