Tras su excelente Cómo aprendemos a leer: historia y ciencia del cerebro y la lectura, Maryanne Wolf se dio cuenta de que, en los siete años que dedicó a este libro, había cambiado el escenario debido a la irrupción masiva de los formatos digitales de lectura. Se propuso entonces estudiar los efectos de las nuevas tecnologías en el cerebro y los problemas derivados de que los niños se pongan y estén tanto tiempo en modo pantalla. Lector, vuelve a casa (1), es el fruto de su nueva investigación.
Esto lo explica en la primera carta o capítulo de su nuevo libro, “El canario de la mente”, alusión a que el cerebro lector tiene igual función que tenía el canario en las antiguas minas: alertar del enrarecimiento del aire. Su libro está organizado en forma epistolar, porque –dice– desea entablar una conversación con los lectores, pues, aunque se apoya en investigaciones que se han realizado sobre los asuntos que trata, también tiene muchas dudas y, en algunos puntos, solo cuenta con conjeturas.
Lectura profunda
En la segunda carta, las páginas más técnicas del libro, “Bajo la gran carpa”, presenta una visión general del conocimiento actual sobre el cerebro lector para mostrar cómo “la lectura de una sola palabra invoca la activación de infinidad de neuronas, lo que a su vez implica la transmisión de señales a través de múltiples regiones y las cinco capas del cerebro”.
En la tercera describe los procesos que componen la “Lectura profunda” –habilidades empáticas e inferenciales, de análisis crítico, de reflexión y comprensión– y se pregunta: “¿Cambiará inexorablemente la calidad de nuestra atención en la lectura –la base de la calidad de nuestro pensamiento– a medida que nuestra cultura se aleje de la cultura impresa en pos de la digital? ¿Cuáles son las amenazas cognitivas y cuáles las promesas de tal transición?”.
En la cuarta, “¿Qué será de los lectores que hemos sido?”, hace notar cómo, en un entorno de muchísima información, nuestra capacidad de análisis y reflexión puede atrofiarse, e indica que algunas investigaciones muestran que “la secuenciación de la información y el recuerdo de los detalles empeoran cuando los sujetos leen en una pantalla”: es un capítulo que podría ponerse en paralelo con el libro de Nicholas Carr Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?
En defensa de los niños
En las cartas siguientes la autora dice que adopta una posición de “guerrera de la lectura” en favor de los niños. En la quinta, “La crianza de los hijos en la era digital”, discute “los diversos efectos que los abrumadores reclamos digitales ejercen sobre muchos de nuestros niños”.
“Leer es un acto de resistencia en un escenario de distracción”
En la sexta, “Del regazo al portátil en los primeros cinco años”, habla de las primeras experiencias de vida lectora y señala que, en su mundo de lectura ideal, la presencia de dispositivos digitales debería ser muy pequeña en esas edades; también explica la importancia de la investigación para llevar lo que sabemos en estos terrenos a todos los niños analfabetos del mundo, “uno de los grandes desafíos de este siglo”.
En la séptima carta, “La ciencia y la poesía en el aprendizaje (y la enseñanza) de la lectura”, se centra en que los profesores necesitan más preparación para entender cómo ha de ser el aprendizaje digital para no exacerbar con él los crecientes problemas de atención que causan las nuevas tecnologías.
Doble alfabetización
En la octava hace una propuesta educativa teórica, titulada “Construyendo un cerebro ‘bialfabetizado’”, en la que plantea enseñar a los niños tanto a manejarse en el soporte impreso como en el digital de forma que lleguen a tener fluidez en ambos: propone dedicar más tiempo en los primeros años a los incipientes procesos reflexivos, algo complicado en una cultura llena de distracciones, y poner más esfuerzos en impulsar las primeras habilidades de lectura profunda.
Comenta la importancia que para los niños tiene aprender a desarrollar los propios pensamientos escribiendo a mano en los primeros años de escuela, pues así se propician beneficiosas conexiones corticales entre la red del lenguaje y la red motora, “algo que los escribas y maestros chinos conocen desde hace siglos”. Habla también de que hay que invertir más en investigación en niños con problemas de lectura difíciles por motivos ambientales o biológicos, y en formación integral para los profesores, pues son muchos los errores que se cometen en el uso de la tecnología digital con fines educativos.
Wolf destaca la importancia que, para la calidad de la vida democrática, tiene la lectura profunda
La novena, “Lector, vuelve a casa”, es una propuesta para los adultos: comienza con una sugerente cita inicial de presentación, “leer es un acto de resistencia en un escenario de distracción”, y en ella se insiste de nuevo en la importancia de la que la autora llama paciencia cognitiva o, si se quiere, de habilidades lectoras reflexivas y contemplativas que van más allá de lo puramente informativo o utilitario y que nos permiten tener una comprensión mayor y mejor de nuestras vidas.
Anécdotas
Tal como hacía en su libro previo, Wolf combina en este neurociencia, psicología, filosofía y educación, aspecto que se une a su condición de madre de dos chicos, uno de ellos disléxico. También este libro se caracteriza por la fluidez de la exposición, que contiene muchas referencias literarias y culturales acertadas y anécdotas personales bien traídas.
Entre paréntesis, no tiene desperdicio la de su hijo Ben, disléxico, que con 10 años era uno de los cinco niños que no leían al mismo nivel que el resto de la clase y que “eran un saco de problemas, o al menos eso pensaba su bienintencionada maestra, una ardiente feminista cuyo entusiasmo por la educación de las niñas y su desaprobación de las travesuras de los niños había llegado demasiado lejos, o al menos eso pensaban mis hijos y sus amigos”. La protesta de los chicos a la dirección “en contra del ‘trato sexista’ que la profesora dispensaba a los chicos y el injusto trato que recibían con los deberes”, no salió nada bien, y a Ben y a otros cuatro niños sus padres tuvieron que cambiarlos de colegio.
El libro resume muchas investigaciones, que se detallan en notas al pie, al tiempo que se indica qué puntos son oscuros todavía. De todos modos, las consideraciones de tipo educativo que se hacen proceden del sentido común (y en los más importantes aspectos en juego no precisarían, aunque para muchos sean más que interesantes, los conocimientos tan amplios de la autora sobre cómo se configuran y trabajan nuestros circuitos cerebrales). De hecho, en la sexta carta viene a decir a las madres y padres jóvenes que no se preocupen de las investigaciones, que dediquen tiempo de lectura compartida a sus hijos, y que confíen en su “madre, padre, abuelo o abuela interior”, aunque deben tener en cuenta, eso sí, que no todo será como esperan.
El libro se introduce también en la importancia que, para la calidad de la vida democrática, tiene la lectura profunda o, dicho de otro modo, que haya en la sociedad muchos buenos lectores. Para ilustrarlo cuenta una anécdota personal en relación a las dos formas de lectura –la espasmódica y acelerada propia de la lectura online y la calmada en la que el ritmo de la lectura encaja con el ritmo de la obra– y se refiere a una historia popular de los nativos americanos. En ella, “un abuelo le habla de la vida a su joven nieto. Le cuenta que en cada uno de nosotros hay dos lobos que cohabitan en nuestro pecho y que siempre están luchando entre sí. El primer lobo es muy agresivo y está lleno de violencia y de odio hacia el mundo. El segundo lobo es pacífico y rebosa luz y amor. El pequeño le pregunta a su abuelo ansiosamente cuál vence de los dos. Y el abuelo le responde: ‘aquel al que alimentes’”.
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(1) Maryanne Wolf, Lector, vuelve a casa: cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas (Reader, Come Home. The Reading Brain in a Digital World), Deusto, Barcelona (2020), 252 págs., 18,95 € (papel) / 9,99 € (digital); traducción: María Maestro.